Alexis Tocqueville establecía en La democracia en América que el espíritu del bienestar ha ganado a la gente y la ha vuelto tonta. Los regímenes totalitarios persiguen la integración de las masas en el Estado y, de hecho, todo poder persigue lo mismo camuflado en el cáncer social que tiene paralizado a los pueblos que, en la búsqueda de la felicidad prefieren anteponer la igualdad y la seguridad material a la libertad, siendo esta el único antídoto contra el ánimo de la tranquilidad. Mas el régimen autoritario y vigilante, violento y coactivo de un Estado partitocrático rompe no solo toda integridad moral, sino también la capacidad de autosuficiencia y de colaboración entre todos hasta corromper el carácter respetuoso de lealtad al poder, arribada la Revolución absoluta de la libertad política.
No, no podemos confiar en la superioridad moral de los mandatarios de un gobierno intervencionista, ni en su política coercitiva y de integración en el Estado. El gobierno despótico, guiado por las decisiones peligrosas de sus irresponsables élites, proceden con acciones que, tarde o temprano, conllevarán la ruina total de la civilización.
Ya se detecta en la idea de un gobierno como autoridad paternal, o como un guardián, aquella que favorece la socialdemocracia, que sin una revolución de la libertad política colectiva, asentada en la sociedad civil que le haga frente, desembocará en la inviabilidad económica de la democracia material. La corrupción que inocula la justicia social a los súbditos supone una carga excesiva para el contribuyente, que cada vez más la demanda hasta la quiebra del Estado.
Si bien la desigualdad en inteligencia deshace toda posibilidad de alcanzar la igualdad material en libertad, porque la igualdad económica es imposible en libertad, a través de la libertad se puede alcanzar la igualdad de oportunidades en una sociedad más justa, procurando, solo como aspiración, cierta igualdad material (García-Trevijano). Pero los estados atrapan a la humanidad con grandes mentiras; mienten al salir a matar moscas a cañonazos sin mirar dentro de sí y de sus fronteras. Los estados de partidos mienten con sus constituciones, inconsistentes por falta de separación de poderes y vacías por la falta de representación en elecciones con sistema proporcional y votos a listas de partido; Ley suprema y falsa democracia que quieren exportar integrando a las masas en el Estado y desintegrando las sociedades: contarán “armas de destrucción masiva en Irak”, una eventual “amenaza nuclear en Iran”, y, en esa tesitura, sabe Dios si “los árabes y musulmanes fueron los responsables del ataque del 9/11 en Estados Unidos”.