El neoliberalismo o liberalismo de nuestros tiempos no es democrático, pues no concibe la libertad política colectiva, contentándose con los regímenes parlamentarios a cuya sombra creció. Queda, por otra parte, en el terreno de lo utópico, pues la desregulación absoluta de la economía es una pura quimera. Moralmente es también rechazable pues pensar en poner la organización de la sociedad en mano de los ricos es aberrante (aunque es ya sabido que son los gabinetes técnicos de las empresas del IBEX los que elaboran las leyes que luego aprueba en su parlamento la oligarquía partidocrática, que es de una mediocridad descorazonadora).
Lo mismo que es absurdo considerar neoliberal al MCRC, sería igual de incongruente tenerlo por comunista, pues éste apuesta por la revolución de la libertad, no de la igualdad, utopía con la que se llenan la boca los viejos y nuevos demagogos como los de Podemos, cuya ambición totalitaria se enmascara bajo su propuesta de democracia social que choca contra la propia naturaleza humana, marcada por la desigualdad. En cambio, la consecución de la libertad política colectiva podría facilitar la reducción de la desigualdad de oportunidades tomada como uno de los rasgos de la sociedad neoliberal.