JUAN SEOANE.
Como es imposible hacerlo peor, y tras las declaraciones de ese inútil ministro, llamado Montoro sobre las “trasnmutadas” fincas de la Infanta, este País ha tocado fondo. Pero un fondo cenagoso, frente al cual el ciudadano no puede hacer absolutamente nada. Tan solo ver correr el tiempo, y si es consciente de la situación a la que le han llevado, deslegitimar a estos adictos a la mentira en una Abstención General en próximo comicios electorales.
En tan solo año y medio de periplo pepero capitaneado por un inútil y desorientado gallego, se están batiendo todos los records de incompetencia, de fraude y de mentiras colosales, ante una ciudadanía sumida en la más absoluta servidumbre voluntaria.
Los fenómenos de regeneración o son procesos reales y profundos de cambio, o no dejan de ser meros propósitos de buenas intenciones que no conducen más que a nuevas desilusiones. Esperar de este gobierno algo positivo, es creer en utopías irrealizables. No se puede proponer una regeneración de lo irregenerable. Entre reforma y regeneración, hay la misma distancia que entre medios y fines.
En el terreno de la moralidad publica, Rajoy profesa las mismas ideas espiritualistas del quietismo religioso; Pecad, pero sin conciencia de estar pecando. Y este pontevedrés de cara poliédrica, esta apuntalando el sistema antidemocrático del Estado de partidos, alimentando las reglas oligárquicas que lo elevaron al gobierno.
Sin visión del pasado todo se torna estéril y, en consecuencia, sin virtualidad de regenerar absolutamente nada. En esta inacabada transición política, el pasado es tan oculto como el porvenir. Olvidar lo vivido es participar en un futuro sin esperanza. Por eso Shakespeare llamó al olvido “monstruo de la ingratitud”. La pasión de olvidar, genera una ley social del olvido que obliga a olvidar la aplicación de la ley a los propios promulgadores que las infringen día tras día. Pues esas leyes tuvieron que recoger, de manera demagógica, los ideales que fueron traicionados. Si la ley se aplicase en los términos que proclaman los voceros del régimen, igualdad del ciudadano ante la ley, el sistema se regeneraría con independencia de la voluntad del gobernante. La ley del olvido conduce al olvido de la ley. Como sentenciaría el magistral Nietzsche; a los iguales igualdad, a los desiguales, desigualdad-así habla la justicia para nosotros en este Estado en descomposición, donde no existe ni estado de derecho.