Pedro M. González

PEDRO M. GONZÁLEZ

El judío internacional (un problema del mundo)” fue publicado por el empresario norteamericano Henry Ford en 1.920. Se trata de un extenso libro de cuatro volúmenes, traducido a seis idiomas, que tuvo gran repercusión y fue ampliamente distribuido entre los nazis, causando las delicias del propio Adolf Hitler, quien lo utilizó como una de sus fuentes de inspiración para escribir “Mi lucha”. Ford y Hitler se admiraron mutuamente y se coaligaron financiera, operativa e ideológicamente al punto de ser aquél el único americano citado en la obra del genocida alemán.

Esta obra, junto con “Los protocolos de los sabios de Sión”, argumenta la supuesta trama judía internacional para controlar finanzas y política mundiales, en conspiración invisible permanente, con el fin último de hacerse con el mundo. De ahí la justificación de su eliminación. Nariz aguileña, cara arrugada coronada por la “kipá”, mirada lasciva y manos huesudas abalanzándose sobre un globo terráqueo, eran su retrato aterrador, que ocultaba sacrificios humanos y rituales arcanos.

 Hoy la caricatura es otra. Nariz porcina bajo sombrero de copa y panza embutida en chaqué con pantalones a rayas. La sinarquía financiera, tan abstracta como peligrosa en conjura internacional para acabar con nosotros y quitar el pan a los niños de la boca. Mientras Zapatero no reconocía la antipatriótica crisis, su Fiscal General del Estado D. Cándido Conde-Pumpido nos advertía de “formas de criminalidad económica internacional” consistentes en coordinados “ataques especulativos” extranjeros contra el euro y las finanzas europeas. Mientras, la legislación patria, tanto entonces como ahora, privilegiando el depósito bancario con coeficientes de caja que serían constitutivos de delito de estafa de realizarse entre particulares, y permitiendo el préstamo especulativo sin referencia a valor estable alguno, multiplicando la inflación monetaria de papel hueco, que recae luego en los estratos sociales más humildes.

 

Los magufos hablan echándose las manos a la cabeza por nuevos órdenes mundiales, gobiernos en la sombra, Bilderbergs con cuernos y rabo y masones. Y mientras, a ras de tierra, en sus propias narices, sin separación de poderes ni principio representativo. Sin mover un dedo. Tan cerca, tan lejos.

 

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