ROBERTO C. INSUA.
Los gobernantes que incumplen su programa electoral rescatan con la hacienda común a entidades financieras sin valorar la fractura social, tumban las iniciativas legislativas ciudadanas, aplican la gracia del indulto sin ninguna regulación y por tanto no creen en la obligación de dar explicaciones. No tienen legitimidad para gobernar en democracia.
Estos dirigentes políticos ejecutan desde el dominio de las instituciones la amnistía a los defraudadores, permiten la inmunidad de los poderosos ante el delito y deterioran la confianza en el sistema. Alientan la permisividad de la clase privilegiada y convierten la justicia en un coladero de secretismo u opacidad. Un fraude de ley pues esta se instrumentaliza para pasar página ante hechos que podrían resultar escandalosos, y sobre los cuales los gobernantes prefieren auto silenciarse, poniendo a prueba la resistencia de la ciudadanía.
La aplicación de la ley de tasas es una simpleza disuasoria para descolapsar los juzgados y obstaculizar el libre acceso de ciudadanos humildes al sistema judicial. Deja sin posibilidad de defensa a los que no puedan costeárselas haciendo retroceder los derechos fundamentales de las clases media y baja e impidiéndoles que ejerzan libremente sus derechos constitucionales, contrariando al derecho a la tutela judicial efectiva y debilitando la justicia social.
El tribunal sentenciador, y los líderes sociales deben ser referentes ejemplarizantes que se pronuncien conscientemente, y no se valgan del ostracismo si quieren contribuir a la transparencia, que despolitice la justicia e impida que las leyes se conviertan en estamentos del poder de la corrupción.
Unas leyes represivas e injustas pueden desembocar en la falta de control en las acciones de ciudadanos, que no entiendan la aplicación de unas normas que maltratan y desprecian a los más desfavorecidos. El estallido civil tiene consecuencias que deriva en un colapso de marginalidad y tragedia con resultados desmedidos y a los que difícilmente se pueden poner barreras. Por tanto en el eje y motor de las relaciones humanas debe predominar un modelo que entienda que la vida está por encima de los intereses financieros.