ADRIAN PERALES.

Rubalcaba propone para solucionar la cuestión catalana que Cataluña sea un estado federal. ¿Pero sabe lo que quiere decir esto? Federación significa unión. No se puede juntar lo que ya está unido. No se federa más que aquello que esté separado. Para establecer artificialmente una unión federal entre España y Cataluña primero ésta tiene que ser declarada un estado independiente y luego asociarse con lo que quede de aquélla. Televisión Española habla en sus informativos de reuniones entre homólogos cuando Rajoy recibe a Artur Mas en la Moncloa. El PP dice que las cosas no son blancas o negras, y aclara que entre medias hay una rica tonalidad de grises. El Rey pide consenso y persigue a Artur Mas para salir juntos en las fotos y que no se salga del redil. El ridículo es general. El interés oculto de los partidos inconfesable. La confusión absoluta.

 

La desafección de la sociedad civil con la clase política ha hecho que se empiece a extender en los medios de comunicación la opinión de que el régimen autonómico actual es la causa del continuo proceso de radicalización del nacionalismo catalán y el lastre que pesa sobre las rentas que generamos todos los que no estamos en el Estado. Pero son ingenuos los que, estando de acuerdo con esta percepción, se preguntan por qué Rajoy no aprovecha esta oportunidad para imponer condiciones políticas a las comunidades autónomas quebradas para propiciar la desaparición de las no históricas y embridar el gasto público.

 

Sólo un gran genio puede salvar a un régimen que intenta aliviar a sus súbditos después de una larga opresión. Rajoy sabe que él no lo es. Los derechos feudales de la clase privilegiada fueron para el pueblo de Francia más odiosos que en ninguna otra parte de Europa aunque allí se dejaban sentir menos. A medida que se aligera el peso de los súbditos, liberándolos de las cargas de las clases privilegiadas, más  insoportables se advierten las injusticias de la casta. Los abusos que se eliminan parecen descubrir a los que quedan (Alexis Tocqueville). El PP no puede aliviarnos de la carga de las autonomías sin autodestruirse. Si aprovechase su mayoría absoluta, su considerable poder regional y la quiebra de algunas comunidades para eliminar el lastre de las autonomías quedaría en evidencia la razón de su existencia: colocar a sus afines mediocres. Los españoles advertirían que si pueden vivir mejor sin oligarquía autonómica también podrían hacerlo sin la estatal.  Por eso no lo hace. Por miedo.

 

Ni el Rey, ni el PP, ni el PSOE son capaces de contestar el desafío planteado por Mas que dice que “nadie puede impedir que los catalanes escojan su camino y que hay un amplio consenso en Cataluña que ha de conducir a la autodeterminación.” Nadie es capaz de replicarle. Artur Mas gana dialécticamente a sus “homólogos” aunque su argumento haría sonreír a los niños de un patio de colegio. Acaso después de haber jugado juntos en el recreo, ¿votan los niños convertirse en hermanos y elegir una madre?¿Acaso la madre ejerce su oficio por consenso de sus hijos? (Jorge Santayana.) Según los principios de Mas toda autoridad de la madre es usurpada si no se ejerce por el consentimiento de sus críos. Dice que los catalanes no han elegido ser españoles pero no se da cuenta de que el resto tampoco. Si nos hubiesen preguntado, quizá hubiésemos elegido otra cosa, pero no pudimos. No es una cuestión elegible, es una cuestión dada. ¿Cree que puede modificar algo existencial como es España sin violencia? ¿Cree que puede lograr la independencia sin establecer más imposiciones de las que dice sufrir? ¿Acaso no hay coacción en las medidas ideológicas que pretenden extirpar de Cataluña todo lo español a la fuerza?

 

Rajoy mantendrá un régimen autonómico insostenible para sostener su poder. No propiciará ningún cambio aunque esto conduzca a la quiebra del Estado. Rubalcaba, cooperador necesario del reparto de los privilegios de la clase política, no tendrá problemas en seguir manteniendo contradicciones imposibles con tal de parecer progresista. El Rey no puede ni siquiera atraer a Mas al plano de una foto. Ninguno tiene autoridad para contestarle. Ninguno le vence en sus respuestas. Por eso, la Vicepresidenta amenaza con usar todos los instrumentos institucionales para defender la ley. Perdida la batalla dialéctica con el nacionalismo catalán el PP no tiene otro recurso que la fuerza del Estado. El interés inconfesable del PP y el PSOE y la inferioridad de sus argumentos hacen que la deriva de los acontecimientos sea preocupante. El peligro que nace de la imposibilidad congénita de la clase política estatal para responder al nacionalismo catalán es lo que no quieren ver los votantes y periodistas de los partidos.

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