EDWIN ZARCO.
El pasado domingo 07 de octubre del 2012 el presidente venezolano Hugo Chávez fue reelegido para permanecer en el poder otros seis años, con lo que totalizará un mandato de veinte años. Quizá este hecho constituya un triunfo para los simpatizantes del modelo bolivariano o socialismo del siglo XXI, sin embargo, creo que ese entusiasmo totalitarista será difícil de sostener, ya que la realidad evidencia signos de una paulatina decadencia del deliro chavista.
Para empezar, es evidente que Chávez ya no tiene el mismo apoyo que tuvo en las elecciones del 2006, donde en aquel entonces venció al representante opositor, Manuel Rosales, por 26 puntos de diferencia. En estas últimas elecciones, el rival de la oposición unida, Henrique Capriles, estuvo a solo 10 puntos de diferencia, condición que a pesar de ser la perdedora, reforzará la presencia de la oposición y el liderazgo político de Henrique Capriles en Venezuela.
Como indica Teodoro Petkoff, que es uno de los opositores más importantes al régimen chavista y director del periódico Tal Cual de Venezuela: “La oposición partidista ha tomado el mando y desarrollado una política democrática, convencida de que estos gobiernos autoritarios y militaristas solo pueden ser enfrentados con posibilidades de éxito en el terreno democrático… Además la unidad va de la derecha hasta la izquierda. Ahora, para lo que debe sobrevivir es para todos los desafíos electorales que vienen: las regionales en diciembre y las municipalidades en abril”. Esto nos demuestra que uno de los factores con los que tendrá que lidiar Chávez es una oposición cada vez más unida y fuerte.
Pero ese no es el único factor que puede influir en la decadencia del delirio de Chávez, un segundo punto tiene que ver con Fidel Castro, quien cabe recordar, fue desde 1998 hasta los últimos años el principal asesor de las estrategias políticas de Chávez. Como el mismo Chávez lo indica en una confesión sentimental a las periodistas Rosa Miriam Elizalde y Luis Baéz de Gramma: “Fidel para mí es un padre, un compañero, un maestro de la estrategía perfecta”. Asimismo, en el libro El Poder y el Deliro, Enrique Krauze nos dice: “Fidel Castro aconsejo siempre a Chávez serenidad y mesura: no enemistarse con la iglesia, no acelerar las reformas, no jugar a la ruleta rusa”. En conclusión se puede decir que Fidel Castro influyó mucho para que Chávez actúe estratégicamente, sin embargo, con la decadencia de la salud de Fidel y de la de Chávez es probable que las acciones que se tomen de ahora en adelante sean apasionadas, insostenibles y vulnerables a la crítica de la oposición.
Para rebatir esta realidad se podría argumentar que Chávez seguirá siendo fuerte porque cuenta con la riqueza que le proporciona el petróleo, sin embargo, en esta riqueza radica el tercer punto que podría influir en su decadencia, y es que como dice Ramón Espinasa, ex economista en jefe de PDVSA (Estatal Petróleos de Venezuela) entre 1992 y 1999 (Antes del régimen Chavista), “PDVSA no es siquiera una caricatura de lo que fue, está diezmada y no se recuperará. Creo que es el epítome de la obra destructora de este régimen”.
Pero Espinasa va mucho más allá y ratifica que la riqueza del petróleo en manos de la Burocracia Venezolana siempre ha ocasionado el surgimiento de incentivos perversos, y Chávez no sería la excepción. En el libro El Poder y el Deliro, Espinasa textualmente nos dice: “Ya nos ocurrió tres veces en el pasado, y nos volverá a ocurrir. El ciclo es previsible: en 73 y 74, en 79 y 82 y en los noventa, los precios subieron y con ellos el gasto público se desbocó. Se crea una inercia indetenible en el gasto y las importaciones. De pronto el precio baja y la economía se estrella. Se presenta una crisis fiscal y de balanza de pagos. Pero lo crucial aquí es que el derrumbe viene aún si el precio no baja sustancialmente, porque la inercia de gastar más y más es indetenible. La situación actual es ésa: los precios caerán hasta cierto nivel, el gobierno no podrá parar el gasto y la producción no se recuperará; su caída es inexorable”.
Lo que sostiene Ramón Espinasa es totalmente cierto, la bonanza del petróleo ha aportado a las arcas del Estado Venezolano unos ingreso de 990 millones de dólares en catorce años, PDVSA es la caja chica de los gastos del gobierno chavista. El 96% de las exportaciones del país es petróleo, y toda esa riqueza es gastada por Chávez en programas sociales conocidos como “misiones” que involucran becas de estudio, pensiones, créditos, viviendas gratis, ayuda económica para embarazadas adolescentes y madres solteras con tres hijos, atención médica y comedores gratuitos. Si bien estas ayudas puedan parecer adecuadas a corto plazo, son insostenibles a largo plazo y sobre todo son fuentes de corrupción, clientelismo y perversión de la capacidad de emprendimiento de los ciudadanos.
Lo peor de todo es que este excesivo gasto indiscriminado ha ocasionado la formación de un hiper-Estado ineficiente con 2.3 millones de burócratas que domina toda la vida del país. Como indica Teodoro Petkoff “El Estado es obeso, no musculoso. Creció, pero engordando. Chávez ha destruido las instituciones y no ha creado las que las podrían sustituir. Él solo ha hecho una cosa: lesionar, hasta hacerla inoperante, la vieja administración pública”. Y es cierto, todo el excesivo gasto que ha realizado Chávez solo ha servido para alimentar su insaciable delirio, ya que la realidad demuestra otra cosa, Venezuela sigue siendo un país con 60% de pobreza, con altísimos índices de criminalidad, cortés de electricidad, inflación y el riesgo de que Chávez devalúe su moneda por el excesivo gasto realizado en la última campaña.
El delirio del poder se ha mostrado cada vez más inoperante respecto a los grandes problemas del país, el desgaste de 14 años de poder evidencia síntomas de agotamiento, la paulatina decadencia del delirio está en camino, y dependerá de la perseverancia y estrategia política de la oposición para recobrar para Venezuela la democracia y la libertad secuestrada.