GREGORIO MORÁN.
Nunca entendí por qué los ateos no podemos jurar y tenemos que limitarnos a prometer. Se puede jurar por Dios, por el Honor, por la Dignidad de la Persona, por un montón de conceptos trascendentes, pero la verdad es que prometer, lo que se dice prometer, es un concepto de bajo calado, muy usado en política.
Juro por mi honor que hasta el lunes por la tarde no tenía ni la menor intención de escribir un artículo sobre las recientes elecciones. Si Zhou Enlai llegó a decir a un grupo de selectos periodistas francesas que aún era pronto para emitir una valoración sobre la Revolución Francesa (no sé por qué tradición de voz a oído, se repite siempre que fue Mao Zedong, que por cierto no manejaba el francés ni lo entendía ni lo leía, pero que otorga a la anécdota mayor relevancia que el olvidado y fundamental líder que fue Zhou Enlai), cuál no sería en nuestro caso.
Mi intención, lo juro y no lo oculto, era dedicar esta sabatina a un libro de prodigiosa sensibilidad. Con un título apropiado para el momento Saltaré sobre el fuego, una antología de la poeta polaca Wislawa Szymborska (traducida por Abel Murcia y Gerardo Beltrán, con ilustraciones de Kike de la Rubia para Nórdica Libros). Me emocionan los premios Nobel que no conozco porque sin el galardón quizá no hubiera llegado nunca a ellos. Me ocurre lo contrario que a los comentaristas literarios al uso, que se indignan cuando la Academia sueca concede el premio a escritores que ni les suenan y que apenas están traducidos al castellano. Me atrevería a decir que la deuda de los lectores como los suecos es impagable, porque gracias a ellos se ha ampliado nuestro horizonte.
Hay una deserción del antaño novísimo mandarinato hispano hacia la poesía que en el fondo les deja en muy mal lugar, porque buena parte de ellos aún siendo poetas modestos deben su prestigio a ese mundo irresistible que es la poesía. No se asusten, ni se intimiden, la antología de Szymborska es uno de esos collares donde uno admira todo y apenas si percibe que cada cuenta es una perla.
La vida cotidiana siempre te golpea allá donde más te duele. Y lo que yo había jurado el lunes hube de arrepentirme el martes y el miércoles y el jueves. Las elecciones cobraban una fuerza tal de debate que sustraerse a él era como renunciar a la evidencia. La Szymborska, muerta e incinerada, vivirá siempre; pero nuestras elecciones están vivas y necesitan una mirada sin complejos, porque sin ánimo ninguno de ser pepito grillo creo que se están dando dos situaciones inquietantes: nos estamos equivocando en el análisis y hemos perdido de vista la forma en que nos engañan.
La inequívoca victoria del cambio en Barcelona y Madrid, entre otros, y el poderío demostrado en varias capitales y autonomías de las candidaturas de aluvión han conseguido algo importante. Exhibir ante la ciudadanía que el rey se paseaba desnudo, que el bipartidismo de la postransición -una invención metodológica hispana de reciente creación y bautizada por la derecha y los politólogos académicos- había ingresado en esas salas de hospital denominadas UCI, o Cuidados Intensivos, aunque tuvieran más que ver con mercados, casinos y lupanares. ¿Quieren que hablemos del bipartidismo en Catalunya y aquella ficción de la plaza Sant Jaume -a un lado la derecha (Generalitat), al otro la izquierda (Ayuntamiento), y en el medio un puñado de avispados explicando el milagro; aunque fueran lo mismo sabían disimularlo-?
¿Saben lo que me parece más llamativo de estas elecciones? Que se acabó la comedia. Que el presidente Rajoy y el president Mas se han quedado al pairo y que su única reacción es la del capo de arrabal que saca pecho y se niega a reconocer que sus días están contados. Ahora bien, hay un asunto inquietante, el más inquietante; los partidos ganadores en votos son los más corruptos, PP, PSOE y CiU. Y eso es un retrato de la ciudadanía que no augura nada bueno. No es sólo el PP, que encubre a sus diputados golfos, golfos hasta la extravagancia, caso Martínez Pujalte -muchos periodistas le adoran; nadie como él sabe cómo pasarles la mano por la chepa y sonreír con su bigotito de Sazatornil- o Federico Trillo, apenas una malvada brujita de Macbeth -tiene un libro sobre Shakespeare que algún día habría que desmenuzar, como las cuentas de Bankia-. Sino CiU, el invento más corrupto e incompetente que ha producido Catalunya gracias a aquel honorable president que resolvió la paradoja de Bertolt Brecht: ¿cuál es mayor delito: fundar un banco o robarlo? Él consiguió ambas cosas y le premiaron.
Los grandes partidos delincuentes bajan en votos, pero mantienen el corral y las ovejas pastando, que es de lo que se trata. Al fin y a la postre un deterioro del sistema, corrupto hasta la médula. (Dos observaciones para audaces columnistas. Las municipales de abril de 1931 no tienen nada que ver con esto; hasta el momento nadie ha piado sobre la forma de Régimen, no vendría a cuento. La deriva del PP hacia su final suicida no guarda parecido con la liquidación de la UCD. A Adolfo Suárez le echaron los suyos porque le consideraban un bien amortizado, mientras que Mariano Rajoy arriesga ahogarse entre la mierda de la corrupción que él ha creado y que no puede corregir porque llegó a donde está por sus supuestas ventajas en el liderazgo: su congénita capacidad para mentir y su natural, cobarde y pusilánime.
Madrid y Barcelona son otra cosa. Aquí hablamos del poder real, no de boberías de quítate tú que me pongo yo. ¡Cuánto pagaría por tener información fidedigna de las reuniones del lunes por la mañana en las centrales del Santander, BBVA, La Caixa, Telefónica¿! ¿Qué hay de lo nuestro? Por lo pronto los 6.000 millones de euros -que siempre se transforman en 12.000- para la construcción del proyecto Castellana Norte, entre el BBVA y el Grupo San José quedan paralizados. Ante la alarma de Ada Colau en Barcelona, el alcalde Trias ha suspendido la reunión de este miércoles donde se aprobaban los acuerdos con Telefónica, el entorno de La Maquinista, las regalías de Endesa¿
Eso es el poder. Y para entender lo que es el poder hay que levantarse por la mañana, afeitarse, meterse en la ducha, acercarse a la mesa del despacho y preguntarte: “¡Oye, chico, ¿te cabe imaginar lo que son 6.000 millones de euros, tú que no llegas a fin de mes ni con las migajas, como le ocurre a una de cada tres familias españolas?!”.
Ahora empieza la pelea más dura. La que pone a prueba la resistencia de los materiales, esa asignatura que tan poco conocemos los de letras y que tan importante es para la gente que edifica, que fabrica, que negocia a largo plazo. Esas coaliciones improvisadas en el último momento, esos concejales salidos de pequeños acuerdos de restaurante con menú fijo, ¿cómo van a soportar el envite? ¿Aguantarán? El tejido de Podemos, por ejemplo, está hecho para el debate sobre la hegemonía y el cambio de paradigma. Decir no a 6.000 millones de euros es más complejo que alcanzar el dilema entre el ser y el no ser. Los partidos nacen y mueren, pero lleva su tiempo hacerlos que mamen, que crezcan, que se hagan rollizos que sepan decir no, sin que les tiemblen las piernas y las hipotecas.
Por si fuera poco es difícil gobernar sin medios de comunicación afines. Por supuesto no hay nadie que niegue la libertad informativa, sólo que luego vienen los imponderables. Fíjense en el detalle. Apenas el Govern de CiU descubrió el pasado domingo ya de atardecida que había perdido el centro de su poder y que las campanas de John Donne, que tanto emocionaron a Hemingway, habían empezado a sonar por ellos, no esperó ni dos días. El martes de esta misma semana lanzó una campaña que roza el patetismo “Preparats per fer una Catalunya millor”. Una nadería que durará varias semanas en los medios de comunicación catalanes a razón de un millón trescientos mil euros sin IVA. Firma: Generalitat de Catalunya. “Export-import”, como habría dicho el gran Alfredo Zitarrosa en Guitarra negra.