EDUARDO SUBIRATS.
La crisis financiera global que dio comienzo con la caída simbólica de Lehmann Brothers en 2008 ha hundido el sistema económico local español. También ha puesto de manifiesto sus debilidades: una corrupción que ha abrazado desde los jueces y guardaespaldas del sistema judicial, hasta presidentes de gobiernos autonómicos, y la propia familia real; monumentos faraónicos de ciudades de las artes y las ciencias donde no hay ciencia ni arte de ninguna clase, o de aeropuertos en páramos deshabitados; por toda coronación, el naufragio de una infecta industria del crédito y la construcción. Pero la crisis también ha puesto de manifiesto la dependencia absoluta de la economía española con respecto a las grandes corporaciones multinacionales, y su escaso fuelle tecnológico e innovador autónomo.
De pronto, sin otra mediación que declaraciones sumarias de una crisis representada como fatalidad divina, se ha venido abajo un precario “estado de bienestar” que, al fin y al cabo, fungía como última legitimación de una transición democrática postfranquista que el golpe de estado del 23 de febrero de 1981 había recortado a sus expresiones mínimas. No es casual que, precisamente bajo el signo de este colapso, una parte importante de la sociedad civil española pusiera de manifiesto los crímenes contra la humanidad perpetrados bajo la bandera nacional-católica, el fascismo y la soldadesca criminal del dictador Francisco Franco. Y que reclamara el derecho a exhumar y reconocer jurídicamente a sus víctimas, y a enterrarlas dignamente. Derecho elemental que la monarquía ha arrebatado brutalmente al pueblo español.
Los entuertos que se han sucedido desde entonces pueden dividirse en dos familias. Por una parte, las protestas públicas y las acciones legales contra la impunidad de los crímenes del fascismo y el nacional-catolicismo españoles se han coronado con un juicio de talla limpiamente inquisitorial y formalmente corrupto contra su juez, el Sr. Garzón, precisamente por poner de manifiesto a estos crímenes, y por revelar la limpia continuidad histórica que los vincula con las tramas y organizaciones delincuentes que, durante la última década han disuelto la tenue democracia postfranquista.
Junto a este proceso involutivo se ha desarrollado otra escena, la de los despidos y recortes económicos, la de un desempleo galopante, la de millones de humanos arrojados a la calle y a la miseria. Y el despliegue de un arsenal militar que ni siquiera los días aciagos del poder franquista habían visto. Con un balance de una violencia desproporcionada contra manifestaciones de niños de escuela, cargas brutales contra protestas civiles pacificas, encarcelamientos ilegales y golpizas a mujeres inocentes que reedita el terror de estado decretado por la burocracia fascista en el estado de excepción de 1972.
2 Todo lo demás es una masiva regresión de la democracia española a una nueva figura de totalitarismo. Sus signos se encuentran hoy por todas partes: control corporativo y censura en los medios de comunicación, desde la prensa hasta Internet, pasando por el templo mayor de la televisión; liquidación y privatización de todos los sistemas públicos, desde la justicia, hasta la salud; reducción de una masa social depauperada a los futuros centros de producción de bajo perfil tecnológico y salarios ínfimos; y la conservación de los poderes feudales que la Iglesia católica española disfruta y exhibe obscenamente desde 1492: del control absoluto de la sexualidad y la reproducción humanas, hasta la educación primaria, media y superior, y una inconmensurable propiedad inmobiliaria libre de impuestos.
El “tema de la educación” es primordial en este horizonte porque atañe a la formación espiritual e intelectual de sucesivas generaciones. El tema educativo equivale a decir el futuro. Pero ese tema, en la España nacional-católica del antiliberalismo borbónico del siglo diecinueve, en la España imperial militarmente derrotada de 1898, y en la España de Franco y el postfranquismo nunca se ha puesto en cuestión. Ciertamente, la universidad de la democracia española se ha liberado del oscurantismo católico que, duran te la dictadura franquista, todavía controlaba la ortodoxia católica, apostólica y romana en sus aulas. Pero una revisión moderna y esclarecida de sus funciones, de su organización administrativa y didáctica, y de su autonomía intelectual, eso nunca se ha visto en el siglo veinte, ni en los siglos que le precedieron, con la excepción del breve suspiro republicano español ahogado en sangre en 1936.
Sólo una única y última vez en mi vida he sido invitado a dar una conferencia en Cataluña, coincidiendo con la hora cero de la actual crisis española. En la cena que siguió a la ceremonia, un conceller me replicó con una cierta insolencia que en los medios políticos españoles de derecha o de izquierdas las universidades y la educación no era un problema. Para el tradicionalismo nacional-católico, para las estrellas del espectáculo mediático y para la burocracia política de derechas o de izquierdas la educación no ha sido y no es una verdadera cuestión. No en vano, lo que históricamente distingue a las culturas hispánicas, a ambos lados del Atlántico, es la ausencia de una reforma humanista del pensamiento, la ausencia de una reforma esclarecida del pensamiento y la ausencia de las reformas liberales del poder político.
El populismo postfranquista del PP simplemente se ha limitado a disparar el tiro de gracia sobre un sistema educativo español en el que sucesivas administraciones han decapitado todo intento de rigor científico, de trabajo organizado y de reflexión crítica. El Señor Ministro de Educación ha disparado sobre un cadáver que se ha desmoronado instantáneamente. La situación quizás remonte. De las cenizas tal vez resurja el vuelo del verdadero espíritu santo. Pero, por lo pronto, las condiciones, las expectativas y las energías sociales no son buenas. La mentalidad autoritaria del populismo postfranquista generara confrontaciones de progresiva violencia. En realidad su perpetuación en el poder dependerá mucho más de la violencia y la represión sociales que pueda poner escena, que de la eficacia de sus medidas administrativas subalternas y de la visión política que son capaces de concebir en su despreparación intelectual y en su ignorancia. El mundillo intelectual y artístico de las cortes oficiales de Madrid y Barcelona posee un perfil poco competente y menos interesante todavía. Las excepciones malviven hoy en exilios internos y externos. Y la universidad española está amenazada interiormente por la corrupción y la incompetencia, y exteriormente por el Sr. Ministro.
¿Qué hacer? Me dirijo a los estudiantes universitarios de Sevilla, que me han invitado a escribir esta carta. Por eso me obligo a pensar en el qué-hacer.
Mi experiencia personal política está vinculada a la resistencia antifranquista de la universidad española en torno a las revueltas del 68 en toda Europa y en el mundo. Y esa experiencia fue negativa: fui testimonio de la manipulación de la voluntad juvenil de entonces por abrirse intelectualmente un universo más libre por las pendientes de los sectarismos políticos grotescos. Cómo hacerle frente a la situación de facto es complicado: requiere una articulación democrática entre los estudiantes y los rectorados, y un dialogo político más sofisticado del que ha tenido el socialismo español en los últimos lustros. Y requiere de una acción y por tanto de una voluntad jurídica y política.
Desde mi distancia de doble exiliado no puedo decir nada a este respecto. Pero si puedo imaginarme un caso ideal: que las huelgas, las manifestaciones y otras campañas de movilización de la opinión pública se articularan con reflexión de los fines sociales, de los medios organizativos y de los lenguajes profesionales, sean arquitectos, sean pedagogos. Creo que sería deseable que estas acciones se vincularan al mismo tiempo a una reflexión y a un proceso de creación de lo nuevo, y a la construcción de miradas más amplias, que la de los tiranos que nos gobiernan en nombre de la democracia.
Carta enviada por el filósofo y ensayista Eduardo Subirats en apoyo al movimiento estudiantil en Sevilla contra la Reforma Educativa, con motivo de la mesa redonda “Insumisión: construcción y derribo de la Universidad Pública” Mayo 2012#sevillapara (Mayo de 2012)