PACO CORRALIZA.
Nos dice Dalmacio Negro(1) que “la historia del Estado desde el siglo XX es ininteligible sin el marxismo”. Por su parte, tampoco el pensamiento de Marx puede ser explicado sin Kant, sin Hegel, sin Feuerbach,… Y, si el Estado-Nación [que, con su inversión «sujeto dominante–objeto dominado» convierte a la atomizada Nación en impotente objeto del Poder concentrado] es un producto ideológico de la Revolución-Reacción francesa, el «moralizante estato-nacionalismo o estato-populismo socio-cultural» es, por su parte, ¿cómo no?, una ideología gestada en preclaros y omniscientes cerebros germanos (Kant, Fichte, Hegel,…). La falangista definición «joseantoniana» de la nación española como «unidad de destino en lo universal» es aforismo de inspiración hegeliana; como está entreverada de moralismo kantiano, espiritismo hegeliano y voluntarismo shopenhaueriano esta definición de fascismo escrita por Mussolini (citado por D. Dalmacio): “es una concepción religiosa en la que se concibe al hombre en una relación inmanente con una ley superior, una voluntad objetiva que trasciende al individuo particular y lo convierte en miembro consciente de una sociedad espiritual”(1). Si se sustituye «concepción religiosa» por «necesidad histórica» (de hecho, cuasi-religiosa) y se intercambia «espiritual» por «objetivada materialmente en aras al libre desarrollo del espíritu del hombre como ser social» tendríamos una comunista definición que avalaría, creo, el mismísimo Karl Marx.
Sigamos. El llamado «Estado de Cultura» es, también, un producto con origen en la filosofía alemana [«Liberación de la Libertad (XV)»], que toma expresión ideológico-política en la “Kulturkampf” (1871) del régimen autoritario de Bismarck; en ese régimen, simultáneamente, tendrá su comienzo también el «socialismo de Estado» («Estado Social»(1)). Por su parte, en 1875 (con el Programa de Gotha, criticado por Marx y Engels) se fundó el Partido Socialista Obrero de Alemania (SAPD), como producto de la fusión entre la Asociación General de los Trabajadores Alemanes (fundada por Lasalle en 1863) y el Partido Obrero Socialdemócrata de Alemania (de inspiración marxista, fundado en 1869 y liderado por Wilhelm Liebknecht). Desde su fundación hasta tomar la definitiva denominación de Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD en 1890) esa formación muestra un camaleónico proceso de constante y oportunista «auto-reinvención»: así, pasa del republicanismo «de salón» a colaborar con Bismarck; del estatismo de Lasalle (que proclamó “en la Alemania bismarckiana rectificando a su rival Marx: «¡El Estado es dios!»” (1)) a auto-denominarse “«marxista-ortodoxo»”(2) por Kautsky (1891), para acabar aceptando el reformismo estatista de Eduard Bernstein, con el apoyo de los sindicatos social-demócratas, a pesar de la oposición (en 1899) de los maleables dirigentes del SPD, August Bebel y Karl Kautsky.
En resumen, el SPD transita desde el internacionalismo revolucionario republicano hasta el monárquico nacionalismo reformista (tachado de “chovinismo grosero”(2) por Lenin), con apoyo al káiser Gillermo II en la I Guerra Mundial. Esta última traición a los planteamientos marxistas llevó a Liebknecht y Rosa Luxemburgo a crear la Liga Espartaquista, que se mantuvo fiel a los trabajadores asalariados y defendía (frente al ambicioso conformismo partidocráta del SPD) una revolución pacífica y espontánea de los trabajadores, organizados en consejos democráticos (los «soviets» de la Revolución Rusa que acabaron siendo, a su vez, abortados por Lenin en nombre del Partido Comunista bolchevique, que se apropió, además, de su nombre).
Durante el conato revolucionario alemán de noviembre de 1918 a enero de 1919, Rosa Luxemburgo y Liebknecht fueron asesinados por miembros del «Freikorps»(3) (“organización paramilitar de la que los milicianos nazis reclutarían a sus asesinos más prometedores”(4)), bajo incitación y amparo del gobierno del SPD (pues contaban con el “total apoyo”(4) de Gustav Noske -Ministro de la Guerra-). Con esos asesinatos, “la división de la izquierda europea, entre los Partidos Socialista y Comunista llegó a ser irrevocable”(4), nos dice Hannah Arendt. Rosa Luxemburgo había escrito: “una revolución es grande y fuerte siempre que los socialdemócratas no la aniquilen”(4).
El «social-democrático» SPD fue pieza fundamental en la Constitución de la República alemana de Weimar (1919-1933), un régimen fragmentario y anti-democrático, que empleaba el oligárquico sistema proporcional plebiscitario de listas de Partido: estamos en el «Estado Social», demagógica y tóxicamente transfigurado en “Estado Social y Democrático de Derecho”(1), preámbulo del «Estado Total»(1), descrito en 1931 por el jurista alemán Karl Schmitt como: “La sociedad hecha Estado se transforma en Estado económico, Estado cultural, Estado de protección, Estado de prosperidad y Estado de previsión: el Estado hecho autoorganización de la sociedad y que […] por su objeto, abarca todo lo social”. Ese «Estado Total» será, a su vez, prefiguración del totalitarismo nacional-socialista implantado tras el ascenso al poder, en aquella República, del Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán (NSDAP), liderado por Adolf Hitler.
Para evitar una excesiva extensión de este artículo, concluimos aquí un tanto abruptamente; seguiremos con el siguiente. Pero antes recogemos, para no olvidar el «psiquista» origen mental del camino que estamos recorriendo, unas atinadas y asombrosamente previsoras citas de Heinrich Heine, un poeta judío e independiente pensador alemán, en una fecha tan temprana como 1834, ya antes de conocer y entablar amistad con Karl Marx, cuya Psique «para-científica», «para-política» y «para-económica» culminó realmente lo que Heine denominaba “Filosofía de la Naturaleza”(5):
– “Anotaos esto, orgullosos hombres de acción: no sois más que peones inconscientes de los hombres de pensamiento, los cuales, en humilde silencio, han predeterminado a menudo todo vuestro hacer del modo más exacto. Robespierre no fue sino la mano de Jean-Jacques Rousseau; la mano ensangrentada que sacó del seno de los tiempos el cuerpo cuya alma había creado Rousseau”(5).
– “Nuestra revolución filosófica ha terminado. Hegel ha cerrado su gran ciclo. Desde entonces asistimos solamente al desarrollo y ampliación de la filosofía de la naturaleza”(5).
– “Los amigos de la Libertad tienen que sentir un justificado enfado con la filosofía […] algunos la condenaron como tela de araña inútil y ociosa.[…]. La filosofía alemana es un asunto importante, que afecta a toda la humanidad, y sólo nuestros remotos nietos podrán decidir sobre si se nos debe elogiar o condenar por haber elaborado primero nuestra filosofía y hecho luego nuestra revolución. Me da la impresión de que un pueblo metódico como nosotros tenía que empezar con la Reforma, podía ocuparse luego de la filosofía y, sólo consumada ésta, podía pasar a la Revolución política. Pues la Revolución puede luego cortar, para fines cualesquiera, las cabezas que la filosofía haya utilizado ya para la meditación, mientras que la filosofía no habría podido, en modo alguno, utilizar las cabezas que hubiese cortado la Revolución, de haberla precedido.”(5)
(1) NEGRO, Dalmacio. “Historia de las formas del Estado. Una introducción”. El Buey Mudo. 2010.
(2) BUENO, Gustavo. “El mito de la Izquierda. Las izquierdas y la derecha”. Ediciones B, S.A. 2003.
(3) “Freikorps”(=cuerpos libres o francos). Integrados entonces, principalmente, por nacionalistas anti-republicanos excombatientes en la I Guerra Mundial; usualmente en situación de desarraigo y desempleo.
(4) ARENDT, Hannah. “Hombres en tiempos de oscuridad”. “Rosa Luxemburgo”. Ed. Gedisa, S.A. 2001. [Ed. original: 1965].
(5)HEINE, Heinrich. “Sobre la historia de la religión y la filosofía en Alemania”. Alianza Editorial, S.A. 2008 [escrito en 1834].