PACO BONO SANZ
Y volvió Francisco Nicolás a los platós de televisión, pero no deseo en este artículo hablar de Francisco Nicolás y de sus fechorías, para eso ya tenemos Telecinco y el resto de medios de la farándula. Me voy a centrar en los “Franciscos Nicolases”, todos esos trepas que medran en el Estado de partidos desde la reforma política del Franquismo. El Estado neofranquista es un nido de ambiciosos que siguen el ejemplo de sus predecesores. Como bien dice Don Antonio García-Trevijano: “no hay gobierno, sino que sólo hay Estado”. Cenas de Estado, almuerzos de Estado, pactos de Estado, medidas de Estado, ¡consenso! Pensamiento único. Y el consenso necesita servidores, mediadores, personas sin escrúpulos capaces de prestarse a la realización de cualquier trabajito con tal de prosperar en las entrañas del Estado.
Los partidos estatales están llenos de “Franciscos Nicolases”. ¿No es el propio Mariano Rajoy un “Francisco Nicolás” avanzado? ¿Qué méritos ha conseguido el registrador gallego para convertirse en presidente de la oligarquía? Servir al Estado sin descanso desde hace más de veinte años. Los “Nicolases” son impostores de la política, de la economía y de cualquier otro ámbito. No tienen escrúpulos, no necesitan ser valientes, tan sólo han de ser capaces de vivir sin vergüenza para no perder el tren del poder. Un poder que no es tal, porque la oligarquía exige el acuerdo continuado entre los que han pactado. La lucha permanece en la sombra. Nadie ha de descubrir el verdadero rostro de las caras bonitas de la política española. Francisco Nicolás es ese rostro. Con él se ha mostrado en público la batalla interna de los escaladores de los partidos. Las ambiciones de esos alpinistas del Estado, capaces de soltar la argolla de su compañero con tal de subir a lo más alto de la nada. Su foto colgará de alguna farola en unas elecciones, participarán en mítines perfectamente preparados para satisfacer su vanidad y disfrutarán de su condición de clase dentro del Estado.
¿Y qué importa el origen de Francisco Nicolás? Yo creo adivinarlo, pero no seré quien lo diga. La porquería saldrá a la luz, porque la guerra sólo acaba de comenzar. Rajoy está en sus peores horas y Soraya Sáenz de Santamaría no quiere caer con él. La llegada de los nuevos “Nicolases” de PODEMOS va a suponer un terremoto en el Estado de partidos. No traerán libertad, pero sí forzarán la guerra y el fin del consenso tal y como lo hemos conocido hasta hoy. ¡Qué les importa el ridículo hecho por la Casa Real o por La Moncloa en el caso de Francisco Nicolás! Ya no se cuidan las formas, si son capaces de permitir la ruptura de España con tal de seguir en lo alto del Estado, su ídolo, su Fe, su negocio. Y en su conciencia la voz de Franco, la realidad heredada de su régimen… La política no importa, lo primero es el Estado.
¿Y la Nación? Al borde de su extinción. El “Francisco Nicolás” de Cataluña, Artur Mas, conspira cuando la oligarquía de Madrid está en su momento de mayor debilidad. El Estado delegado de Cataluña le ha declarado la guerra al central, su superior. ¿Qué hacen desde la Moncloa? Seguir las reglas del consenso. Cierran los ojos creyendo que si no lo ven no está sucediendo. Y he aquí otra característica de estos reptadores del Estado: viven ajenos a la realidad. Lo cual es normal por su condición de clase política. ¿Quién llamará a la puerta de Mariano? ¿Abrirá el presidente o se quedará detrás de la mirilla? Tienen miedo a la verdad, porque saben lo que son. No pueden acallar su conciencia, por más que repitan la gran mentira. El régimen de 1978 hace aguas. Pero seguimos sin ver la tierra de la libertad política. Cuando el barco se hunda, no habrá botes salvavidas para todos.