Jose Maria Alonso

JOSE MARIA ALONSO ALBERO:

Entre las muchas incoherencias, falacias, inexactitudes y fantasías románticas producto  generalmente de la ignorancia en materia histórica alimentada por la manipulación de escritores mediocres de finales del XIX, aprovechados pseudopolíticos contemporáneos y periodistas del consensuado pesebre partidocrático , mamones de la cada vez más flaca teta estatal quienes  no encontrando caballo de la verdad cabal que se deje montar, embridan con sus deposiciones verbales  borricas  mentiras paticortas cuyo recorrido se agota en cuanto cualquier persona con dos dedos de frente apaga el televisor y se sienta a cotejar hechos históricos.

No vamos a repetir lo ya escrito en anteriores artículos sobre el compromiso de Caspe y la trabajada convergencia y posterior unión que recorrieron la Corona de Aragón y la de Castilla para conformar la de España reconquistando la península ibérica a finales del XV. Tampoco quiero detenerme ésta vez en el daño que hicieron los romanticismos de los años ochenta del siglo XIX , barros de los actuales lodos catalanes ni en el proceso nacionalizador de sus símbolos o en su burda e interesada difusión, como la bandera les quatre barres de sang (1880), el himno Els Segadors (1882), el día de la patria 11 de setembre (1886), la danza nacional, la sardana (1892), los dos patronos de Cataluña Sant Jordi (1885), y la Virgen de Montserrat, (1881). Todo el ¨pack¨  está tan evidentemente preparado para servir de folklore al nacionalismo actual que da rubor el intento de identificarlos con el meollo de la cuestión histórica que sus muñidores enarbolan, que no es otro que la supuesta invasión por parte de tropas borbónicas de un supuesto estado independiente catalán a principios del siglo XVIII.

Analicemos ese periodo  y comencemos reconociendo  la nobleza y legitimidad de los catalanes austracistas que defendían sus fueros y privilegios contra el primer Borbón Rey de España, Felipe V durante la Guerra de Sucesión española. Nada tienen que ver aquellos con los actuales impresentables del nacionalismo separatista catalán. Aquellas gentes sí lucharon por sus fueros, sí buscaron alianzas en Europa con la causa austracista, para que se respetase el testamento del último Habsburgo que reinó en España, Carlos II, que  establecía dos normas de gran importancia y que el futuro Felipe V no cumpliría. La primera era el encargo expreso a sus sucesores de que mantuvieran “los mismos tribunales y formas de gobierno” de su Monarquía y de que “muy especialmente guarden las leyes y fueros de mis reinos, en que todo su gobierno se administre por naturales de ellos, sin dispensar en esto por ninguna causa; pues además del derecho que para esto tienen los mismos reinos, se han hallado sumos inconvenientes en lo contrario

Al no respetarse ese testamento e iniciada la Guerra de Sucesión, llegaron a ofrecerse a la última Estuardo, la Reina Ana de Inglaterra a través del embajador de los Tres Comunes de Cataluña, Pau Ignasi de Dalmases  -probablemente éste sí verdaderamente honorable- , requiriendo su protección para que la reina inglesa «tome en depósito a Cataluña o por lo menos Barcelona y Mallorca hasta la paz general sin soltarlas a nadie hasta que mediante tratado se adjudiquen y se asegure la observancia de sus privilegios».

Léase las veces que haga falta, no puede jamás deducirse de los hechos históricos mencionados que Cataluña quisisese escindirse de España, sino su deseo de que sus libertades en forma de fueros y privilegios no fuesen abolidas. Aún hoy es causa de verguenza para los ingleses conocedores de la historia el haber abandonado a su suerte a los catalanes después de haberles azuzado a la rebelión contra el Borbón, para luego abandonarlos a su cruel represión.

 

En el breve libro inglés ¨The deplorable history of the catalans¨ se expone como las conveniencias de los ingleses los llevaron a plantear a Cataluña un alzamiento contra los Borbones a favor de los que ellos, holandeses, portugueses, la casa de Saboya y la casa de Austria consideraban el legítimo heredero de la corona de España, el archiduque Carlos de Austria. El libro expresa el valor y la firmeza de los catalanes para defender los Fueros y Privilegios alcanzados a lo largo de la historia, y denostan la actitud de la corona inglesa por no garantizar los valores de los catalanes, los mismos valores según palabras de Pau Ignasi de Dalmases que dignificaban el pueblo inglés, que desde entonces dejaría de ser un pueblo digno de confianza.

La reina Ana de Inglaterra exaltó a Carlos de Austria y al Principado de Cataluña en virtud de un orden europeo más equilibrado (sobre todo para sus intereses), pero cuando vió los costes materiales y humanos que supuso, tras la derrota de Almansa ante las tropas borbónicas, y tras la muerte inesperada del emperador del sacro imperio romano-germánico José (casa de Austria), que supuso la coronación como Emperador de su hermano Carlos, cambió de opinión traicionando los catalanes, rompiendo el Pacto de Génova de 1705. Cierto es que finalmente el secretario de estado británico vizconde de Bolingbroke, deseoso de acabar con la guerra, hubo de claudicar ante la obstinación de Felipe V y renunciar a que éste se comprometiera a mantener las “libertades” catalanas. Cuando  Pau Ignasi de Dalmases tuvo conocimiento de este cambio de actitud del gobierno británico presentó una súplica ante el Parlamento británico en la que pedía que ¨por todos los medios posibles procurase que Cataluña tuviese todos los privilegios y se le conservasen todas las libertades, leyes y excepciones que hasta hoy había gozado y hoy en día estaba gozando; a vista de haber seguido aquel país lo mismo que aprobó, fomentó, empezó y siguió la Inglaterra… En atención a la mayor gloria de S.M. y de la nación; en atención a los ofrecimientos hechos a Cataluña de no desampararla por sus generales y almirantes.¨  

Gracias a esta súplica Dalmases consiguió que la reina Ana le recibiera a título individual el 28 de junio de 1713, aunque en aquel momento el acuerdo entre Bolingbroke y los representantes de Felipe V ya estaba cerrado. La reina según contó Dalmases después de escuchar su súplica le respondió que ¨había hecho lo que había podido por Cataluña¨.

Una vez más y a modo de conclusión para no alargar de manera innecesaria el artículo, he de concluir  diciendo que de los hechos históricos se desprende que Cataluña no perseguía la escisión ni secesión de España, sino la defensa de sus Fueros, pero siempre incardinada dentro de la España de los Austrias, y se colige que si la dinastía entrante hubiera respetado aquellos Privilegios jamás se hubieran levantado tampoco contra el Duque de Anjou, ya erigido Rey de España. Por tanto no cabe admitir nada de los ridículos y forzados nacionalismos decimonónicos, tan sólo defensa de los legítimos derechos históricos de los catalanes. Viene al caso por cierto reconocer que el único Borbón que estuvo dispuesto de manera indirecta a restituir aquellos derechos históricos a Cataluña fue el último Conde de Barcelona, Don Juan de Borbón, quien ante el notario Don Antonio García-Trevijano se comprometió a que si obtenía la Jefatura del Estado a la muerte del General Franco, consultaría a los españoles la forma de Estado que deseasen, Monarquía o República, compromiso que fue arrebatado  a España con deshonor por su hijo, monarca colocado saltándose el orden dinástico  y cuya Monarquía de Partidos ha impedido que los catalanes recuperaran su dignidad y sus fueros impulsando  el bódrio autonómico del ¨café para todos¨, permitiendo que del incubamiento de los huevos del consenso y del  ¨hablando se entiende la gente¨ eclosione la actual falta de libertad de los españoles nacidos en Cataluña que son y se sienten tan catalanes como españoles, abdicando a destiempo y dejando la patata caliente no al quinto de los felipes borbones, sino al sexto, que no es Duque de Anjou sino Príncipe de Gerona y a quién Artur Mas ya ha dicho que reconocería como Rey de una Cataluña independiente, para más INRI.

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