Se me queda corta, muy corta, la popular expresión “tragar con ruedas de molino”. La sociedad española lleva tragando ruedas descomunales desde hace décadas. Estos neumáticos de propaganda comienzan a ser del tamaño de las norias de los parques de atracciones. Si difícil se me antoja tragar una rueda de molino a mí, que no he sido nunca capaz ni de tragarme una miserable píldora, ¿cómo lo hacen aquellos que tragan con estas megarruedas del mundo actual? ¿Qué tipo de garganta tienen? ¿Hasta qué punto son capaces de abrir las comisuras de sus labios para poder introducir primero y tragar después tamañas mentiras e insensateces?
Los políticos y la cúpula de la oligarquía poseen su propia probeta de laboratorio: la televisión. A través de este instrumento, han ido descubriendo que el ser humano actual, el postmoderno, es capaz de tragarse, voluntaria y hasta alegremente en muchos casos, toda la basura que han querido ellos que trague. Y no solo han logrado que traguemos con todo, sino que aquel que no trague bien o simplemente se niegue a abrir la boca, será tildado de asocial, de un pobre loco que no se integra (que no traga, vaya); eso si hay suerte. Si el no-tragador es inteligente y tiene capacidad de persuasión y es escuchado por otros, el etiquetamiento no será suficiente y se le atacará con difamación, mentira, calumnia, etc, hasta conseguir de ese modo su total anulación social. ¿Les suena? Sí, en efecto, un ejemplo extremo de todo esto lo constituye nuestro querido don Antonio. El señor Trevijano no ha tragado jamás una sola rueda de molino. Es que él, si se trata de una mentira, no se la traga ni aunque se la reduzcas al tamaño de una aceituna jienense. Algunas personas tenemos fobia a la rueda de molino, qué le vamos a hacer.
La nueva ruedaza de molinón la constituye esa que dice que nuestros oligarcas políticos, los cuatro jinetes del apocalipsis transicional, están buscando fórmulas, pactos y chanchulletes para beneficiar a la sufrida nación española. Van a pactar para que no haya otras elecciones. Van a consensuar por nuestro bien, es obvio. ¿Qué pasa, vaqueros, que las elecciones han dejado de pronto de ser la grandiosa “fiesta de la democracia” o es que tenéis miedo a que esta rueda, esta llanta de tractor, sea esta vez intragable? Estad tranquilos y convocad elecciones, que los adictos a votar, tras haber ingerido sus correspondientes dosis de buenismo socialdemócrata, acudirán, una vez más, solícitos a vuestras urnas, esas que os otorgan legalmente el poder, según las leyes. Es posible que haya algo más de abstención, sí, pero no pasará del 45%. Gobernáis a un pueblo de tragadores de ruedas. ¿Qué teméis, pobres indigentes mentales? Tenéis a vuestros fabricantes de ruedas trabajando a destajo. Los pacientes se las tragan de manera voluntaria. Cada día esperan su nueva rueda molinera, para tragársela a gusto.
A todos ellos, ¡que aproveche!