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PACO BONO SANZ

El presidente del gobierno de la oligarquía de partidos estatales que rige España ha animado a los catalanes a que, el próximo 27 de septiembre, voten a los partidos no independentistas “porque es su obligación defender su país”. Sí, Rajoy, el mismo que ha hecho dejación de funciones, ya que no ha utilizado ninguno de los mecanismos de los que dispone el Estado para impedir que Artur Mas continúe cometiendo un delito tan grave como el de sedición. Los partidos denominados “constitucionalistas” apelan al voto y a la falsa constitución de 1978 para salvar España. ¿Dónde está escrito en la historia que se pueda defender una nación votando? ¿Cuándo se ha votado la unidad de España? ¿Quién la ha votado? El acomplejado presidente y su oligarquía, todos herederos de Franco, neofranquistas por la naturaleza incontrolada de su poder, confían en un caballo de Troya para detener a quienes no desean tanto la independencia de Cataluña como sí ostentar un poder absoluto.

 

Olvida Mariano Rajoy que es esta constitución (falsa, porque no separa los poderes) la que introdujo el café para todos que supuso el insólito hecho de que un Estado se dividiera a sí mismo en delegaciones de poder regional de naturaleza casi federal. Una locura sólo posible con gobernantes tan vanidosos, ambiciosos e ignorantes en lo político como Adolfo Suárez y su generación. Las autonomías se convirtieron inmediatamente en ranchos de poder de pequeñas oligarquías dependientes o no de supuestos partidos nacionales, que no son más que órganos del Estado, pagados por el Estado y con una estructura que podríamos llamar facciosa cuando no fascista. ¿Pues a qué puede aspirar un partido estatal sino a la integración de sus masas en el Estado?

 

Sin embargo, lo más siniestro de este régimen de poder no son las autonomías en sí, ni siquiera que aquéllas se hayan convertido en estructuras de corrupción por sistema prácticamente desde su constitución; tampoco lo es la corrupción a todos los niveles que, como ya anunciara Don Antonio García-Trevijano en los años de la mal llamada Transición, se convertiría en factor de gobierno. No, lo más grave es el sistema electoral al que se somete este régimen de poder y su oligarquía, un sistema proporcional de listas de partido con el que no cabe más representación que la del jefe de partido que redacta las listas. En definitiva, una constitución falsa y técnicamente chapucera, un sistema electoral no representativo y claramente antidemocrático, y una división del Estado y, por ende, de la Nación en diecinueve autonomías es el verdadero cáncer que padece España.

 

La cobardía de Rajoy es menor que su responsabilidad ante los trágicos acontecimientos, no sólo por no haber hecho nada para detener o minimizar al máximo el independentismo, sino porque al pedir el voto para defender la unidad de España está aceptando que dicha unidad se pueda someter a votación. Ignora Mariano que España es en sí misma un todo, que Cataluña no se puede separar de España sin dejar antes de ser Cataluña, y que si Cataluña se suicida para conceder el poder absoluto a unos nacionalistas enloquecidos, España dejará de existir con ella. No estamos hablando de la independencia de Cataluña, sino de la destrucción de una nación, de la desaparición de nuestra nacionalidad española. ¿Le parece que algo tan serio se pueda someter a la decisión de una única generación de españoles? La Nación es resultado de la historia, no de la voluntad, es un hecho de existencia. La democracia, si la hubiera en España, sería competente para resolver conflictos de naturaleza experiencial y no existencial. No existe el derecho a votar sobre la unidad de España como tampoco el de decidir colectivamente si Dios existe o no. El 27 de septiembre animo a los catalanes a que den la espalda a la oligarquía no votando. Sólo así se defiende España y la libertad política. La primera, porque no se puede destruir votando. La segunda, porque para derrocar al régimen, primero hay que deslegitimarlo. Para una verdadera democracia representativa que garantice la libertad política y la unidad de España respetando su diversidad folclórica y cultural: ¡libertad constituyente ya!

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