Armando Merino

ARMANDO MERINO

Es sin lugar dudas Felix Mendelssohn-Bartholdy (Hamburgo, 3 de Febrero de 1809- Leipzig 4 de noviembre de 1847) uno de los grandes genios que la Historia de la música nos ha dejado. Nadie duda a estas alturas que se encuentra en ese firmamento glorioso y reducido en el que habitan los grandes compositores: Bach, Mozart, Beethoven, etc. Sin embargo el camino que recorrió para llegar a componer algunas de las obras más bellas jamás escritas es muy diferente del resto de grandes genios. Pues, ¿cómo es posible que la más abundante y brillante producción del compositor alemán se diera en sus años de infancia y juventud y no así en su madurez? Si bien es cierto que falleció muy joven debido a un ataque de apoplejía con tan sólo 38 años, otros niños prodigio como Mozart, que también murió prematuramente, muestra una evolución en su lenguaje muy claro, depurando en cada obra nuevos aspectos y en donde es posible observar, no sólo la maduración musical, sino también la personal.

Sin embargo, Mendelssohn demuestra ya desde el inicio de su producción una madurez y un refinamiento en su estilo extraordinarios, más si cabe que en las obras de infancia del propio Mozart. Es por este motivo importante situar cómo transcurrió la infancia del compositor alemán, que no fue sólo un niño prodigio para la música, sino un superdotado intelectual que creció en un ambiente muy culto, refinado y económicamente muy acomodado. El abuelo de Felix, Moses Mendelssohn, fue el gran filósofo judío del siglo XVIII en Alemania. Buen amigo de Kant, Lessing y Lavater, fue el precursor de la asimilación de las costumbres y cultura judías dentro de la gran Cultura alemana. No obstante, el padre del compositor, Abraham Mendelssohn, nacido judío pero convertido posteriormente al protestantismo, bautizó a sus hijos bajo el rito protestante y este hecho provocó que el pequeño Felix creciera en un ambiente donde se mezclaron los valores de la disciplina, el trabajo y la rectitud protestantes con los valores familiares, empresariales y costumbristas judíos.

El inmenso talento para la música pronto se hace patente, dejando asombrados y sin recursos pedagógicos a todos sus profesores y familiares. Con tan sólo 11 años hizo su primera aparición pública tocando el piano. Al mismo tiempo que la capacidad musical se desarrollaba enormemente también crecía su gusto por la literatura, la historia, geografía…

Entre sus inquietudes intelectuales destaca su admiración por el mundo clásico, que evidentemente tuvo una influencia muy importante en su desarrollo como compositor. Sus lecturas de Homero, Platón y Ovidio ocupan casi tanto tiempo como su dedicación a la música, así que en 1826- con 17 años de edad- tradujo al alemán abundantes obras clásicas, entre las que destaca el Ars poetica de Horacio.

Son años de formación, de intenso trabajo y estudio en los que Felix va moldeando poco a poco una personalidad musical muy fuerte. Un hecho en estos años de infancia tiene especial relevancia: en 1822 su abuela materna le regaló una copia de la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach. Descubrir esta monumental obra tuvo un impacto enorme en el joven compositor, que tras más de 5 años de preparación, dirigió el re-estreno de la obra en Berlín en 1829, 79 años después de la muerte del compositor y 100 años después de su primera y hasta entonces única ejecución.

Con esta fuerte preparación intelectual no es de extrañar que ya a partir de 1821 las obras de Mendelssohn tengan una calidad extraordinaria, siendo considerado el Octeto para cuerdas op. 19 de 1825 su primera obra maestra. A partir de aquí se suceden composiciones geniales: sinfonías, el Sueño de una noche de verano, las Hébridas, tríos, cuartetos, lieder, etc. Su música se deja lógicamente influenciar por el mundo romántico de Goethe y Schiller, sin embargo el gusto por lo clásico se hace siempre patente, dando a las obras de Mendelssohn una perfección formal que choca contra lo que ya en aquella época están haciendo Schumann, Chopin o Berlioz. Mendelssohn tendrá siempre como guía los patrones clásicos de Mozart y Bach a la hora de construir sus obras, que sin embargo, son hijas del mundo romántico alemán. Es quizás esta mezcla entre el mundo clásico y el descubrimiento de nuevas armonías y formas lo que origina que la música de Mendelssohn sea tan original, capaz de expresar una belleza clásica y romántica a la vez, como ningún otro compositor ha sabido hacer, a excepción quizás de Brahms.

¿Cómo es posible que su música, sin embargo, no “avanzara”? Está comúnmente aceptado que sus composiciones del último periodo no tienen la misma altura (aceptando obviamente que hablamos de un genio) que las de la década de los 20 y los 30.Entre 1840 y 1847 sólo tres obras destacan de su producción: su sinfonía “escocesa” de 1842, las “variations sérieuses” para piano y el inolvidable concierto para violín y orquesta Op. 64 de 1845. Es arriesgado, en un compositor de su categoría, aventurarse a especular acerca de las razones que le impulsaron a dedicar menos tiempo a la composición hacia el final de su vida. Su frenética actividad como director de orquesta desde 1830, que le tuvo largas

temporadas ocupado viajando entre Londres y Centroeuropa, estrenando algunas de las obras más importantes de Wagner, Berlioz o Schumann, le mantuvo en cierta manera más alejado de la composición.

Quién sabe si las innovaciones estilísticas e instrumentales de los compositores citados, no provocaron una cierta desmotivación creadora en Mendelssohn, que al observar que su música no seguía los nuevos senderos que Wagner y Liszt abrían, prefirió centrarse en la dirección de orquesta y seguir así en contacto con los círculos sociales y artísticos más influyentes del momento.

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