VINÇENC NAVARRO.
Este artículo señala la posición fundamental que la Monarquía juega en el mantenimiento y reproducción de las instituciones del Estado español que se caracterizan por su enorme insuficiencia democrática. El artículo también critica a Paul Preston por su idealización de la figura del Rey y de la Monarquía en España que contrasta con su demonización del dirigente comunista Carrillo.
Hoy estamos viendo en España, incluyendo en Catalunya, la crisis más profunda que haya existido desde el momento de la Transición, crisis que no es sólo financiera y económica, sino también política. La crisis de legitimidad del sistema representativo es profunda, como muestran varios indicadores, siendo el más significativo el elevado acuerdo existente entre la población con el eslogan, enunciado inicialmente por el movimiento 15-M, de que los políticos que nos gobiernan y constituyen la clase política gobernante “no nos representan”. Tal pérdida de apoyo popular y cuestionamiento de su legitimidad, incluye desde la Corona y el Congreso de los Diputados (y el Parlament de Catalunya) hasta los distintos componentes del Estado español, sea éste central, autonómico o local. Contribuyendo a esta situación, existe la protesta ciudadana, resultado de una mayor y creciente exigencia democrática y consecuente rechazo a la corrupción, que se percibe que está generalizada entre la clase política gobernante- Tal rechazo está bien definido en el eslogan, también del movimiento 15-M, que indica que “no hay pan para tanto chorizo”. Tal percepción de la existencia de corrupción es extensa y afecta a todas las instituciones del Estado, desde la Corona hasta los distintos niveles de la administración pública, tanto central y autonómica, como local o municipal, percepción de corrupción que es incluso más acentuada en el mundo financiero y gran empresarial, cuya excesiva influencia sobre la clase política es una de las causas de la baja calidad de la democracia española. Un indicador de tal influencia son las políticas de austeridad, con recortes de derechos sociales y laborales, impuestas a la población, tanto por el gobierno conservador español, como por el gobierno conservador catalán, políticas que no tienen ningún apoyo ni mandato popular, pues no estaban en las propuestas y programas electorales de los partidos gobernantes.
La Transición inmodélica, causa de la enorme crisis política
Esta situación de crisis financiera, económica y política no puede explicarse sin remontarnos a nuestra historia. El presente es fruto directo del pasado. Y este pasado nos señala los siguientes hechos:
1. La limitada democracia española, que se expresa en las limitadísimas oportunidades que tiene la ciudadanía en la gobernanza del país (limitándose a votar cada cuatro años) y en sistemas electorales escasamente representativos (muy poco proporcionales), es fruto del enorme dominio que las fuerzas ultraconservadoras tenían sobre el aparato del Estado y sobre los medios de información y persuasión en el momento de la transición de la Dictadura a la Democracia.
2. Tal proceso fue profundamente inmodélico, pues fue resultado de un enorme desequilibrio de las fuerzas políticas en aquel proceso. La nomenclatura procedente del Estado dictatorial (que controlaba todas las ramas del Estado, desde el ejecutivo al legislativo, así como el judicial, policial y fuerzas armadas) era enormemente fuerte, y su cúspide era la Monarquía, máxima autoridad en todas las ramas del Estado. Las izquierdas (que habían liderado el movimiento democrático) por el contrario, eran débiles y no pudieron canalizar la enorme protesta popular que había forzado el fin de la dictadura. Tales fuerzas políticas acababan de salir de prisión y/o habían vuelto del exilio. La enorme represión del régimen dictatorial (por cada asesinato político cometido por Mussolini, la dictadura de Franco cometió 10.000) había debilitado tales partidos políticos hasta entonces clandestinos.
3. Hablar de que la Transición fue resultado de un consenso entre los herederos de los vencedores y los herederos de los vencidos de la Guerra Civil, como Santos Juliá, Javier Pradera y gran número de intelectuales del establishment mediático español han presentado aquel proceso es una exagerada idealización de aquella Transición. El primer objetivo de las izquierdas fue que se permitiera su existencia, aún cuando ello fuera en situación de desventaja, como así fue. Hablar de consenso entre los herederos de los vencedores y los herederos de los vencidos, cuando los primeros lo tenían prácticamente todo y los segundos casi nada, es abusar del término “consenso”.
4. La Constitución fue fruto de este desequilibrio. Los mismos autores que promovieron la definición de aquella Transición como modélica, defendieron aquella Constitución como ejemplar, “siendo una de las más avanzadas de las hoy existentes en Europa”, tal como Santos Juliá la definió. En realidad, tal documento se caracterizó por su insensibilidad social y su inhabilidad en reconocer el carácter plurinacional del Estado español. Como consecuencia, España continúa hoy, tras más de treinta años en esta democracia, con uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la Unión Europea de los Quince, y sin todavía haber admitido que Catalunya, por ejemplo, es una nación. El “café para todos” es un producto de esta Constitución. Y el Tribunal Constitucional es un fruto de tal Constitución y del proceso inmodélico que la creó.
5. La Transición significó una apertura del Estado, heredado de la dictadura, altamente desequilibrado, permitiendo la entrada de las izquierdas y otras fuerzas democráticas en su seno, pero dentro de un contexto en el que las fuerzas conservadoras tenían una influencia desmesurada en los aparatos del Estado (tanto a nivel central como autonómico) y en el que los grupos fácticos, como la banca y la gran patronal, continuaron teniendo un enorme dominio en la vida política del país. Acaba de publicarse un libro Oligarquía financiera y poder político en España, escrito por un ex banquero, Manuel Puerto Ducet, que a pesar de sus obvias limitaciones (presenta al presidente de la compañía Abertis como un empresario ejemplar –la compañía Abertis debe su supuesto éxito empresarial precisamente a sus conexiones políticas con los gobiernos conservadores que han dominado la vida política de Catalunya desde el inicio de la democracia-) contiene información que, como el autor señala, muestra como los vencedores de la Guerra Civil y la nomenclatura del régimen dictatorial continúan controlando el capital financiero de este país. Lo que la Transición significó fue la abertura de tal sistema a las izquierdas, con la incorporación de personalidades de las izquierdas gobernantes en un entramado financiero-empresarial-político que constituye el establishment español (incluyendo el catalán) y que controla la vida política y también mediática del país.
6. El poder de tal establishment se mantiene predominantemente a través de tres tipos de intervenciones. La primera es el enorme control de los medios de información y persuasión, tanto públicos como privados, con clara marginación y discriminación hacia las izquierdas (lo que ocurre tanto en España como en Catalunya). Esta enorme represión ideológica es un indicador de su enorme inseguridad. Hoy España (incluyendo Catalunya) es el país de la Unión Europea con menor pluralidad ideológica en sus medios, sin prácticamente medios de izquierda. El establishment español, incluyendo el catalán, es consciente de que se asienta sobre un volcán potencial, pues las encuestas muestran que la población española y catalana está más a la izquierda que el establishment, siendo también el país en la Unión Europea en el que su población está menos satisfecha con sus instituciones llamadas representativas, tanto las españolas (incluyendo las catalanas) como las europeas. De ahí el enorme temor y represión a voces de izquierdas, pues saben que el potencial de movilización es muy elevado.
El segundo tipo de intervenciones es la represión económica, creando gran inseguridad entre las clases populares, lo cual consiguen a través del aumento del desempleo (que crea inseguridad y temor en toda la población) y el descenso de la protección social.
Y el tercer tipo de intervención es la represión física y policial que ha aumentado con el gobierno PP. España tiene el mayor número de policías y el menor número de personas adultas por 10.000 habitantes trabajando en los servicios públicos del Estado del Bienestar de los países de la Unión Europea de los Quince.
7. La Monarquía es el centro del establishment y es el que le da garantías de seguridad. Todos los mecanismos de información de mayor difusión se movilizan para crear una popularidad de los miembros de la Corona, comenzando por el Rey, (desde la imagen errónea de que el Monarca haya sido el que ha traído la democracia a España, a su supuesta accesibilidad y campechanía. En realidad, gran número de personajes, incluso progresistas, ha sucumbido a esta percepción, siendo el caso más extremo el de Paul Preston, que en su libro Juan Carlos. Un Rey del Pueblo describe al Monarca como el Rey del Pueblo. Tal libro es de un oportunismo denunciable, pues idealiza la imagen del Rey sin percibirse que la Monarquía es el centro del establishment español responsable de las enormes limitaciones de la democracia española. Es incoherente en extremo denunciar, como hace Preston, el silencio sobre los desaparecidos o “la corrupción masiva que hay en España, herencia del franquismo” (entrevista a Paul Preston en La Vanguardia 06.04.13) y a la vez alabar al Rey y a la Monarquía que ha contribuido en gran manera al silencio sobre el pasado y a que tal corrupción exista en España. Y no me estoy refiriendo sólo a los miembros de su familia real, sino a todo el sistema de corrupción heredado del dominio ultraconservador sobre los aparatos del Estado. Tal generosidad con el Rey contrasta, por cierto, con la dureza de Paul Preston en su libro sobre Santiago Carrillo, Zorro Rojo. Conocí a Santiago Carrillo, con el cual tuve desacuerdos, así como acuerdos. Pero me desagrada en extremo el oportunismo de Paul Preston, que aparece de nuevo ahora al escribir tal libro, sólo unas semanas después de su muerte, acusando a tal dirigente comunista de ser ambicioso en extremo, y de haber alcanzado su deseada prominencia a base de sacrificar a sus colaboradores. ¿No cree Preston que el Rey fue enormemente ambicioso, sacrificando a amigos y colaboradores en su deseo de retener el trono, a costa de fuera quien fuera, incluyendo a su padre? El contraste como Paul Preston trata al Monarca, idealizándolo, con la manera como analiza al dirigente comunista Carrillo, demonizándolo, es signo, además de oportunismo (en sus formas y calendario), de falta de coherencia y rigor. Paul Preston debería haber sido más riguroso y exigente en su análisis del contexto político que determinó la existencia de la Monarquía en España y el papel central que tal institución juega en la reproducción de las enormes limitaciones que tiene la democracia española.
Existe hoy un intento muy visible mediáticamente de evitar el desprestigio total de la institución monárquica, aupando la figura del Príncipe Felipe para que pueda sustituir al Monarca actual. Los medios de mayor difusión están trabajando cuarenta y ocho horas al día para promover tal figura, pues son conscientes de la centralidad que el Rey (que, según la Constitución, es el jefe de las Fuerzas Armadas) y la Monarquía, juegan en el entramado de poder que gobierna nuestro país. Su desaparición significaría el inicio de la pérdida de tal entramado. De ahí la enorme preocupación por su posible disolución.