ROSA AMOR DE OLMO
L’honnëteté est la plus grande de toutes les malices, parce que c’est la seule que les malins ne prévoient pas. (Dumas)
Hace mucho tiempo que no escuchamos hablar de la “honestidad” en nuestra vida cotidiana y en nuestro idioma español, en el que casi la bautizamos con nombres extranjeros: Honesty, Honnêteté, onestà, etc; en gallego honestidade; en catalán honestedat por lo visto, y en swahili: uaminifu.
Allá donde miramos todo lo que nos rodea es estafa, corrupción o podredumbre del Ser, y claro, como individuos sociales que somos, estas acciones terminan por germinar y extenderse a todos los sectores. ¿Cuántas veces no se ha visto uno afligido por las acciones deshonestas de los demás? La Historia cuenta muchas pero quizás ahora en estos tiempos de confusión, ausentes de ética alguna, se desvelen con mayor profusión que en otro tiempo.
Qué decir…
Es seguro que España, en los últimos diez años atraviesa, como mínimo, por una de sus crisis más hondas y trascendentales (era cosa de esperar). Es seguro también que nuestro territorio (ahora tendremos que llamarnos territorio de aquí y allá), sin necesidad de revoluciones violentas y ostensibles, está sufriendo transformaciones de carácter interno tan considerables como las haya podido sufrir en sus épocas más críticas. El período actual de la vida española podía expresarse con esta sola palabra: “inquietud”. Y si quisiera expresársele más ampliamente podría llamarse “la época de la crítica y de la renovación de los viejos valores tradicionales…”
Efectivamente esta época nuestra es de una atormentada autocrítica; llevamos más de treinta años examinándonos, mirándonos para adentro y haciendo verdadero examen de conciencia. Como España era el país que menos se conocía a sí mismo; como vivía de tópicos, de adulación y de opiniones cerradas; como la herencia del siglo de Carlos II nos hizo incapaces de un juicio libre y atrevido de las cosas, resulta que aquí vivíamos en el mejor de los mundos, teniendo de todo: la mejor comida, los mejores soldados, las mujeres más bonitas y la tierra más fecunda de Europa ¡Ja!
Vino la crítica, examinamos los valores tradicionales, nos convencimos del error y nos entró pánico…Hay mucha gente que se alarma ante las proporciones exageradas que ha tomado nuestra desilusión, nuestra desmedida autocrítica, que no deja ninguna opinión tradicional en pie; pero como esto ha de pasar, y como tal, tras los valores falsos vendrán otros sinceros y efectivos que llenarán de honestidad las generaciones y personajes de la política. ¿Será así?
¿Por qué tenemos que doblegarnos sin revolución posible a tanta iniquidad e ignorancia? ¿Por qué la justicia no responde ante tanta involución? Ya sabemos que Confucio, Sócrates, Aristóteles o Kant son solo algunos ejemplos de filósofos que han intentado establecer este concepto de ser honesto en la sociedad (un concepto por el que en otros tiempos se castigaba con la muerte a aquel ciudadano que no lo fuera).
Ni qué decir tiene que entre nosotros esto no existirá, mas no hay que perder la esperanza, pues a cada cerdo le llega su San Martín, y ahora, nos topamos con las malas acciones ya hechas e irremediables y vemos esta falta incluso con una autocrítica de lo más justificable. Honestidad ha venido a ser sustituida por Justificación y, por esta, nos quitamos las pulgas dejando en el cajón esa virtud que cualquiera debería tener y que ya nadie reconoce. La manga ancha justifica cualquier acción de cavernícolas éticos que ni lo han sido, y lo peor es que jamás lo serán, por más que asomen la gaita miles de politiquillos/as nuevos/as y resplandecientes. ¿Honesto se nace o es una cualidad que sirve principalmente para interactuar en nuestra sociedad? ¡Puff!
Como todo lo que rodea al individuo, cualquier cualidad que hayamos traído a esta vida, debemos ponerla al servicio de la sociedad en la que estamos. No solo es sentir o pensar, es actuar. La honestidad si no es activa no se define. Y una sociedad que no es honesta está condenada a no ser nada y caer en el ostracismo, para la evolución de otras sociedades que se han tenido que atar los machos y convertirse, de alguna manera, a la honestidad social en algunos aspectos que ahora no tengo tiempo de relatar pero que lo haré en otra misiva. Quede entendido que nadie es una maravilla, pero ¡Hombres y Hombras de Dios! Lo de aquí clama a los cielos.