PACO BONO SANZ
Falsa constitución, yo te maldigo, texto escrito en secreto, trinchera del consenso político, plataforma para el pensamiento único, consecuencia del acuerdo entre franquistas, socialistas, comunistas y nacionalistas para el reparto del poder que le dejó en bandeja Franco a Juan Carlos, traición incluida. ¡Don Juan de Borbón!, ¡él fue la víctima! También lo fue Don Antonio García-Trevijano, pero con distinto destino. El primero acabó callando la verdad en aras de un falso honor y el segundo fue difamado, perseguido y apartado de los medios afines al nuevo régimen que no perdona la verdad.
Don Juan se comprometió ante Don Antonio, su leal abogado, tal y como éste ha hecho público en reiteradas ocasiones, a que permitiría la apertura de un periodo de libertad constituyente para que los españoles pudieran elegir la forma de Estado y de gobierno. Este compromiso resultaba inaceptable para el poder saliente franquista, pero también para el poder entrante socialista, que sin haber arriesgado ni un cuello en la lucha clandestina contra Franco, cuando Franco todavía era “El Caudillo” con todas sus consecuencias, iban a recibir el vellocino de oro de manos de Juan Carlos.
Lo hemos dicho muchas veces, pero hay que repetirlo las que sean necesarias, pues tan pésimo personaje para la historia de España, tiene un aeropuerto hoy con su nombre; nada menos que Barajas. Franco nombró a Juan Carlos contra la voluntad de su padre, Don Juan, quien mandó a Don Antonio la redacción de una carta en la que le prohibía a su hijo que aceptase la corona del dictador y le mandaba que respetase el orden dinástico establecido por su padre, el Rey Alfonso XIII, quien había nombrado heredero a Don Juan de Borbón. Pero por todos es sabido que Juan Carlos no hizo caso y que su padre calló durante el resto de sus años. Sus últimas palabras fueron: “Por España, majestad, viva el rey y viva España”. Lo leyó como un robot, le temblaban las manos tanto como el corazón y la conciencia, y eso que habían transcurrido ya casi diez años desde la traición.
Juan Carlos, ya coronado, nombró a Adolfo Suárez, antiguo jefe de la Falange, el que nos venden como el Kennedy español. ¡Anda que no dista! La historia se presenta como para no tomársela en serio, pero así fue. Don Adolfo Súarez, ávido de ambición y protagonismo, embriagado de vanidad, y demostrando un erróneo patriotismo, típico de todo falangista influenciado por la falsa idea de la subjetividad de la Nación, frívolamente descrita en el pésimo libro “España Invertebrada” de Don José Ortega y Gasset, preside la mesa de La Moncloa y toma tres medidas clave para el futuro de España: saca adelante una reforma política, o lo que es lo mismo, se continúa con el régimen franquista reformado; legaliza el partido comunista y declara la amnistía; y establece el café para todos, contentando así a los nacionalistas. Sí. No lo olvido. Retomo el tema de la secreta, ese inaplicable texto no constitucional de 1978; que ya lo dijo la Asamblea Nacional Constituyente Francesa en el artículo XVI de su Declaración de derechos del hombre y del ciudadano: “Una sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada, ni la separación de poderes determinada, no tiene Constitución”. La Constitución de 1978 es el verdadero enemigo de la Nación Española, porque la secuestra y la entrega a los enemigos de España, los suicidas nacionalistas.
Derrotados Don Juan y Don Antonio por Kissinger y por los reformistas, traicionados ambos por aquellos que habían permanecido a su lado durante los largos y duros años de exilio y de oposición a la dictadura franquista, la continuidad del régimen se enmascaró con el consenso, disfrazado de una democracia imposible por la previa ausencia de una constitución que separa los poderes. ¿Qué separación de poderes habría en un régimen fundado por los dedos, la traición y la mentira? El Estado organizó a la Nación, la dividió en feudos y lo llamó diversidad, como si fuera posible ponerle límites al aire. ¡Ah! Pero amigos, al poder, a eso no se puso ningún límite más allá del pacto y la corrupción por sistema. De aquellos lodos, estos barros. Ahora nos proponen un nuevo consenso constitucional, una nueva reforma del régimen franquista que todavía padecemos por su naturaleza incontrolable. ¿Dónde se encuentra la nueva traición que nos ocultan? En la ruptura de aquello que antes se repartió, la Nación: el suicidio nacional. Imaginen que el Papa se reuniera con los cardenales para votar sobre si Dios existe o no. ¡Resultaría inaudito! Sin embargo, he aquí lo que la nueva oleada de canallas oligarcas pretende hacer con una España hundida en una terrible crisis de existencia; y ahí es donde se suma PODEMOS al consenso, para su destrucción definitiva.