JOSE MARÍA ALONSO.
Ante la tormenta política desencadenada por los últimos sucesos de corrupción se yergue una figura siniestra cuyas cabezas pertenecen a un mismo cuerpo, el de la oligarquía partidocrática. A esa hidra policéfala le urge la convocatoria de elecciones generales, quiere una solución rápida, una cauterización de la herida vía amputación del miembro afectado si hiciera falta, para salvar la vida del monstruo y que de esa herida pueda surgir otra cabeza, como en el cuerpo de la hidra mitológica de Lerna a la que mató Hércules.
Vemos en televisión a la cabeza de Izquierda Unida, Cayo Lara, exigiendo la dimisión inmediata del Presidente del Gobierno y la convocatoria de elecciones generales, a la cabeza del PSOE en una línea parecida, a la cabeza diprosópica (dos caras, BBVA y Santander) de la gran banca exigiendo movimientos rápidos, a los periodistas que pasan de cuidadores de las cabezas visibles de los partidos a acusadores implacables y a quienes de repente les parece que urge una solución, eso sí, siempre dentro de los cauces ¨democráticos¨, es decir, de adicción al régimen monárquico de partidos. Ese que dicen que nos hemos dado.
A todos les urge, todos quieren una solución rápida, cambiarlo todo para que nada cambie, como a la muerte de Franco. Todos son diferentes cabezas de la misma hidra partidocrática, tentáculos del mismo cefalópodo pegajoso que todo lo pringa, que impide a los súbditos emanciparse del Régimen franquista-juancarlista que se escuda tras la carta otorgada de 1978 que quieren hacernos pasar por Constitución, bajo cuya protección se ejercita ese arte de meter dos y sacar cinco de Rinconete y Cortadillo que rige en el patio de Monipodio que es España.
No, oligarcas impacientes, no es el momento de convocar otras elecciones que perpetúen otros cuatro años la farsa antidemocrática que padecen los españoles.
¿De qué es momento? Los revolucionarios de la libertad política colectiva les ayudaremos a saberlo: Es momento de que los españoles conozcan lo que es la democracia, es momento de derogar la Ley Electoral para dar un primer paso hacia un sistema representativo, sin listas de partido, uninominal, donde el elector pueda elegir un sólo representante y su suplente para que defienda los intereses de su pequeño distrito electoral, que no ha de tener más de cien mil habitantes.
Es momento de convocar un periodo de Libertad Constituyente, en el que se puedan reunir unas cortes constituyentes que redacten una constitución nueva y que los españoles puedan ratificar o rechazar. Es momento de que los electores decidan si quieren ser gobernados por un Rey o por un Presidente de la República.
Pero es momento, ante todo, de que los españoles sepan que todo el tinglado montado desde la muerte de Franco ha sido y es una mentira colosal, una charada, una broma de mal gusto de la que hay que librarse con templanza y paciencia. La templanza que da el conocer lo que es la Democracia Formal, cuyos pilares son la representación y la separación de poderes. Y la paciencia que exige la hercúlea tarea de educar a la ciudadanía en ese conocimiento con los medios que se tengan al alcance.
Si no nos damos, esta vez sí, un sistema formalmente democrático, lo único que conseguiremos es perpetuar el engaño que realiza para su propio provecho la oligarquía impaciente, cortando una por una las cabezas de la hidra y viendo renacer en cada herida una cabeza nueva y más fuerte que la anterior.