ROBERTO CENTENO
Las últimas cifras conocidas de deflación, deuda, crédito a la economía real y morosidad definen un camino inequívoco hacia el abismo. El IPC de agosto cayó un 0,5% en tasa interanual, algo que no es coyuntural, como decían el Gobierno y sus secuaces en febrero, sino que es el agravamiento de una tendencia de caída de precios. Un Gobierno de ineptos que se muestra muy ufano de la deflación salarial que han inducido por lo que supone de reducción de costes y mejora de la competitividad, pero tan ignorante que ni se da cuenta de que el descenso de salarios para conseguir una reducción de costes también disminuye el ingreso agregado de la clase trabajadora, y, en consecuencia, produce un descenso de la demanda y del precio de los bienes y servicios, lo que al final lleva a una caída del producto marginal del trabajo con desempleo.
Estos analfabetos funcionales desconocen que la forma más efectiva de elevar la demanda agregada y, en consecuencia, la inversión que depende de las expectativas es la redistribución de los ingresos de forma que se eleve la propensión al consumo. ¿Y qué han hecho estos insensatos que nos gobiernan? Justo lo contrario: elevar la fiscalidad de la clase media y trabajadora y disminuir la de los ricos. España tiene hoy la fiscalidad más alta de la OCDE sobre la familia media y la distribución más injusta de la renta y la riqueza de toda la UE.
Y esto nos lleva al peor de los escenarios posibles. Aunque exista crédito disponible, la falta de expectativas provocada por su disparatada política hace que no exista demanda para el mismo. Arthur Laffer acaba de demostrar en un reciente libro (La riqueza de los estados) cómo los mayores impuestos sobre la renta reducen el crecimiento en un 25% y además no incrementan los ingresos fiscales. Toda la política del BCE, que riega de dinero al sistema financiero para que lo preste a la economía productiva, puede ser un fracaso. En la primera subasta, apenas se ha demandado la mitad del dinero previsto (82.000 millones frente a 150.000). Familias y empresas no van a endeudarse porque las ncertidumbres son demasiado grandes. La mayor parte acabará dedicándose a la especulación porque el BCE no tiene mecanismo alguno para impedirlo.
Por otro lado, el saneamiento de la banca dista mucho de haberse terminado a pesar de los más de 300.000 millones que nos lleva costando a los contribuyentes. La morosidad oficial asciende ya al 13,5%, que es más o menos la mitad de la morosidad real que, en cifras absolutas, supera los 330.000 millones de euros. Y luego el endeudamiento. No solo es que Rajoy haya batido todos los récords conocidos endeudándose a una velocidad doble que la del indigente mental, es que este mentiroso compulsivo del que no se conoce ni una sola verdad ni una buena obra afirmaba muy serio antes de las elecciones que “es un disparate gastar más de lo que se ingresa”. Desde entonces, y pese a los recortes sociales (un 13% desde 2011) y a las brutales subidas de impuestos, nunca en la historia económica de España la deuda pública había aumentado tanto en tan poco tiempo.
PIB nominal, PIB real y deflactor del PIB
Para entender bien cómo la deflación está afectando a nuestra economía, es necesario comprender las diferencias entre PIB nominal y PIB real primero, y su cociente, que se denomina deflactor del PIB. El PIB es la suma del valor final de la totalidad de bienes y servicios producidos en el interior de las fronteras geográficas de un país a lo largo de un periodo dado. Se denomina nominal cuando ese valor final está calculado a precios de mercado y real cuando está calculado a precios constantes referidos a un año base.
El deflactor del PIB es un índice que mide las variaciones de precios de todos los bienes y servicios producidos en una economía. La diferencia con el IPC es que este solo incluye una muestra representativa de los bienes y servicios consumidos por una familia media. Como la Contabilidad Nacional mide el PIB a precios corrientes y a precios constantes, el cálculo del deflactor es inmediato: basta dividir el PIB nominal por el PIB real. ¿Y qué tiene que ver esto con lo que está pasando hoy en nuestra economía?
Pues todo, porque en una situación de deflación como la nuestra hoy el PIB real no es una magnitud representativa de la realidad, en el supuesto de que la valoración de sus componentes fuera correcta, lo que no es el caso ni de lejos en España desde 2008. Es el PIB nominal. Por tanto, el afirmar que el PIB real ha crecido tanto o cuanto no significa absolutamente nada. ¿Y qué tenemos entonces? Que la economía española no está creciendo, sino cayendo. Veamos las cifras: en el primer trimestre de este año, el PIB real creció según las cifras manipuladas dadas por el Gobierno un 0,5% en tasa interanual, pero como el deflactor del PIB fue del -0,6% del PIB nominal –es decir, la suma de los valores finales de todos los bienes y servicios producidos en España en ese primer trimestre medidos a precios de mercado–en realidad cayó un -0,1 % en tasa interanual. No creció ni el 0,5% ni nada. En el segundo trimestre el PIB real oficial habría crecido un 0,6 % y el deflactor un -0,2 %, o sea, un crecimiento del PIB nominal del 0,3 % para el primer semestre, ¡la cuarta parte de la cifra oficial! Y lo más importante, ¿qué está pasando en el tercer trimestre? Pues que con un IPC del -0,4 % en julio y del -0,5% en agosto, el deflactor puede haberse ido al -1%, y en consecuencia el tan cacareado crecimiento se ha ido al garete, total y absolutamente.
A medida que se conocen más datos del tercer trimestre, la situación está empeorando, el consumo y la inversión se están desinflando, el índice de producción industrial de julio cayó un 3% con una clara tendencia al descenso –igual que ocurre en el sector servicios, donde las pernoctaciones en hoteles caen con fuerza y las afiliaciones a la Seguridad Social se desaceleran–. No hemos entrado en la senda de la recuperación como afirma falsamente el Banco de España, sino todo lo contrario. Igual que cuando crean dos puestos de trabajo de 10 horas semanales mientras se destruye uno de 40, afirman que se está creando empleo cuando la realidad es justamente la contraria: siguen destruyéndose decenas de miles de horas de trabajo.
El efecto de la deflación sobre la deuda
La combinación de deuda y deflación fue, como demostraron Ben Bernanke, el expresidente de la Reserva Federal, y sus colaboradores del Departamento de Economía de la Universidad de Princeton, la causa esencial de la Gran Depresión. Evidenciaron cómo esta combinación letal fue la que convirtió una recesión no demasiado severa en una gran depresión. Cuando en un país fuertemente endeudado –la deuda total de España, pública y privada, supera ya el 450% del PIB, una cifra realmente monstruosa– se produce una deflación, se hace mucho más difícil tanto para las empresas, las familias como para la banca y el Gobierno el pago de la deuda, porque el país se empobrece y porque los tipos de interés efectivos se elevan.
El que el país se empobrece ya lo he explicado. El PIB nominal, que es lo que mide el valor de los bienes y servicios a precios de mercado, cae, y el PIB real, que es el que manejan el Gobierno y sus secuaces, no significa absolutamente nada, ya que el valor de los bienes y servicios se contabiliza con unos niveles de precios ficticios. Y que los tipos de interés suben también puede verse fácilmente. Si una familia está pagando por una hipoteca un 2% de interés y la inflación es del 3%, el tipo de interés real es negativo (-1%). Pero si la inflación es del -0,5%, el tipo de interés real que está pagando es del 2,5%. Es decir, un aumento de los desequilibrios: por un lado, es más difícil devolver la deuda porque somos más pobres, y, por el otro, los tipos de interés reales se incrementan significativamente.
Pero es que además nuestra deuda no para de crecer. Seguimos gastando por encima de nuestras posibilidades. Midiendo la deuda total, es decir, lo que de verdad se debe o pasivos en circulación, esta ha aumentado desde finales de 2011 hasta el primer trimestre de 2014 en 465.835 millones, que compara con los 253.171 millones la deuda PDE (según protocolo de déficit excesivo) una convención contable de los burócratas de Bruselas. La deuda total de las AA.PP. asciende ya a más de 1,4 billones de euros, una cifra que arruina definitivamente el futuro de varias generaciones de españoles. Curiosamente, la relación entre deuda total y deuda PDE era en 2011 de 1,29, mientras que con Rajoy la relación entre incremento deuda total e incremento deuda PDE es de 1,84. ¿Y qué quiere decir esto? Pues muy sencillo: que están ocultando deuda PDE por más de 100.000 millones de euros. ¡Y Eurostat sin molestarse en investigar!
Pero es que este año la situación no solo sigue igual. Sigue peor. El endeudamiento alcanza ya los 65.000 millones de euros, 5.000 millones más que el año pasado, y el endeudamiento autonómico, que gracias a la irresponsabilidad de Rajoy y Montoro ha crecido al 15,7% interanual hasta los 228.234 millones, empezando, cómo no, por Cataluña, que lleva recibidos ya de Rajoy 37.000 millones de euros adicionales, un auténtico escándalo, mientras reducen gasto social, infraestructuras, becas comedor y de las generales. ¿Por qué se han tenido que endeudar en 5.000 millones más?Realmente es que no hay por dónde cogerlos. Y por si todo esto fuera poco, una vez pinchado el bluff de la mejora del sector exterior, la deuda externa sufre la mayor subida desde que se inició la crisis al situarse en 1,64 billones, cuyas responsables principales han sido las AA.PP., pues su endeudamiento supera ya al del sector bancario. Es decir, la economía improductiva, el despilfarro, el nepotismo y la corrupción institucional y personal son la causa no ya de nuestra ruina, sino de la ruina de varias generaciones de españoles.
Del cambio de una estructura social con una potente clase media heredada del general Franco a una tercermundista donde la clase media está desapareciendo, con el grueso de la población viviendo con dificultades de llegar a fin de mes, con un 5% de ricos cada vez más ricos porque imponen sus condiciones a la oligarquía política, y dos millones de enchufados púbicos con salarios que doblan la media del sector privado.
Pero lo peor de todo es que no solo han destruido la mejor estructura social que jamás había tenido este país, y que costó sangre, sudor y lágrimas el construir; es que han robado el futuro de las próximas generaciones. A día de hoy más de un 50% de los jóvenes no encuentra trabajo, pero la mayoría de la gente piensa erróneamente que es una situación temporal. Se equivoca totalmente: más de la mitad de la juventud no encontrará trabajo o solo firmará contratos basura en toda su vida. No es coyuntural, es estructural. La casta política ha destruido las expectativas para varias generaciones. Me decía el director de una gran escuela de ingenieros de Madrid que, de los alumnos que hoy terminan los estudios de Ingeniería y Arquitectura en España, la mitad no se coloca, algo que jamás había ocurrido en el pasado. Y la otra mitad lo hace con sueldos de miseria.
Esto no se arreglará, solo irá a peor. Por ello tengan una cosa muy clara: o somos capaces de destruir los partidos de la Transición, su modelo de Estado y su sistema oligárquico, o ellos nos destruirán a nosotros, a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos. Y ni siquiera somos capaces de reaccionar para defender a nuestros hijos, cuyo porvenir les está siendo arrebatado por unos canallas a quienes no les tiembla el pulso para reducir el dinero de las becas pero no eliminan ni uno solo de los miles de coches oficiales –¿en qué país del planeta un ayuntamiento como el de Madrid tiene 280 coches oficiales asignados, todos los concejales con chófer y dos asesores y cualquier mindundi con mando?– ni los inmensos privilegios de una clase ociosa que está vampirizando a este desgraciado país. Creo que nuestros hijos nos juzgarán muy duramente por nuestra inacción y nuestra cobardía