PACO BONO SANZ.
Federico está indignado, Jiménez Losantos, digo. Esa persona brillante que yo admiraba y ahora me defrauda. Cuánto tiempo en estado de frustración. ¿A dónde nos llevabas Federico? ¿Qué querías de nosotros cuando radiaste aquella multitudinaria manifestación que acabó bajo la bandera de Colón con un Rajoy enchufado al patriotismo? Dichosos asesores… Luego cambió Mariano, como también lo hizo el periodista. Lo recuerdo perfectamente, ocurrió allá por el dos mil siete, unos años antes de mi conversión al republicanismo activo. Cientos de miles de ciudadanos salieron a la calle para exigir al gobierno de Zapatero que no cediera ante el chantaje etarra. En la cabecera, los de siempre, los dirigentes del gran partido en la oposición, con su pancarta consensuada. ¿Qué paso? Nada, una nueva euforia trasnochada…
Pocos meses después se celebraron las elecciones generales al congreso de los diputados y, por ende en una partidocracia de negociación proporcional, a la presidencia del gobierno. Mariano se quedó a las puertas, dijo adiós, y no se fue. Es lo que tiene el sistema, no hay presidente que llegue a serlo a la primera, pues importa poco el rechazo ciudadano cuando gozas del poder de despreciarlo y del tiempo necesario para embaucarlo de nuevo. Zapatero fue reelegido. Saltos en Ferraz, fiesta… Lo acontecido después, lo conocen de sobra; la crisis, el chorreo de parados, la destrucción de miles de empresas… hasta hoy, con un Rajoy en el sillón, heredero del enésimo fracaso, que es la fórmula de elección de gobernante en la España de la monarquía de partidos. Hay que hacerlo peor que el anterior para ser eliminado, y aún así te vas casa con el bolsillo lleno y una paga de por vida. ¡Generosa es España para algunos!
¿Hemos ido a mejor como Nación tras tantos “cambios” de sigla? No. ¿Es por tanto un problema ideológico o de acción de partido el que padece España? No. Entonces, ¿por qué sigue Federico con su juego? ¿Qué fin tiene el cabrear a varios cientos de miles de súbditos todas las mañanas si luego pide el voto a sabiendas de que la acción del elegido conllevará una nueva traición política a su “electorado”? Hemos cruzado la barrera de la frustración. Hemos visto ya demasiadas cosas como para creer en la acción de los dirigentes partidócratas o en la palabra de los periodistas que los analizan como quien regaña a un niño que se ha portado mal. ¡Cómo te los has llevado! ¡Calentito!
El periodista matinal de Esradio conoce perfectamente el significado de libertad política, sabe cómo se ha de articular una verdadera democracia, representativa, con separación de poderes e independencia judicial y, sin embargo, no hace nada para alentar el cambio de régimen. Presume de haber sido víctima de un complot en la Cope, pero hay muy poco de heroico en su quehacer diario, cuando llega a incluso a tildar de golpistas a los movimientos ciudadanos que piden la apertura de un proceso de libertad constituyente para la Nación Española.
Y yo aquí, testigo de toda esta miseria, que ya empiezo a entrar en años, escuchando cómo la gente de mi entorno se queja de que en la comunidad valenciana, gobernada por el Partido Popular (antes ocurría lo mismo con el PSOE, quede claro) al que tantas horas de radio dedica Federico, cada vez hay menos colegios en los que se pueda estudiar en la lengua común de todos los españoles. Los partidos imponen la “inmersión lingüística” y esto indigna a muchos, pero ¡son pocos los que se atreven a afirmar que es la partidocracia la responsable de esta atrocidad propia de las dictaduras nacionalsocialistas del pasado! ¡Mercadeo lingüístico! ¡Una fechoría más del régimen de la Transición y la Traición! ¡Subvención y mercadeo público! ¡Estraperlo democrático!
En Valencia, señores periodistas, nos gobierna un presidente que se presentó a Alcalde de Castellón. ¡A Don Alberto Fabra lo votaron para concejal y procurador, y acabó dominando esta autonomía por decisión de la cúpula de su partido! ¿No les alarma esto? Porque cualquier aspirante a ciudadano comprendería que estamos ante un “neofeudalismo”; con la diferencia de que esta vez el “señor” pide la aprobación de sus siervos antes de engañarlos, robarlos y traicionarlos “legalmente” (premio incluido).
¿Seguirá Federico denunciando a los ladrones, los farsantes y traidores mientras calla ante el sistema que los fomenta y los protege? En verdad siento tanta lástima por él y su degeneración, como miedo por mí. Pues veo que la única persona con agallas suficientes para plantarle cara al problema supera los ochenta y cinco años. En cambio, vosotros, “los del linchamiento”, sólo aspiráis a salvar lo vuestro, que temas para mercadear hay de sobra en estos magníficos tiempos para el periodismo de frustración. La historia se repite, Rubalcaba espera su turno. ¿Gritará de nuevo Federico?