PACO CORRALIZA.
Hoy quiero escribir contra las ideologías, pero no tengo espacio. Hoy quiero cantar a la Libertad, pero no tengo voz. Hoy quiero versar sobre Libertad Política, pero no puedo sin amor. El amor viste de blanco, se recrea con atuendos de infinito color. Santayana veía un “sentido moral” (1) en los colores. Hoy, entre estas fechas arropados, escribiré color dando brochazos, brochazos de amores, tanto míos como prestados; incluso de Nietzsche daré martillazos. Escribiré sin orden y sin razón, escribiré en nombre del amor. Porque el amor, siendo personal y valiente sin ser temerario, por ser humano es extra-racional; porque es voluntario, porque es espiritual, porque es más que un sentimiento en la «psiquista» mente, porque es inteligente y porque ve la verdad. El ciego sentimiento no la está viendo y, por hacerla corporal, por hacerla material, ¡ay!, la invierte…¡pobre!, la miente y se resiente; siente el sentimiento que a sí mismo se desmiente. Las verdades espirituales derivadas del amor son convertidas en razones mentales, entonces sí; en conscientes armonías sobre cuerdas materiales, en inéditas e innovadoras sinfonías personales; en ligeras certezas inocentes; en duraderas sutilezas de la mente.
«Sin amor no se puede dar ni un solo paso», oí que dijo el pintor Pablo Picasso. No se debería dar, le digo yo, porque no hay verdad sin amor; la ciega Psique viste de negro, el amor viste de blanco multicolor. Si amaste caminaste, amigo Pablo, yo te hablo con amor.
La inteligente espiritualidad de Jorge Ruiz de Santayana(2): “Vivir sólo beneficia los intereses de un hombre si puede vivir en espíritu, porque su capacidad espiritual, cuando no es empleada, lacera y perturba incluso su vida física. El individualista brutal cae en el mismo error que los déspotas cuando declaran la guerra por una ofensa personal o exigen impuestos al pueblo para erigirse a sí mismos una pirámide: ninguno discrimina entre los intereses de su país, que podría haber hecho suyos, y los intereses propios que ningún otro puede compartir.”
La aguda perspicacia de Alexis de Tocqueville(3), (el mismo que, con altanería racionalista, presunción chovinista y errada comprensión decía que “los americanos no leen a Descartes pero son quienes mejor siguen sus preceptos”), supo escribir esta líquida verdad: “Los sentimientos y las ideas no se renuevan, el corazón no se engrandece, ni el espíritu humano se desarrolla, sino por la acción recíproca de unos hombres sobre otros”.
Y la fina, culta y honesta inteligencia de García-Trevijano(4): “La libertad, como el poder, es una relación social. En soledad no hay libertad ni poder.” […]. “Son libres los disponibles para la libertad de los demás; los liberados de sí mismos para hacerse procuradores de la libertad colectiva”. También nos dice que el dogmático tópico liberal «mi libertad acaba donde empieza la de los demás» está al revés, pues “sólo se puede ser libre con la libertad de los demás”. Y así es: la Libertad de él sólo comienza junto con la tuya; y la de vosotros con la mía a su vez; y esa verdad es tan tersa que también lo es su viceversa.
Cita Trevijano a Pascal: “A medida que se tiene más espíritu, se encuentran más hombres originales”. A medida que el Espíritu gobierna a la Psique, ésta se hace moralmente auténtica con la originalidad de aquél, digo yo. También cita a Bertrand de Jouvenel: “existe política pura si la acción está exenta de todo lo que no sea formación del edificio político”. Y responde D. Antonio: “esa es la pureza de toda teoría de la Libertad Constituyente”. Añado que la Libertad Constituyente es pura porque es de todos, porque no es ideológica, porque es «Inter-esse» puro, porque carece de interés distinto de lo que ella es: ser-contra-poder; ser-contra-estar. Su evolutivo ser contrasta y se opone al conservativo estar del Estado-Poder; su noble oficio no busca bienestar ni pretende otro beneficio que su propio discurrir humanamente, tanto de seres futuros como de seres presentes. En libertad, los años por venir son antaño. “La democracia no es libertad sino la garantía institucional de la Libertad”, nos decía Trevijano hace dieciséis(4) y hace sólo dos años(5).
Y finalizamos con el descomunal talento y la «feminísima» agudeza del sobrio y fluido intelecto de Hannah Arendt, a propósito de la máxima de San Agustín: “para que hubiese un principio creó Dios al hombre”. Esto decía Arendt(6): “Con el nacimiento de cada persona se confirma este principio inicial, porque en cada caso llega algo nuevo a un mundo ya existente, que seguirá existiendo después de la muerte de cada persona. El ser humano puede empezar porque él es un comienzo; ser humano y ser libre son una y la misma cosa. Dios creó al hombre para introducir en el mundo la facultad de empezar: la Libertad.” Y también escribió: “Sin la Libertad la vida política no tendría sentido. La razón de ser de la política es la Libertad, y el campo en que se aplica es la acción”.[…]. “Cada acto, visto no desde la perspectiva del agente sino desde la del proceso en que se produce y cuyo automatismo interrumpe, es un «milagro», o sea, algo que no se podía esperar”. ¿El primero de esos «milagros» “infinitamente improbables”, como decía su universal pensamiento?: el mismísimo nacimiento.
Hannah Arendt inició para los demás su tarea de pensar y comprender con la publicación de su tesis doctoral, titulada, precisamente, «El concepto de amor en San Agustín». En ella nos dice lo siguiente(7): “El amor no recae sobre el género humano, sino sobre la persona, claro es que sobre toda persona. En la comunidad de la nueva sociedad el género humano se disuelve en cierto modo en la multitud de sus individuos. El peligro no está en la raza humana como tal, sino en cada persona”. Y esta otra: “Así, se puede amar a todos los hombres porque cada uno es sólo una ocasión de amor; cualquiera de ellos es una ocasión de amor. En realidad, no es al prójimo a quien se ama en el amor al prójimo, es al Amor mismo”.
Después de estas coloridas alegrías, dejaremos para otro día los martillazos de Nietzsche y la pugna con las ideologías. Hoy sólo amor; hoy, sólo verdades. Libertad. ¡Alegrías espirituales!
(1) SANTAYANA, George. “Personas y lugares. Fragmentos de autobiografía”. Editorial Trotta, S.A. 2002. [Ed. orig. 1944].
(2) SANTAYANA, George. “La vida de la razón o fases del progreso humano”. Editorial Tecnos (Grupo ANAYA, S.A.). 2005. [Ed. orig. 1905].
(3) de TOCQUEVILLE, Alexis. “La democracia en América”. Libro 2º. Alianza Editorial. 2002. [Ed. orig. 1840].
(4) GARCÍA-TREVIJANO, Antonio. “Frente a la Gran Mentira”. “VI: Introducción a la Teoría Pura de la Democracia”. Espasa Calpe, S.A. 1996.
(5) GARCÍA-TREVIJANO, Antonio. “Teoría Pura de la República”. Libro II: “El factor republicano”. El Buey Mudo. 2.010.
(6) ARENDT, Hannah. “Entre el pasado y el futuro”. “IV ¿Qué es la libertad?”. Ediciones Península. 2003. [Ed. orig. 1954].
(7) ARENDT, Hannah. “El concepto de amor en San Agustín”. IV. Ediciones Encuentro. 2001. [Ed. orig. 1929].