Paco Bono Sanz

PACO BONO.

Ya sea con forma de Estado republicana o monárquica, la forma de gobierno partidocrática consiste, como bien dice Don Antonio García-Trevijano, en un régimen de Estado repartido. Su poder no sólo se asigna a los grupos políticos afincados en el Estado, sino que se comparte con otras organizaciones como son las centrales sindicales “mayoritarias”, las patronales, los lobbies culturales y movimientos varios, todos ellos financiados con dinero público, forjándose así una oligarquía de poder. La partidocracia divide el país en dos clases, los mantenedores y los mantenidos.

¿Cómo es posible que la sociedad civil acepte sin más este rol de servidumbre con el nivel cultural que se presume ha alcanzado? Porque el régimen de partidos, que por su carácter no representativo ha de acudir siempre a la estadística y a las encuestas para justificar sus acciones, utiliza todos los medios de imposición a su alcance para inculcar a una mayoría suficiente la falsedad de que la forma de gobierno es democrática. Ningún colectivo próximo o dependiente de su poder pondrá jamás en duda esta mentira que es la democracia de partidos. ¿Cómo se va a rebelar un pueblo para conquistar la libertad política si está en gran número convencido de que su régimen es democrático? ¿En qué cabeza cabe que puedan llegar a dudar del sistema quienes ignoran su verdadera esencia? Sumidos en tal engaño, los súbditos creen ingenuamente que el problema está en las personas y no en el sistema. “Si nos gobernara gente decente no habría tanta corrupción”, afirman muchos. Pero olvidan que la decencia es un valor que se ha de proteger, que lo humano es corrupto desde ese mismo momento de la infancia en que se pierde la inocencia. ¿No son los niños por naturaleza egoístas y crueles? ¿Acaso no necesitan educación e instrucción? El hombre es corruptor y corrompible; por tanto, si les entregamos el poder sin límites a unos pocos, no podemos esperar otro final que la perversión.

La partidocracia es el régimen de la conspiración, de los despachos, en ella las Instituciones son un mero escenario para representar un teatro ya escrito. Da igual los compromisos adquiridos entre un partido aspirante y sus votantes, cuando aquél ocupe el poder dejará de fingir y mostrará sin tapujos su dependencia absoluta del Estado, su matriz, y afirmará sin el menor reparo que su gobierno es de todos y para todos y que su acción está condicionada por el interés general. Es por esta razón que el voto es inútil para la sociedad civil, ya que no elige políticas, sino las siglas y los proyectos oportunistas; quién pervierte el Estado y en qué grado.

Cuando una partidocracia se adentra, además, en un periodo de gobiernos con mayoría absoluta, la política desaparece como tal, y los acuerdos entre el partido gobernante y el resto de grupos del Estado repartido se limitan a meras transacciones económicas con las que satisfacen sus intereses y los de sus lobbies. La partidocracia es un fraude que triunfa porque permite la libertad de expresión, pero no la de pensamiento. Y quien no reflexiona, no puede dudar, quien no duda, no puede aspirar a nada, quien habla por hablar, no supone ninguna amenaza para el sistema. Si no, escuchen la mayoría de tertulias políticas.

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