RAÚL CEJUDO GONZÁLEZ
Cómo se nota la inminencia de la campaña electoral. Las palabras, los hechos, las actitudes y las payasadas de los políticos españoles la anticipan. Por conseguir arrancar el voto al políticamente ignorante pueblo español, son capaces de abochornarnos a diario con aberrantes puestas en escena en los medios de comunicación de masas. Parece que la última moda es el bailecito ridículo. Al compás de una música pobre y vacía, los representantes de los representados (esto es, los jefes de partido de sus lacayos los diputados, nombrados a dedo por ellos en las listas electorales) ensayan su número de circo ante la complacencia de la masa espectadora. El único debate que genera todo esto es si el político de turno había entrenado ya los pasos o, por el contrario, todo fue un acto improvisado lleno de buen rollo socialdemócrata, con mucha chispa y “buenismo”.
En esta época del año, en la cual dan ganas de abandonar el país por unos meses, entran en escena unos actores que son, en gran medida, los responsables de este estúpido desaguisado. Me refiero a los asesores de imagen contratados por los partidos políticos. Estos avispados magos de la demagogia, estudiosos de tendencias, de vídeos virales a través de internet, etc, no tienen que exprimir en demasía las neuronas de sus limitados cerebros. Vencerá la propuesta más descabellada; se impondrá la idea más ridícula. Los jefes de los distintos partidos obedecerán solícitos toda indicación de sus asesores, siempre para lograr una sonrisa de complacencia en el astuto votante, que está a la caza del gesto, gran entendido en descubrir la naturalidad o el postureo fingido del sobrevenido bailarín o comediante de turno.
El destino de un país se juega ahora en las presentaciones de los mítines. La puesta en escena será clave. Ni se inmutan por la falta de ritmo. ¿Qué les importa hacer el ridículo si así se araña algún voto más? ¿Qué importa lo infantil que parezca todo si nos están viendo por televisión? Si hay que tumbarse y hacer unas flexiones se ejecutan también (aunque revienten después), que los vigoréxicos también votan. Si es preciso cantar sin tener ni oído ni voz, se aullará a la luna o a Marte.
He aquí un nuevo filón para que el rentable espectáculo televisivo continúe y vaya a más, generando audiencias y contratos millonarios con el tema de la publicidad. De corazón lo pregunto, sin ironía ninguna: ¿no se cansan ustedes de toda esta bazofia? Como españoles condenados a que nos avergüencen a diario, ¿no preferirían ustedes que nos tragara de una vez la tierra?