DANIEL FERNÁNDEZ ARIAS
“A diferencia del efecto contemplativo o sensitivo causado por el acceso a las verdades teoréticas o estéticas, el conocimiento de la verdad=libertad produce al instante una conmoción interior, un impulso anímico hacia los más próximos en afinidades espirituales, en busca de compañía para vivir lo verdadero con la verdad de la acción colectiva de la libertad. Una conmoción mental que se traduce en predisposición a la acción del actuar, en disponerse a conquistar la libertad para todos.[…]. Expuesta a la precipitación del entusiasmo, esa primera predisposición es ya un conato de acción horizontal, distinta o previa a la disposición a actuar en la verticalidad de las organizaciones voluntarias para alcanzar y mantener el poder político de la libertad colectiva” [1].
Con este encabezamiento adelanto el tema sobre el que tratará mi artículo. Lo expuesto a continuación procede del pensamiento sobre mi corta experiencia inicial en la acción. Por lo tanto, mis palabras son resultado de los múltiples problemas con los que me he encontrado en el desarrollo de diferentes iniciativas con otros repúblicos. Tras la conmoción que experimenta un repúblico al nacer, cuando alcanza plena conciencia de sí mismo como tal, busca compartir su experiencia con las personas de su alrededor. En el caso de que estos estén lo suficientemente integrados en el Estado actual, se aplicará la Tercera Ley de Newton [2], produciéndose enfrentamientos improductivos. Sin embargo, el nuevo repúblico cuenta con una probabilidad de 1/3 de encontrar a aquellas personas de su entorno que intuyan la contradicción que supone ser honesto en el “régimen de partidos” que no saben calificar; aquellos pertenecientes al Tercio Laocrático.
Estoy seguro de que la sensación que se experimenta al ayudar a nacer a un repúblico, o encontrarlo, es comparable a las que experimentaría la madre de Sócrates, o Crusoe, tras 28 años de soledad. A partir de ahora nuestro repúblico no está solo; sabe que alguien cercano tiene algo en común con él, siendo esta atracción suficiente para que busquen una forma de asociarse en la labor que su sustantividad de repúblicos les exige: actuar, ser libres.
En algún momento nuestros amigos, durante su proceso de reformación, conocerán la teoría de la acción de manos del mismo que les dio nombre. Se percatan de que agrupados en su localidad sirven con mayor fuerza en las diferentes fases del proceso de acción: la fase destructiva y la fase constructiva. Así, los grupos locales realizan dos funciones básicas: construir puntos de encuentro donde todos los vecinos interesados encuentren un espacio donde la ‘idea política venza las resistencias de la inercia mental que se opone a todo cambio político’ y dar a luz y dar poder a los repúblicos más destacados en la difusión de las cuatro ideas-fuerza, que se encargarán de movilizar al Tercio Laocrático en la captación de ‘los sectores más perjudicados por la quiebra moral y financiera del Estado de Partidos’, es decir, “el tercio que vota listas de partido sin interés egoísta, el de menor inteligencia política y mayor enajenación social”[3].
A su vez, la asociación que precisa el grupo local asegura en todo el proceso el cumplimiento de los principios de continuidad, homogeneidad y retroacción. Continuidad porque necesariamente desarrolla los dos procesos a la vez (el mismo punto donde se desarrollan las acciones de desobediencia es un punto de información para los vecinos). Homogeneidad porque la acción colectiva reprime las posibles desviaciones del individuo. Retroacción porque el grupo acumula experiencia más diversa para resolver los problemas que vayan surgiendo.
La acción en lo local también salva los problemas materiales tan comunes en un movimiento cívico. Cuando actúas en tu zona de residencia o de trabajo, en tu ciudad o en tu pueblo, no tienes que cubrir largas distancias, invirtiendo el tiempo y el dinero que un trabajador con familia a su cargo pocas veces tiene en su mano. A esto se suman los conocimientos sobre la zona y los vecinos con los que convives a diario. Es más probable que un repúblico de Ponferrada conozca mejor cómo actuar en su ciudad que un habitante de Alicante.
Los colonos americanos lucharon por sus hogares, y en ellos forjaron las armas que expulsaron al Parlamento ingles de las tierras donde sembraron la Libertad. En la experiencia de la lucha por la Libertad contemplamos la diferencia entre las ideas que nos mueven y las ideologías que empujan. Ideas que parten de la crítica a la realidad (la verdadera crítica que lleva al hombre a alcanzar la verdad). Y es que ‘el propio conocimiento de la verdad=libertad produce al instante una conmoción interior. Un impulso anímico hacia los más próximos en afinidades espirituales, en busca de compañía para vivir de lo verdadero con la verdad de la acción colectiva de la libertad’.
La verdad que planta la semilla para su realización en la Libertad. No hay deus ex machina por el que esperar. Solo el hombre con sus vecinos. Toda aventura común se construye sobre un comienzo, y este comienzo ha de ser de una fuerza tal que consiga aglutinar a todos los repúblicos presentes y futuros en la creación de la potencia republicana y, como escribe D. Antonio, ‘en el fin de impulsar y encauzar, en el seno de la sociedad, el inicio del proceso colectivo de la realización de la original y originaria idea republicana de la libertad’.
La fundación, la creación del nuevo hogar no es otro que la Asamblea Fundacional. Los grupos locales serán consecuencia de esta explosión, como las galaxias y los planetas tras Big Bang. Repeticiones de la fundación original que mantendrán y acrecentarán el radio de la hoguera fundacional mientras giran a su alrededor con precisión kepleriana. ‘Cualquiera que fuese el entusiasmo que en su momento la propia palabra revolución encendía en los corazones de los hombres, éste derivaba del orgullo y del sentimiento de admiración ante la grandeza de la fundación’[4]. Si queremos llegar al inicio de este camino, si queremos la Asamblea Fundacional, tenemos que trabajar con todas nuestras fuerzas por demostrar que estamos preparados para ello.
Buscad a vuestros vecinos repúblicos, avivad las brasas que habéis iniciado en vuestros hogares. Haced reuniones de forma regular, invitad a vuestros familiares y amigos a tomar parte en ellas, difundid nuestra radio y nuestro diario, cauces de la Revolución por la Libertad política. Que corran las palabras en las acaloradas discusiones y se forjen los nuevos repúblicos. Haced de vuestros lugares de reunión vuestro Somosaguas. Así, los repúblicos de cada ciudad y pueblo con un número suficiente conseguido tras reunirse y llevar a cabo las primeras acciones de difusión redactarán una carta donde digan: “Repúblicos de España, estamos preparados y dispuestos. ¡Queremos la Fundacional!”
Referencias
[1] Antonio García-Trevijano, Teoría Pura de la República, El buey Mudo, Madrid, 2010.
[2] Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: quiere decir que las fuerzas entre dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido contrario.
[3] Antonio García-Trevijano, Teoría Pura de la República El buey Mudo, Madrid, 2010.
[4] Hannah Arendt, Sobre la revolución, Alianza Editorial, Madrid, 2014