JOSE MARÍA ALONSO
Para los seres humanos, junto a la comunicación verbal, la no verbal es básica por lo intuitivo en la percepción de las intenciones de sus congéneres. Un ceño fruncido ha significado y significa lo mismo desde tiempos inmemoriales, así como el alzar la mano con el puño cerrado se entiende de manera instintiva como una amenaza y la misma mano alzada con la palma abierta se entiende más como un símbolo de paz que como un proyecto de bofetón.
Pues bien, cualquier persona puede hacer el experimento de sintonizar un canal de televisión y enmudecer el volumen del aparato para comprobar ese lenguaje no verbal de tantos y tantos personajes, sobre todo oligarcas, tanto los instalados en cargos políticos como los grandes capos de la banca o de las grandes corporaciones empresariales, y en sus gesticulaciones adivinar la falsedad de sus imposturas y lo torcido de sus intenciones. A poco que se entrene el observador puede ir paulatinamente añadiendo volumen a su televisor para confirmar que esos gestos no hacen más que añadir teatralidad a la deformación intencionada del lenguaje con la que poco a poco consiguen manipular las mentes de las personas corrientes y poco avisadas.
Por poner algún ejemplo baste recordar al actual Presidente del Gobierno, a quién su ceceo y problemas de dicción hacen que se le entienda todo con interferencias, y al que al encontrarse con situaciones comprometidas se le ponen los ojos como platos y responde a las preguntas formuladas mirando hacia arriba a la derecha, cuando improvisa, y arriba a la izquierda cuando miente. El anterior Presidente del Gobierno, un personaje salido del tebeo con una idiocia patológica, sólo sabía juntar las puntas de los dedos índice y pulgar y elevar y descender los dos brazos en paralelo y formando el codo un ángulo recto para afirmar sus inseguras palabras. El belfo colgante y la boca siempre entreabierta del actual Ministro de Asuntos Exteriores, que de tan denostado en esta casa se está volviendo entrañable, denota una posible minusvalía intelectual similar a la del popular tonto de baba de los pueblos de España, baba que resbalaba por ese labio inferior y boca entreabierta de ensimismados como el último austria.
Las genuflexiones extremas del Ministro de Economía, con movimientos y tocamientos propios de conmilitones de whiskería del Paseo de la Habana o sus bronceados extremos no hacen más que evidenciar que tanto fuera como dentro de las instituciones está al servicio de sus colegas para lo que haga falta, con sus ¨como no puede ser de otra manera¨ como colofón verbal a un servilismo evidente.
Entre los nacionalistas llama la atención el siempre incómodo y envarado Artur Mas, y otros nacionalistas de traje de cuatro botones (o más) con imposibles combinaciones isocromáticas en camisa y corbata, realizadas por los subvencionadísimos modistos del terruño. Pero el atuendo aunque perteneciente a un sistema de comunicación no verbal daría para otro artículo.
Comparar a todos esos personajes con los verdaderos estadistas y políticos de los que se tiene constancia fílmica, hace evidente todas sus imposturas, inseguridades, su falta de valor, de hombría, de caracter, de liderazgo en fín. Huele a distancia el tufo partidocrático de lo ¨trepas¨que son y han tenido que ser para siendo tan poco válidos poder apoltronarse y enquistarse en lo alto de sus partiditos políticos, y aún rodeados de carísimos asesores de imagen es notorio que son incapaces de seducir de manera natural, de manera gestual, con una mirada inteligente, con un gesto franco, con una voz templada a unos pobres gobernados con el entendimiento deshecho a base de sus constantes mentiras y su perversa maquinaria propagandística de la oligarquía de partidos.
Así está España, mareada y manejada por una pléyade de payasos y con una mano delante y otra detrás. Lo que dice muy poco en favor de su ciudadanía es que sigan votando a esa panda de títeres, que si no fuera por lo desalmado y egoísta de su política y por lo delicado de la situación social darían más risa que otra cosa.