Paco Corraliza

PACO CORRALIZA.

Cuando el amigo Hegel, G. W. Friedrich, tomó asiento en la Teo-cátedra que, habiendo sido originalmente fabricada y ocupada por Descartes, René, fue después sobre la que se sentara Kant, Immanuel, comprendió perfectamente la incompatibilidad absoluta entre cualquier TÚ y cualquier YO, que, sincrónica o contemporáneamente, pretendieran aplicar el universal imperativo categórico kantiano: “Lo universal que está presente sólo es, por tanto, una resistencia universal y una lucha de todos contra todos, en la que cada cual trata de hacer valer su propia singularidad pero sin lograrlo, al mismo tiempo, porque experimenta la misma resistencia y porque su singularidad es disuelta por las otras, y a la inversa. Así pues, lo que parece ser el orden público no es sino este estado de hostilidad universal, en el que cada cual arranca para sí lo que puede…” (1).

Tras reconocer que “el individuo no puede saber lo que es antes de traducirse en realidad mediante la acción” (1), Hegel adquiere un tinte fuertemente determinista y materialista, admitiendo que el individuo (con su “talento”(1) determinado y determinante) debe pasar a obrar de modo inmediato, econtrándose a sí mismo “como comienzo, en las circunstancias de su obrar; y el interés que el individuo encuentra en algo es la respuesta ya dada a la pregunta de si hay algo que hacer aquí y qué” (1). De modo que el individuo “se proclama como su naturaleza originaria en el interés que encuentra en la realidad previamente encontrada”[…] Por tanto, lo que se halla presente son las circunstancias previamente encontradas, que son en sí la naturaleza originaria del individuo y el interés que ésta pone como lo suyo o como fin” (1).

Esa pugnante aglomeración de “átomos o esencias personales” (1) que, buscando su auto-realización impulsados por el interés, “en salvaje orgía, se lanzan unas contra otras con loca furia destructora” (1) será apaciguada cuando el devenir histórico funda y confunda sus singulares conciencias en una comunidad o pueblo real, que adquiere, a su vez, conciencia de sí mismo cuando todos esos «átomos personales» igualan su conciencia y voluntad a la racionalidad misma que se hace presente en el mundo: el Estado (éste es, para Hegel: “el que obra de un modo esencial e inteligente; es señor del mundo; Dios real; sustancia ética autoconsciente; lo bueno y la obra universal;…”(1)). Lo que le falta a la conciencia noble particular “es que haya pasado a ella el Poder del Estado no sólo como honor, sino también realmente; se le rendirá obediencia no sólo como al llamado bien universal, sino como voluntad, o el que sea el sí mismo quien decide.” (1)

Para Hegel, un pueblo entra en plenitud cuando la voluntad particular (que ansía legítimamente bienestar y riqueza) se “identifica con la voluntad racional y universal que pretende el bienestar universal” (2), y esa unión “puede describirse como «la realización de la libertad, el propósito final y absoluto del mundo” (2). La “Voluntad General” de Rousseau penetra en Hegel, racionalizada por Kant, como «voluntad racional y universal» del «bienestar».

Al margen de su esotérico espiritismo, la racionalista Psique «retro-realista» de Hegel nos muestra con claridad las dos obsesiones «psiquistas» supremas para una vida humana cuando se la reconoce como estricta superviviente de la Historia pasada: la “riqueza como bienestar universal en sí” (1) y el “Poder del Estado como su esencia, que es, de una parte, ley estable y, de otra, el gobierno y el mandato que ordena los movimientos singulares del obrar universal” (1).

El racional-idealismo alemán, con su consustancial «síndrome universalista», que ya con Kant había personificado al Estado-sociedad tomándolo como “persona moral” (3), con Hegel otorga al Estado la catergoría de divinidad real; es el espíritu Absoluto, mostrandose como espíritu del pueblo en el Estado, sus leyes y su gobierno.

La libertad de las personas quedará, para el pensamiento racionalista en Hegel y a partir de él, hecha añicos. Cada pedazo acompañará, como un sambenito, a cada «átomo personal» en su oscuro pulular gozando de la riqueza creada dentro del hormiguero social; riqueza fabricada para sí pero también para el goce universal de ese pueblo estatalizado o universalizado en busca de su destino dentro de la corriente de la Historia universal.

Desde luego, en el espiritista y esotérico racionalismo dialéctico de Hegel, con su evidente trasfondo protestante, hay mucho más realismo de lo que parece, en lo que tiene de burda manifestación de la Razón del Poder sometiéndose a sus propios designios, a su devenir y a su «poder-hacer», así como a la posesión de riqueza y bienestar como motor y fin último de la política.

Eso, amigos, no es Política; es política invertida; es anti-política. La razón de ser de la Política es la Libertad Colectiva, cuya primordial naturaleza se manifiesta como «contra-poder».

Lo más llamativo de ese racionalismo germano naciente es que la Libertad Política, como producto de una Constitución Democrática y representativa que divida y neutralice el Poder, no aparece ni por asomo. Las entonces recentísimas Declaración de Independencia y Constitución americanas, así como la nonata Libertad de la fracasada Revolución-Reacción Francesa, no tienen valor alguno. Para la Razón alemana la clave está en comprender la Historia del mundo como un mecanismo, como un proceso racionalmente necesario que ha atendido sólo a sus propios impulsos soterrados. ¿Cómo no ver aquí el invidente avance vital de la austera, juiciosa y ciega Psique de nuestro amigo Santayana?: El soberbio y omnisciente espíritu de Hegel merecía escuchar las palabras que pone Santayana en boca de la Psique: “«Calla, hijo mío», dice su madre Psique, «todo carece de sentido». Ella no contempla aquellas fantásticas visiones: hace punto con los ojos cerrados y murmura las mismas oraciones antiguas. Siempre ha ido a tientas entre obstáculos, como un topo avanzando donde la tierra era más blanda” (4).

En la Psique para-espiritista de Hegel se encuentra la anti-política “fuente de los movimientos que abiertamente rinden culto al Poder”(5), nos dice Isaiah Berlin (añado que de todos, en cualquiera de sus formas ideológicas, incluyendo el liberalismo pre-existente y el naciente anarquismo como auto-poder); la madre de todas las parciales ideologías como omniscientes cosmovisiones para las cuales la Libertad Política no significa nada o casi-nada; o, quizá, una herejía del culto al Poder (Estado-Dinero) o estadolatría del bienestar.

 

 

(1)HEGEL, Georg Wilhelm Friedrich. “Fenomenología del Espíritu”. Fondo de cultura económica.1966. 20ª  reimpresión: 2010. [Ed. original: 1807].

(2)COPLESTON, Frederick. “Historia de la Filosofía”. Volumen 3: “De la filosofía kantiana al idealismo”. Editorial Planeta,S.A. (Ariel). 2011.

(3)KANT, Inmanuel. “Hacia la paz perpetua. Un esbozo filosófico”. Ed. Biblioteca Nueva, S.L. 2005. [Ed. original: 1795].

(4)SANTAYANA, George. “Soliloquios en Inglaterra y Soliloquios Posteriores”. 49-La Psique. Editorial Trotta, S.A. 2009. (Edición original: 1922).

(5)BERLIN, Isaiah. “La traición de la libertad. Seis enemigos de la libertad humana”. Fondo de cultura económica. 2004. [Conferencias originales: 1952].

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