ALFONSO SASTRE.

La cuestión de la “unidad de acción de la izquierda” se diría en castellano castizo -galdosiano- que “huele a puchero de enfermo”, tan crónico es el problema y tantos los fracasos que han bombardeado tan apasionante proyecto en muchísimos momentos de la Historia, desde las primeras batallas del siglo XIX entre socialistas y anarquistas o científicos y utópicos; y en el siglo XX, las tragedias que enfrentaron a estalinistas y trotskistas o revisionistas y maoístas, etc.

Mi punto de vista en los comienzos de la “democracia española” fue que en el terreno de la imaginación -de la cultura, del arte y concretamente del teatro- podía y debía promoverse este encuentro de vocación unitaria, y ello frente y contra las tesis místicas que afectaron en algún tiempo a la teoría del teatro, de que este era un lugar de comunión de ideas y que los espectadores eran una especie de comulgantes.

Al contrario, el escenario de la cultura se parece más a un ring de boxeo -en el que los guantazos no matan- que a un templo religioso en el que el incienso adormece el criterio y la voluntad. ¿Y cómo habría que plantear hoy estas cuestiones? Esto es lo que habría que tratar ahora. (Alfonso Sastre, 22 febrero 2007).

La mirada hacia atrás es, en fin, la base sobre la que asentar los nuevos pasos históricos, en la línea inter-nacional de lo que algunos consideramos la entrada en un período “neo-histórico” -o, si se quiere, neo-moderno- que estaría ocupando los lugares vacíos o llenos de horror y de fracaso humano y social en los que ha demostrado su falacia la idea reaccionaria del final de la historia, es decir, el área de la llamada “posmodernidad”, que yo saludé arriesgadamente, o sea, aventuradamente, hace años, como “una futura antigualla”. (Y ya lo está siendo, lo que quiere decir que alguna vez acierta uno en sus análisis y ponósticos).

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