JOSE MARÍA ALONSO.
El filósofo lógico y praxeólogo nacido en Varsovia en 1886 tuvo una azarosa y nómada juventud y en su vida mantuvo siempre un temperamento que le impedía estar ocioso. En 1918 se convierte en profesor de la Universidad de Varsovia, de cuya Facultad de Humanidades llega a ser decano en 1929. Al estallar la Segunda Guerra Mundial las universidades polacas pasan a la clandestinidad y para no interrumpir su actividad Kotarbiński organiza una Universidad secreta en la que continua dedicado a la docencia. En 1943 debe marchar de Varsovia a un pueblo cercano a Lublin, donde comienza a escribir su obra magna, el ¨Tratado del trabajo bien hecho¨. Consigue volver a Varsovia en 1944 pero estalla el Levantamiento y vuelve a tener que marchar, esta vez a Radom, donde organiza una academia secreta de filosofía. Acabada la guerra participa activamente en la reorganización de la instrucción –lo que conocemos como educación superior- en Polonia. Vive en Łódż, donde organiza la Universidad de la que es Presidente entre 1945 y 1949. De manera paralela dirige el departamento de Filosofía y Lógica de Varsovia. Edita finalmente en 1955 su ¨Tratado del trabajo bien hecho¨, y en 1961 se retira después de 43 años de enseñanza. Fallece en 1981.
En una primera etapa vital expone su teoría del reísmo (de res, cosa) en la que ataca especialmente a los pseudo-nombres u onomatoides, es decir a las denominaciones falsas, aparentes, que crean la ilusión de poseer un objeto o un significado real y concreto soportado en los entes reales. Para ese ataque es un requisito de primer orden el poner atención en lo denotado. Hoy en día Kotarbiński se escandalizaría al igual que el intelectual español Antonio García-Trevijano ante la infinidad de entrecomillados que hacen prácticamente ininteligible la prensa escrita, ante los ataques a la semántica perpetrados por los personajes públicos o ante los constantes argumentos falaces de los demagogos habituales. Según Kotarbiński, un nombre o una palabra real es la que hace referencia o denomina a una cosa ya que todo ente es también una cosa, por esto es apofánticamente erróneo el lenguaje usual lleno de sentidos figurados y metáforas que la más de las veces induce a errores y malos entendidos, desfigurando la comunicación al servicio de una manipulación interesada.
Por esto el reísmo intenta definir un lenguaje exacto para una lógica cierta, más allá de las arbitrariedades del lenguaje común. Ha de aclararse que la apofántica es la sección de la lógica referida a los juicios. En tal sentido se dice que una proposición atributiva es apofántica cuando en la misma se afirma o se niega algo. A este asunto prestó gran atención a su vez John Langshaw Austin, en su teoría de los actos del habla. Según Austin, sólo las expresiones apofánticas tienen valor de juicios lógicos, siendo las las demás enunciaciones retóricas. A mayor abundamiento, hay que decir que un acto de habla es un tipo de acción que involucra el uso de la lengua natural y está sujeto a cierto número de reglas convencionales generales y/o principios pragmáticos de pertinencia.
En su segunda etapa, al final de la cual publicó su ¨Tratado del trabajo bien hecho¨, cobra protagonismo la praxeología própiamente dicha, y es donde vemos al Kotarbiński más pragmático, puesto que en su obra la teoría es correlativa a la praxis o práctica, y esto es lo que para él la praxeología implica: una teoría de la acción. Es en este sentido en el que Kotarbiński busca elaborar una suerte de “gramática de la acción”, un lenguaje que permita hablar de un modo pertinente.
Como la búsqueda del lenguaje adecuado le hiciera reflexionar finalmente sobre la adecuada relación del lenguaje y la acción; el pensar en la adecuada acción le llevó a reflexionar respecto a la ética. Dejó dicho que la razón florece plenamente bajo la vigilancia de la libertad y la libertad florece bajo la vigilancia de la razón. Se sabe hoy que tanto el maestro como sus discípulos eran muy exigentes. Tadeusz Kotarbiński pensaba que el maestro no sólo debe transmitir conocimientos, sino también dar forma al carácter de aquellos a quién enseña. Sus valores éticos fueron la fiabilidad, el cumplimiento del deber, el servicio al conocimiento y la responsabilidad.