PACO BONO SANZ
Éste es el primero de una serie de artículos sobre la creación de la Junta Demócratica de España, inspirados en el vídeo que publiqué en Youtube con el título de Maverick. La retirada de Don Juan fue la que llevó a Don Antonio García-Trevijano a afrontar en soledad la continuidad de la lucha por la libertad política. Fue Don Antonio quien se encontró ante la tesitura de si debía tirar la toalla como Don Juan o si debía plantear una nueva idea para no tener que renunciar a la ruptura democrática, así como para ponerles difíciles las cosas a los franquistas, para que no lograran con facilidad su fin: la reforma política del franquismo para la instauración de una nueva monarquía con Juan Carlos como rey. Don Antonio García-Trevijano es conocido como Maverick. Así lo bautizaron los servicios secretos americanos, tal y como ha sido constatado en los documentos oficiales del espionaje americano publicados por Wikileaks.
En los años del final del Franquismo y de la Transición Española, un hombre consiguió el hecho inédito de la unión de toda la oposición contra una dictadura. Aquel hombre, arriesgando su vida y con su inteligencia como única arma, puso en jaque tanto a los franquistas como a las potencias internacionales (con EEUU a la cabeza) que, condicionadas por factores ideológicos y de estrategia política, estaban interesadas en que la reforma del franquismo saliera adelante en contra de la posibilidad de la ruptura democrática. “Para que yo sea libre, todos tienen que ser libres”, Antonio García-Trevijano.
PROGRAMA “LA CLAVE” (Principios de los 90), extractos de la intervención de Antonio García-Trevijano.
– Juan Carlos, a quien yo conocí mucho antes que a su padre, y con el que tenía una relación muy fácil por su parte, me llamó a la Zarzuela, siendo príncipe, para pedirme un favor, porque conocía la gran confianza que tenía su padre en mí. Me preguntó sobre una de las personas que trabajaba allí, y me dijo que no sabía si dicha persona estaba con él o con su padre, que si lo podía averiguar. (…) Fue la primera vez que Juan Carlos me manifestaba que había dos bandos. Yo le dije que no podía hacer eso. Usted tiene muchos cortesanos, yo no lo haré. Lo que sí puedo hacer es transmitirle a su padre la desconfianza que tiene usted en esa persona. (…) Llamé a Don Juan, fui a Estoril y le conté lo sucedido. (…) Esto ocurrió en el año 1967. Se produjo una enorme alarma.(…) Más tarde, vinieron a verme a mi hotel Don Juan y Don Pedro Sainz Rodríguez. Yo les informé de lo sucedido, sin añadir nada más, ya que a mí no me correspondía ninguna interpretación, porque yo no estaba dentro de la monarquía, sólo tenía la lealtad de decir la verdad. Y Don Pedro dijo: “es imposible, es imposible, si Su Alteza se atreviera a aceptar la coronación, yo dejaría de llamarle su alteza y le llamaría su bajeza”.
– Todos vosotros sabéis que en los momentos decisivos, cumbres, determinantes de la acción de Don Juan, yo estaba solo con él, llamado por él. Yo soy de un testimonio absoluto y único de que en los momentos decisivos, el sentido del deber y la reflexión, no sobre la democracia, respecto a la monarquía, respecto a la titularidad, llevó a que Don Juan, el día 17 de julio de 1969, respondiera con una carta a Franco y con otra carta a su hijo, a quien llamaba “querido Infante”, a las misivas que había recibido el día de la Virgen del Carmen, el día 16, de cada uno de ellos con la comunicación de que Franco nombraba a su hijo heredero y Príncipe de España. (…) El Conde de Barcelona respondió con sendas cartas el día 17, oponiéndose frontalmente. (…) El día de la Virgen del Carmen, yo estaba en mi casa preparándome para ir a reunirme con mi mujer y mis hijos, que estaban en Comillas. Sonó el teléfono, ya no había servicio, se había marchado todo el mundo, descolgué y me habló Don Juan, directamente, sin secretario, y me dijo: “Antonio, lo que temíamos ha llegado, ¿puedes venir?”. Le respondí: salgo ahora mismo. Llamé a mi mujer y me fui. Cuando llegué, Don Juan me dijo que me había llamado antes de que se enterara Pedro Sainz Rodríguez. “La verdad tiene que decirse”, añadió, “yo estoy dispuesto a decir la verdad”. Me enseñó la carta de Franco, porque la de su hijo no había llegado todavía. La vi, me preguntó: “¿cuál es tu opinión?”. Yo creo que hay que responder, pero inmediatamente, sin perder ni un segundo, esto no es una cuestión sobre la que hay que reflexionar. Y entonces, me pidió, por favor, que redactara un borrador. No había ni criados, había despedido a todo el mundo para que no hubiera un sólo testigo. Me metí en una habitación y me puse a escribirlo a máquina. En ese momento, entró una visita, Juan Herrera, el marqués de Viesca, quien me vio escribiendo y llamó por teléfono, sospechando que algo pasaba.
(Continuará…)