rafael martin riveraRAFAEL MARTÍN RIVERA 

Sí, soy culpable, entre otras cosas, de una subida generalizada de impuestos. Gracias a mí España sufre un saqueo tributario cercano a la confiscación que machaca a las clases medias, y a las que lo han dejado de ser, por mi empeño en un sinfín de medidas progresistas de lo más ocurrente, y de las que, por cierto, ando tremendamente orgulloso; pues tales son motivo de felicitación, jolgorio y jaleo entre esos sabidillos del BM, el FMI y la UE, que son a las previsiones macro, lo que la FED y el BCE a la disciplina monetaria; y con el mismo acierto.

Primero fue el IRPF sobre las rentas del trabajo, con unas retenciones para quitar la respiración. A todos los ricos –la mayoría de este país– que cobran entre 17.000 euros y 53.000 euros, les he metido de un 17% a un 40%. Por eso de redondear y ser equitativo, pensé en un 17% y un 53%; pero me descabalaba los números para los ingresos superiores a 100.000 euros. ¡Qué alegría pensar que hubiésemos podido llegar al 100%! No pudo ser, y así a los que ganan más de 300.000, me he conformado con levantarles un 52%, que no está nada mal. Cualquiera diría que mi intención es que terminen por desistir de ganar tanto dinero, o cuando menos de declararlo…, y es cierto; resulta insultante y obsceno que declaren tales sueldos. Con un poco de suerte también les convenzo de que dejen de trabajar; ya les vale trabajar más de la mitad del año, sólo para pagar impuestos.

Mi siguiente gran objetivo han sido los autónomos, empeñados en sobrevivir con el autoempleo, y mantener este país con trabajillos de tres al cuarto y unos sueldos de risa. Dan una imagen lamentable… Por lo pronto, les he metido del tirón a todos los profesionales liberales una subida en las retenciones de 6 puntos: del 15% al 21%; adecuando convenientemente el tipo de IVA para que no se hagan líos en la facturación (también al 21%). Y no contento aún, para que se vayan haciendo a la idea de que esto no es jauja, se me ha ocurrido colar de tapadillo un incremento de un 20% en las cotizaciones a la Seguridad Social a todos aquellos que además ejerzan funciones de administrador, en esas empresitas de «Yo-mismo S.L.» que no pasan de un trabajador; total sólo son el 50% de las PYMES españolas… A los demás, y a aquellos insensatos que hubieran tenido la ocurrencia de contratar a más de diez trabajadores, ya les había advertido en los PGE de este año, así es que no tienen motivos para quejarse. Este es el modo en que yo premio el esfuerzo por el empleo.

Pero como esto de los autónomos es mi gran obsesión, no he podido reprimir los impulsos de castigar su pertinaz actitud; con lo que me he cargado el IVA reducido y les he zumbado una subida generalizada del IVA de 13 puntos a peluqueros, floristas, cines, teatros y funerarias. El resto, como ya se habían acostumbrado durante unos meses al 18%, en nada había de importarles que les subiera al 21%; aunque como tenía bastantes ganas de fastidiar, se lo hice a mitad del tercer trimestre (con fecha 1 de septiembre), en eso de complicarles un poquito la contabilidad y las declaraciones del 303, del 390 y del 347 de 2012. Un pequeño error, y ¡zas!, sanción que te crió. ¡Qué mala leche tengo!

Al resto de los mortales; esto es, las familias y otros indeseables sustentadores del Estado. Esos que van a los centros comerciales los domingos, al cine entre semana, de vez en cuando a la peluquería y, además, tienen la mala costumbre de ponerse enfermos y morirse, también se las estoy haciendo pasar canutas con estas subiditas del IVA. ¡Aquí no se libra nadie! Así, además de todo lo anterior, de paso, les he incrementado el precio de la luz, el teléfono, la gasolina, la adquisición de la vivienda nueva, y de todos los bienes de consumo…; ¡ahí es nada!, hasta el material didáctico escolar. Todo al 21%, como tiene que ser. A la hostelería sólo le he metido dos puntitos más y el fútbol ni lo he tocado, ¿cómo pueden decir que no me preocupo de las familias?

Mas como, la verdad, es que aún me parecían poco progresistas las medidas acometidas para desgraciar definitivamente al personal, me he cebado también con los premios de las loterías del Estado y el ahorro. Las loterías: 250 años de historia «repartiendo ilusión», y en su glorioso aniversario le he metido un 20% de retenciones a los premios de más de 2.500 Euros…; y luego, a declararlo en la renta, como es natural. Se acabó eso de que en el primer año no se tributaba ni un duro, y en los siguientes sólo se venía tributando sobre el patrimonio y los rendimientos generados.

En estas, el ahorro no podía ser menos. No soporto el ahorro, como buen socialdemócrata que soy. Así, siguiendo la estela keynesiana, y para fomentar el consumo y la inversión, que previamente me he fulminado subiendo el IVA, le meto otro 21% de retenciones. Como es natural también.

Mi afán recaudatorio me ha llevado incluso a implantar las tasas judiciales… ¿Quién lo iba a decir? Total en ayuntamientos y comunidades autónomas, existen tasas hasta por recoger la basura –con huelgas incluidas y sin servicios mínimos–. Acerquemos la justicia pues a la realidad de la calle, papeleras y contenedores.

Sin embargo, temo haberme extendido demasiado en mis proezas tributarias y de economía doméstica, dejando de lado esos otros asuntos importantes de los que también habré de ser culpable, y con mayor pesar.

Sí, sin duda, me declaro culpable de la excarcelación de presos etarras, y de otros que debieran permanecer, por sus atrocidades, el resto de su vida en prisión. Aquí no se me ocurre chanza que hacer, ni procede, pues es asunto que me disgusta mucho. Como también me disgusta que el aborto haya rebasado esa franja de la despenalización para convertirse en derecho, no de la víctima, sino del agresor, amparado por unos «supuestos», torticeros y engañosos, que habrán de seguir permitiendo la comisión masiva de un acto atroz sin límite alguno; como si ninguna ley hubiera.

Soy, en fin, culpable de mucha infelicidad entre los españoles, que ven que ni la más alta institución se libra de la corrupción, y que lejos está de ponerse coto a este mal que nos esquilma la bolsa y la vida. No he contribuido a mejorar la honestidad de los políticos, ni a mejorar la imagen de España. España, o lo que queda de ella, está aún más dividida por reyezuelos territoriales que miran sólo por sus intereses, y que sólo arrojan odio y rencor sobre sus semejantes. He conseguido lo que muchos no creían posible: que los que se sentían españoles esquiven hoy el orgullo de serlo…; casi es mejor que le tomen a uno por otra cosa.

Pero para mayor disgusto de todos, lo que me he cargado sin remedio es la ilusión de muchas buenas personas, que ven que esto no tiene buen ni fácil remedio, pues he propiciado ese «más de lo mismo» que agota las conciencias y el ánimo de la gente honrada.

Sigue habiendo cinco millones de parados; a los pensionistas les he subido dos euros al mes; las empresas grandes y pequeñas siguen cerrando (unas 30.000 más), y los pequeños negocios también; los ERE proliferan por doquier, especialmente entre las empresas más emblemáticas; no he hecho nada por mejorar la educación ni la sanidad, sino que he detraído recursos…

No soy Mariano Rajoy ni diputado o senador del Partido Popular, tampoco Ministro o Secretario de Estado, ni ejerzo responsabilidad gubernamental o administrativa alguna, pero ejercí mi derecho de voto el 20 de noviembre de 2011, y erré. Erré sobremanera. Nunca pude imaginar que mi voto en unas elecciones generales pudiera llegar a provocar tanta desazón, ni tanto pesar… Pido perdón, por tanto, pues soy culpable, con aquel voto, de que el actual Gobierno goce de mayoría absoluta y haya de dirigir nuestros destinos dos años más. No habrá un tercero, se lo puedo asegurar. No con mi voto.

 20 de febrero de 2014

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