ROBERTO CENTENO.
El grado de felonía de D. Mariano Rajoy Brey no tiene paralelo en la Historia de España, excepto en el caso de Fernando VII, que para congraciarse con Napoleón le felicitaba cada vez que obtenía una victoria sobre los españoles. Mariano Rajoy, una auténtica arma de destrucción masiva en lo económico y en lo social, paga a nuestros enemigos para congraciarse con ellos. Se ha convertido en el más grande colaborador de la sedición política para la destrucción de España, aceptando impávido todos los incumplimientos, todos los desmanes y todas las injurias a la historia y el alma unitaria de España por parte de una mafia secesionista tan despilfarradora y corrupta que ha dejado arruinada su región y acumulado un déficit tan brutal que le imposibilita atender a los gastos más imprescindibles.
Y en lugar de cumplir con su deber, Rajoy hace ostentación de su pasividad ante la agresión separatista y llama generosidad a la dejadez de las obligaciones que tiene un presidente de Gobierno ante el riesgo evidente de la ruptura de la unidad de España. Mientras la brecha de pobreza se ha duplicado entre las CCAA en cinco años, Rajoy se comporta como un auténtico sociópata social al que no le importa hacer el mal para conseguir su permanencia en un poder subalterno, exigiendo que las regiones más pobres subvencionen a las más ricas. Rajoy siente auténtico pánico ante los enemigos de la unidad de España, unos enanos que sólo se crecen en la medida que Rajoy se empequeñece. Está paralizado de miedo. Y una prueba de hasta dónde llega su colaboración con la sedición está en la renuncia a la soberanía de las leyes españolas en materia educativa, pues tiene que recurrir a un subterfugio (pagar la enseñanza del español) absolutamente indigno de un Estado soberano.
La unidad de España atacada por el Gobierno y el Parlamento catalanes, atacada e insultada por las embajadas catalanas y por la mayoría de medios de comunicación catalanes, todo ello pagado con nuestro dinero, y con la tolerancia o incluso simpatía de la mayoría del empresariado industrial y financiero catalán, que realiza el 70% de sus negocios en el resto de España. Ante esta gravísima situación, ¿qué hace el Rey? ¿No tiene nada que decir o hacer? Según la Constitución, el Rey arbitra y modera las instituciones. La Generalitat y el Gobierno son instituciones que han entrado en un camino de conflicto irreconciliable. El Rey no hace nada. El Rey no cumple su función constitucional. En una república, el presidente sería destituido si hiciera lo mismo.
“Cataluña nos roba”
Si no fuéramos una de las naciones más viejas del mundo, con más de 500 años de antigüedad y que, en consecuencia, no ha lugar a hablar de ‘robos’ entre regiones de un mismo país, tendríamos que afirmar lo que dicen falsa y torticeramente los nacionalistas, sólo que al revés: “Cataluña nos roba”. Las tres grandes balanzas de flujos económicos existentes (la fiscal, la comercial y de servicios y la de ahorro-inversión) son escandalosamente favorables para Cataluña.
Fiscalmente, pagan menos de lo que reciben, en contra de lo afirmado por la chusma separatista, y no refutado por este Gobierno de irresponsables y cobardes a pesar de tener todas las cifras. Comercialmente, nos venden mucho más de lo que nos compran, y además realizan campañas institucionales para que no se consuman productos fabricados en otras regiones y se adquieran sólo productos catalanes, el famoso “compreu” y “no compreu”. En conjunto,el superávit comercial y de servicios con el resto de España supera los 50.000 millones (22.000+29.000). Y financieramente, el ahorro captado por las sucursales de sus bancos en el resto de España -más de 300.000 millones de euros- financia el 70% de las inversiones y créditos en Cataluña.
Se trata de un desequilibrio tan brutal que, desde un punto de vista exclusivamente económico, sería mucho más ventajosa para el resto de España la separación de Cataluña y la ruptura de todas las relaciones económicas, financieras y comerciales. Cataluña perdería el 50% de su PIB. Únanle la salida del euro y su sustitución por una moneda propia, y la ruina de familias y empresas está asegurada: perderían entre el 30 y el 40% de su riqueza.
Es en este contexto de enorme excedente económico con el resto de España donde resulta absolutamente inaudito que un señor que se dice presidente de la nación proponga que con la región más beneficiada del país -después de la situación demencial del País Vasco y Navarra, única en el mundo (1)- los más pobres, además de dejarse expoliar por los más ricos, deben ser generosos y darles mucho más aún, justo lo contrario de lo que ocurre en el mundo civilizado, donde las rentas más altas pagan más y más proporcionalmente. ¿Cómo se puede tener la desvergüenza de pedirle, por ejemplo, a un gallego, que compra cuatro veces más productos y servicios que los catalanes, que sea generoso con quien mantiene una relación económica tan desequilibrada y que, además, aconseja que no se compren productos gallegos? O a un extremeño, seis veces más.
El mito de la balanza fiscal
En los últimos años se han realizado varios análisis de la balanza fiscal de Cataluña por instituciones independientes del poder político como Convivencia Cívica de Cataluña, el Centro de Estudios de Economía de la Universidad Rey Juan Carlos y otros, y el resultado es inequívoco en todos ellos: el Gobierno catalán ha estado mintiendo descarada y sistemáticamente para alimentar su principal bandera política sobre la base de aumentar las salidas reales y disminuir la entradas.
Desde el año 2009, Cataluña recibe del resto de España un 4% más de lo que aporta. Esa es la principal conclusión de un exhaustivo análisis realizado por Convivencia Cívica Catalana. Cataluña no sólo no pagó los 16.410 millones de euros que aducen los nacionalistas, sino que tuvo un superávit con el Estado de 4.015 millones como diferencia de los flujos no financieros de ingresos y pagos. En el análisis se describen pormenorizadamente las artimañas y los artificios contables utilizados por Mas–Colell para “demostrar”, como le había pedido su indigno jefe, que el déficit fiscal de Cataluña en 2009 era del 8,4% de su PIB.
Para ello, este ilustre profesor al servicio no de la verdad sino de nacionalismo radical, imputa como “ingresos detraídos de Cataluña” (impuestos recaudados que “salen” de la comunidad) la parte alícuota del déficit del Estado (un 20%) que se incrementa como aportación a España, cuando esta ha sido financiada con dinero del BCE, lo que incrementa el saldo negativo de la comunidad en 15.000 millones. El disparate llega al extremo grotesco de considerar que los IVA pagados por los no catalanes en Cataluña corresponden a Cataluña.
Luego, la manipulación más descarada consistente en “no imputar a Cataluña importantes gastos e inversiones del Estado que deben prorratearse entre todas las autonomías”. Así, de los gastos en política exterior que superan los 800 millones de euros, a ellos les corresponden, según Mas-Collel, cero euros. Los gastos de Defensa, de los que les corresponderían 1.600 millones, los reducen a 300, y la parte alícuota de las principales agencias y organismos estatales la rebajan a cero porque sí. El INEM tiene a su cargo a 850.000 parados catalanes, hecho que olímpicamente ignoran. De todas formas, el problema no es que la mafia separatista mienta, esa es su razón de ser. El problema es ¿cómo resulta posible que teniendo Montoro todos los datos no los haga públicos?
Balanza comercial y de servicios
Aquí el descuadre es brutal. Les compramos 65.000 millones de euros y nos compran 43.000, lo que representa un superávit de 22.000 millones, y en caso de ruptura lo iban a tener que ir a vender a otra parte. Si a eso sumamos los servicios, fundamentalmente bancarios, donde los bancos catalanes realizan el 70% de su negocio fuera de Cataluña y que además, gracias a las absorciones bancarias pagadas con nuestro dinero, controlan ya el 36% del ahorro (un 80% más del tamaño de la economía catalana, o la cifra de negocio de Gas Natural) fuera de Cataluña, el superávit comercial supera los 50.000 millones.
Pero el tema es peor aún. Las grandes multinacionales de automoción, alimentación y farmacia que representan el grueso de la producción y de las exportaciones de la región, se instalaron en Cataluña para suministrar a la totalidad del mercado español y el resto lo exportan. Si se produjera la secesión, dejarían de suministrar sus productos a su mercado esencial, lo que les obligaría a abandonar Cataluña, algo que todas se están planteando ya, aunque los separatistas lo oculten cuidadosamente a los ciudadanos catalanes. El resultado sería entonces no sólo la pérdida del mercado español, sino también de la exportación porque se verían obligadas a cambiar de localización sus plantas. La renta per cápita de Cataluña se situaría al nivel de Portugal.
Balanzas de ahorro-inversión
Y si vamos a las balanzas de ahorro-inversión, las entidades financieras catalanas, gracias a decenas de miles de millones de todos los españoles –casos de la CAM o el Banco de Valencia-, tienen hoy un 36% del sector, frente a un 20% que representa su PIB regional. El ahorro captado en Galicia, Madrid o Extremadura se emplea en la financiación de la actividad económica y empresarial catalana. Peor aún, los grandes monopolios del gas y del petróleo, controlados por empresas catalanas que no han movido un dedo para frenar la locura separatista de Arturo Mas, excepto para pedir “diálogo” y cesiones sin límite, que recibieron en su día esos monopolios públicos por la décima parte de su valor, nos cobran hoy el gas natural y las gasolinas antes de impuestos más caras de Europa.
En todo caso, la solución es meridianamente clara: condicionar cualquier tipo de ayuda a la renuncia explicita a la independencia, al cumplimiento estricto de la ley y de la Constitución. Si no lo hacen, ¡ni agua! Se dejaría quebrar a estos mafiosos y una vez quebrada, se intervendría la autonomía gobernada por estos separatistas mafiosos y corruptos que no han sabido gestionarla en más de 30 años, la han hecho retroceder al cuarto lugar en renta per cápita, y han aniquilado el otrora floreciente tejido productivo autóctono. Sólo les quedan propios la alimentación y los servicios. Barcelona, la gran capital industrial, es hoy una ciudad de congresos. Adicionalmente, habría que convocar a los grandes empresarios catalanes y a las multinacionales allí instaladas y explicarles con toda claridad que dejen de jugar con las cosas de comer, que si se produce la secesión deberán abandonar España, el mercado español quedará cerrado para ellos y no entraran jamás ni en la UE ni en el euro ¿Es que el cobarde patológico que tenemos como presidente es incapaz de entender algo tan sencillo?
(1) El expolio fiscal (estafa del cupo +IVA de productos vascos vendidos en otras regiones ingresados en las diputaciones forales y no devueltos) al conjunto del Estado añade más de 5.000 euros a su renta per cápita.