JOSE MARIA ALONSO.
Hasta hace muy poco tiempo Alemania formaba junto a Francia el núcleo visible de una Unión Europea con imagen de solvencia. Sin embargo parece que la situación económica de Francia comienza a resquebrajarse, lo que sumado a que Alemania no quiere que le ocurra en Europa lo que le ocurre a los Estados Unidos en el mundo (es una gran potencia tan admirada por unos como odiada y envidiada por otros), provoca que Alemania busque de alguna manera sustituir a Francia por otro país que le sirva de apoyo para no quedarse aislada y dar una imagen de integración en el contexto europeo.
Descartados los países del sur de Europa sumidos en desesperantes crisis de carácter estructural y el Reino Unido por su unicidad, su histórica autosuficiencia y su clara orientación atlantista, no quedan demasiadas opciones de países con entidad suficiente como para formar un tándem con Alemania. Es así como los últimos movimientos alemanes se han dirigido a reforzar de manera significativa sus relaciones con Polonia.
Si bien a mediados de la década pasada las relaciones de Varsovia con Berlín y Moscú eran de manifiesta antipatía, principalmente por la personalidad política del malogrado Presidente Lech Kaczynski y por algunos episodios de ninguneo de Schroeder y Putin hacia Polonia como la construcción del gasoducto Nord Stream, que parte desde el exclave de Kaliningrado y llega hasta Alemania sumergido en el Mar Bálico evitando el paso por territorio polaco; desde la muerte del correoso Kaczynski y de gran parte de la élite militar y de la sociedad civil polaca, las relaciones entre Polonia, Alemania y Rusia han tomado una nueva dirección en cuanto a voluntad de colaboración y entendimiento.
Es significativo que el Ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Guido Westerwelle cambiase la tradicional primera visita a París recién estrenada la cartera ministerial en 2009 por Varsovia. Así mismo se ha formado un tándem entre Westerwelle y su homólogo polaco Sikorski con declaraciones conjuntas y con una curiosa estrategia de apoyo a las relaciones con Rusia en las que Polonia cambiaba su papel de desconfianza tradicional por la de país más abierto hacia hacia Rusia y Alemania cambiaba su tradicional apertura hacia Rusia por una postura más exigente con Moscú.
Ese movimiento diplomático surtió sus efectos y se han mejorado bastante las relaciones, a pesar de las heridas históricas de lenta cicatrización. El tándem Westerwelle-Sikorski envió en 2011 una carta a la Baronesa Ashton, encargada de las relaciones exteriores de la Unión Europea, instándola a que suavizase su postura crítica respecto a la perpetuación de Putin en el poder con el objetivo de hacer de él un socio fiable en cuestiones de energía y seguridad internacional.