LORENZO ALONSO.
Una vez más el Instituto Nacional de Estadística (INE), con su publicación trimestral de la Encuesta de Población Activa (EPA), vuelve a dar un mazazo en nuestras conciencias anestesiadas. De la lectura de sus números se pueden sacar muchas lecciones. Hoy solamente nos referiremos a cuatro de ellas.
En la España actual, la de finales de 2012, hay 17.320.300 de españoles (los que tienen el privilegio de estar ocupados) que soportan la carga de una nación de 47.213.000 habitantes; hay 23.134.600 de habitantes que se consideran activos, de los que 5.778.100 están parados (25%); la crisis económica, desde el tercer trimestre de 2007, ha destruido 3,2 millones de puestos de trabajo (entonces había 20.510.600 de ocupados) y ha generado 4 millones de parados (entonces había 1.791.900 parados).
En esta deprimente cifra de parados no están incluidas aquellas personas que ya “no buscan activamente empleo, no van a ninguna oficina de empleo, no miran ofertas, no envían candidaturas…” (como dice la metodología del EPA), simplemente han tirado la toalla y están incluidas en ese magma estadístico denominado inactivos; en la cifra de ocupados no están incluidas las personas que trabajan en la economía sumergida; y el aumento de ocupados en el grupo de trabajadores autónomos no solo se debe al impulso de nuevos emprendedores sino a cambios en las relaciones contractuales (antiguos trabajadores de plantilla convertidos en trabajadores autónomos).
Esta situación nos hace reflexionar, lo mismo que hacíamos hace cuatro años en las páginas de este diario a propósito del incremento del desempleo que entonces se publicaban (2.598.800), que el paro “desde un punto de vista personal…es un drama humano que corroe la mente de las personas que lo padecen al pensar que su vida es un fracaso personal y profesional. Muchos parados…se consideran unos perdedores al no ser útiles a su familia ni al entorno social en la que viven por haber escogido una profesión sin futuro o no haber alcanzado un estatus mejor, no sujeto a los vaivenes de los ciclos económicos”.
El panorama del empleo en España es desolador, más de 2,5 millones de parados perdieron su empleo hace más de un año (parados de larga duración), 1,8 millones de hogares tiene a todos sus miembros en paro (pobreza extrema) y la mitad de nuestros jóvenes están en paro (un país sin futuro). Un paisaje dantesco que invita a llorar o a explotar socialmente. No es extraño que Cáritas esté desbordada, que crezca el empleo negro, que se radicalicen las protestas y que nuestros hijos huyan a otros países a buscar lo que aquí no encuentran. En muchos casos, allí los estiman, los promocionan y les dan lo que aquí les niegan.
¿Qué medidas de política económica fueron poniendo en marcha durante este período los diversos Gobiernos que tenemos en este país, el Gobierno Estatal y los 17 Gobiernos Regionales, para evitar este cúmulo de desastres?
¿Qué ha hecho nuestra “clase política”, nuestra “clase sindical” y todas aquellas personas que ocupan, y han ocupado, puestos de alta influencia social para evitar este cúmulo de conductas y situaciones sociales tercermundistas?… ¿Para qué nos sirve tener tanto dirigente?