ROBERTO CENTENO.
La pasada semana se produjeron dos acontecimientos que permiten situar a Rajoy en su verdadero sitio: todo lo opuesto a un líder, un desastre sin paliativos. El primero ha sido la muerte de la Sra. Thatcher, una figura arrolladora, un auténtico gigante en la escena política del siglo XX, honra de su país y de toda una época, una mujer sin complejos y de convicciones profundas, una patriota implacable con el terrorismo y con la defensa de la unidad nacional. Fue la antítesis de todo lo que Rajoy es y representa, un apparatchik trepador y mentiroso, sin convicciones ni principios, carente de una idea nacional y sin sentido patriótico alguno, que finge regir los destinos de España cuando no domina ni el suyo propio. Una auténtica tragedia española.
Rajoy ganó las elecciones con un programa electoral falso. Thatcher nunca engañó a nadie. Llevó adelante sus promesas sin vacilación y con una coherencia absoluta. “No soy una política de consenso, soy una política de convicciones”, un contraste abisal con un Rajoy para quien parece pensada aquella mítica frase de Groucho Marx: “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”. Sin coherencia ni firmeza, ni sentido nacional alguno, incapaz de poner orden en su propia casa. Si ni fue ni es capaz de gobernar las autonomías y ayuntamientos bajo su mandato que funcionaron y funcionan por libre y sin control alguno, ¿cómo va a ser capaz de gobernar España? Rajoy tiene el poder, pero carece de agallas para ejercerlo.
La pequeñez de Rajoy alimenta los separatismos
“Cuando haya que defender los principios y el bien, Gran Bretaña empuñará las armas”, decía Thatcher, la patriota. Y el cobarde Rajoy ni siquiera empuña la ley para defender ni los principios ni el bien. El Gobierno catalán decide no cumplir la sentencia que le obliga a escolarizar a los niños que lo soliciten en castellano, vulnerando la ley y los derechos humanos mas elementales, pero el antilíder, un cobarde patológico, es incapaz de cortar de raíz una tropelía inimaginable en el mundo civilizado. Thatcher habría destituido a todo el Gobierno en el acto y eliminado la autonomía de Cataluña sin despeinarse.
Como dice mi maestro Antonio García Trevijano, el mayor jurista y pensador político de nuestro siglo, “el antilíder no mueve a la acción colectiva porque ignora el poder de la voluntad de la ley contra los pequeños divisores de la patria. Al no liderarse ni siquiera a sí mismo, el antilíder ignora que su debilidad y su pequeñez son las únicas causas de la aparente fortaleza del nacionalismo identitario excluyente. Sin Rajoy, sus criaturas Arturo Mas e Iñigo Urkullu no habrían pasado de ser presidentes de casino de pueblo”.
La indecisión de Rajoy le lleva al extremo de sustituir la acción política por el juicio del tribunal político que es el Tribunal Constitucional. Fue un notorio escándalo que este tribunal se atreviera a interpretar la aplicación futura del Estatuto de Cataluña, cuando su función estaba limitada a resolver la cuestión de su constitucionalidad. De esta manera un poder constituido, el Tribunal Constitucional, se convierte en poder constituyente y Rajoy abandona el poder de decisión, que es su obligación, para que el Tribunal dirija la acción política que su cobardía patológica le impide realizar.
En el Estatut, el Tribunal Constitucional invadió el terreno constituyenteinterpretando las normas del Estatuto contrarias a la Carta Magna, en lugar de haber declarado su nulidad. Dijeron: “Esto sería legal si se interpretara así…”, interpretación que fue ignorada por el Gobierno catalán y ni el Tribunal Constitucional ni el Gobierno de España reaccionaron ante tamaña violación de la norma constitucional. Si en España hubiera juristas de talla histórica, no cabe duda de que su dictamen sería terminante: más grave que el delito de sedición imputable a los dirigentes separatistas es la alta traición de las autoridades gubernamentales, judiciales y del Tribunal Constitucional, que llevan años alimentando con su cobardía y su complejo de culpabilidad franquista el auge de las fuerzas nacionalistas. No hay pena que pague el daño que esta patrulla de arribistas están causando a España y a los españoles.
Y en esta misma línea ahí tienen ustedes a los niñatos de Rajoy en el País Vasco, diciendo que a lo que aspiran es a ¡entenderse con Bildu! Ni tienen vergüenza, ni tienen honor. Son unos traidores a sus votantes primero, y a España, después. Han aceptado como normal la dialéctica chantajista, permitiendo que con nuestro dinero se financien políticas identitarias dirigidas a la secesión mientras se eliminan becas comedor, se quita el dinero a los dependientes, a los pensionistas y a los parados. Han aceptado como normal que se burlen impunemente las sentencias de los tribunales y son incapaces de utilizar todos los elementos de la Constitución y de la ley. Y, por supuesto, el artículo 155, que no está de adorno, señor Rajoy, está para aplicarlo y cumplirlo, como hizo Tony Blair con el Ulster.
Pero es que Rajoy es tan increíblemente cobarde que ni siquiera concibe que pueda imponer la voluntad de la ley a la sedición de las fuerzas separatistas que se agrandan en la misma medida en que se empequeñece el antilíder. Es totalmente incapaz de poner punto final al desafío separatista. ¿En qué país del mundo podría concebirse que un Gobierno local ponga en marcha instituciones nacionales con total impunidad y sin oposición alguna? Su objetivo es ganar tiempo, perder la batalla de su destino si es que los españoles, y particularmente quienes más están obligados a ello porque han jurado solemnemente defender la unidad de la patria, no somos capaces de impedirlo.
Políticas de crecimiento y políticas de hundimiento
El segundo se refiere al programa económico del primer ministro japonés, Shiro Abe, para la recuperación de su país. Una vez más, la antítesis de Rajoy. El Gobierno nipón ha diseñado un programa integral que implica medidas monetarias, fiscales y estructurales, las “tres flechas” en palabras de Shiro Abe: una sola puede romperse, pero las tres juntas son indestructibles. La política monetaria se centra en una avalancha de liquidez de proporciones nunca vistas, el equivalente al 30% del PIB en los dos próximos años. Pero la clave no es tanto la cantidad como el destino de la misma en dos cuestiones esenciales: la solución de los problemas de financiación hipotecaria ayudando a los propietarios de viviendas al pago de las mismas y al acceso a la financiación de las pequeñas y medianas empresas. La política fiscal que se reduce a una sola cosa, o mejor a dos caras de la misma moneda: rebajas de impuestos y recorte de gasto público.
Y las reformas estructurales, que abarcan un paquete muy amplio que va desde incrementar la competencia efectiva acabando con cualquier vestigio de prácticas monopolistas o simplemente restrictivas de la competencia a una moral pública incuestionada e incuestionable, pasando por (¡asómbrense!) subidas de salarios a la población hasta el punto de que ya mismo, no el año que viene como acostumbra a decir Rajoy, muchas empresas van a dar una paga extra a sus empleados.
Esto ilustra perfectamente por qué las medidas de Rajoy no llevan al crecimiento, sino al hundimiento. Son justo la antítesis. Empecemos por la política monetaria. España carece de política monetaria autónoma, pero tiene el equivalente: la barra libre del BCE. España ha recibido ya más del 30% del PIB, más que la expansión prevista en Japón, pero con una diferencia abismal: ni un solo euro ha sido destinado a la economía real ni a las familias. Ahora Rajoy pide al BCE más dinero aún. ¿Para qué? ¿Para financiar el expolio del Gobierno bolchevique de Andalucía y el proceso secesionista de los separatistas vascos y catalanes? La señora Merkel ya le ha contestado: “Lo que tiene que hacer España es recortar el gasto”.
Pero no son sólo el soviet andaluz con un 60% de paro juvenil y los separatistas. ¿Saben ustedes que el Parlamento de Extremadura acaba de aprobar una “renta básica” de 700 euros para todos los extremeños mayores de 25 años a pagar por todos los españoles? ¿Pero qué casta política de descerebrados y traidores tenemos en España? “Tratar de violentar el voto es nazismo puro” -dice Maricospe-. “¿Acaso tienen derecho a saquearnos sólo por estar en una lista?”. “Los políticos no son el problema”, añade la aspirante a presidenta. ¿Y quién sino ellos, sus 17 autonomías y sus dos millones de enchufados nos han llevado a la ruina a nosotros y a nuestros hijos? Peor aún. ¿Cómo un personaje que ni siquiera es capaz de controlar a unos locos peligrosos que están bajo su mando pretende gobernar España?
Y finalmente la política fiscal: bajar impuestos y recortar gasto en Japón, subir impuestos a lo bestia -9.200 millones solo en el primer trimestre (1)- y mantener el despilfarro público intacto en España. Y lo peor está por llegar. El próximo día 26, según Economía, se aprobará “una nueva fiscalidad en línea con lo pedido por Bruselas”. O sea, subidas generalizadas de impuestos. Pero el recorte del gasto que se ha pedido también ni se menciona. Montoro desmiente a Economía diciendo que no subirá impuestos. No se lo crean. Los tipos pueden no subir, pero eliminarán deducciones y en el IVA recortarán los tipos reducidos. Es decir, nos van a freír.
Ahora bien, esto es sólo ganar tiempo, porque ¿cómo puede nadie salir de una crisis reduciendo el consumo y la inversión, con la financiación cayendo en picado y el endeudamiento creciendo exponencialmente? ¡Ya vale de tomarnos por imbéciles! El Gobierno esgrime como gran mérito el no haber pedido un rescate, pero la opinión del mercado es que ha sido un error monumental, porque ha sido a costa de someter a la economía a unas condiciones financieras inasumibles. Y finalmente las reformas estructurales, donde Rajoy hace todo lo contrario que Shiro Abe: reducir salarios y mantener intacto el poder monopolístico, lo que recorta aún más la renta disponible. ¡Váyase, señor Rajoy! ¡Váyase!
(1). “Usted llama coraje a ir siempre contra los más débiles”, le espetó Rosa Díez a Rajoy en el Congreso. En el primer trimestre de 2013 se han implementado los siguientes impuestos o recortes, todos sobre los más débiles: revisión del valor catastral de 3 millones de viviendas, 1.400 millones; supresión de la deducción por vivienda, 1.800 millones; nuevo real decreto ley que endurece el acceso a la jubilación, un recorte de 4.800 millones oficial aunque la realidad será mayor; impuesto sobre la contaminación de los automóviles, fundamentalmente los más viejos, 1.200 millones. Y en seis meses deberán estar listas las propuestas para “garantizar la sostenibilidad” de las pensiones, que van a suponer un nuevo recorte en torno al 20% en dos años, y otro recorte de las prestaciones por desempleo.
PD: Lo explicado sobre políticas de crecimiento y de hundimiento no son juicios de valor, son hechos que pueden guiar su comportamiento económico. Muchos lectores y oyentes me preguntan qué hacer con su dinero, así que para aquellos dispuestos a correr riesgos -aunque menos que dejarlo en un depósito al alcance de Montoro- la bolsa japonesa presenta unas expectativas muy superiores a la española. Mi recomendación es invertir en ETF replicando índices o fondos bien gestionados. Tres ideas: EWJ replica el índice MSCI, el más grande y líquido de Japón; Goldman Sachs Japan Portfolio y JPMorgan Japanese Investment Trust. Esta ha sido mi última inversión. Pero, ojo: la bolsa siempre es un riesgo.