MANUEL BLANCO CHIVITE.
No hay maniobra fiable por arriba sin apoyo social por abajo.Ese apoyo social por abajo lo conformaron las nuevas clases medias profesionales urbanas, nacidas al calor del desarrollismo franquista de los años sesenta, con el apoyo de la también nueva aristocracia obrera, es decir lo que llegó a ser y continua siendo la clientela política electoral básica del PSOE y que en parte, bajo el franquismo, militó en el PCE y en otros partidos situados a su izquierda. Tal fue el eje sobre el que pivotó socialmente toda la transición.
La oferta para que el anti-franquismo aceptara la transformación de dictadura a monarquía fue clara y atractiva: enriquecimiento y poder de gestión; es decir, poder de gestión para enriquecerse; y, subsiguientemente, entrada en el club de los poderosos, de los vencedores, y formar, amalgamados en los pasillos y bar del Congreso, la misma clase política dedicada al saqueo del dinero público, el deporte favorito de todos los clanes franquistas.
Una oferta a la que no se podían negar ni se negaron; al fin y al cabo, uno esta en la política por amor al poder y al dinerito, el resto es propaganda electoral.
La transición fue el momento más débil de la Monarquía y fue el momento que más apoyos consiguió de la izquierda colaboracionista (PSOE – PCE), en función de un sentido nacional-nacionalista de la situación.
Algo así había ocurrido tras la II Guerra Mundial en países como Francia e Italia: las izquierdas (partidos comunistas en especial) optaron por la salida de unidad nacional, capitaneada por De Gaulle en Francia o por la Democracia Cristiana de De Gasperi en Italia, frente a cualquier salida progresista o revolucionaria.
Ya entrados en el siglo XXI, con la corona consolidada, el republicanismo repunta, con algún problema de hostigamiento policial y judicial no demasiado significativo, como una opción más de la mano, entre otras, de alguna de las siglas que la apoyaron en sus momentos más difíciles. ¿Retornarán tales siglas a apoyar a la Monarquía, en otros eventuales momentos difíciles? ¿Se busca, quizás, una república capitaneada, como la monarquía en la transición, por los mismos poderes reales? Ahí está la experiencia histórica, que cada cual se responda.
Pero es el caso que existe un republicanismo posibilista y en ciernes en el seno del actual régimen, que se plantea la eventualidad de una república producto de un pacto parecido e igual de ¿sensato? que el que dio origen al acuerdo constitucional de 1978, sobre la base de la aceptación de la monarquía heredada de Franco.
En tal sentido, pudimos leer el pasado 6 de diciembre de 2008, en el diario monárquico EL PAÍS que: La voluntad de establecer una sociedad democrática avanzada, que declara el preámbulo de la Constitución, aconseja caminar en una dirección republicana. Pero esa empresa requeriría unas fuerzas políticas tan maduras y cuerdas como las que pilotaron la tarea constituyente.Lo que nos hace plantearnos que las fuerzas políticas que pilotaron aquélla nave son las mismas que hoy pilotan el estado monárquico y no parecen muy inclinadas a una democracia avanzada. Por cierto, ¿qué es exactamente eso de una democracia avanzada? y ¿en qué sentido es incompatible con la actual monarquía? No vendría mal aclararlo, pues creemos que en tal aclaración está la avellana de una alternativa republicana.