JAVIER TORROX
Allí donde un voto no cuenta como uno, hay un fraude. Es cosa de trileros que la fuerza de un voto cambie en función de dónde se emite el voto. Trileros son los ejecutores de este fraude y trileros son los que se benefician de él. Los electores somos los estafados. Y, aún peor, el votante de listas no sólo es un estafado, sino que también es colaborador de la misma estafa de la que es víctima. Es la humillación absoluta de los ciudadanos, sometidos a la condición de súbditos. Y no sólo del monarca, también súbditos de los partidos estatales.
¿Cómo es posible que todos los habitantes de una misma circunscripción electoral tengan más de un representante? ¿Qué locura es ésta que admite sin cuestionar que una misma persona pueda tener hasta 36 representantes simultáneos en el Parlamento? ¿Sabría usted decir quién de los 350 diputados del Congreso es su diputado? ¿Por qué existe la estéril iniciativa legislativa popular si no es para disimular que los ciudadanos carecen de representantes políticos que hagan las leyes que los propios ciudadanos demandan? No perdamos de vista que el trabajo de un diputado es hacer las leyes para las que sus electores le han diputado su representación.
A usted le toca decidir en lo tocante a su voto. ¿Quiere usted que, llegadas unas elecciones, su voto cuente como un voto y que vaya a favor de quien usted vota? ¿O acaso prefiere usted que alguien -en realidad, no alguien sino el estado- interprete su voto mediante una ecuación? El sistema electoral proporcional es la deshumanización del voto para trocarlo en un mero mecanismo de perpetuación de esta abyecta monarquía de partidos estatales.
Un sistema electoral en el que el número total de votos no es relevante no es un sistema electoral, es el pucherazo hecho ley.
Cada vez que usted vota bajo un sistema electoral proporcional, su voto es interpretado por una ecuación. Así las cosas, tiene usted dos opciones. Una es colaborar con lo existente: votar a una lista de partido o en blanco o emitir un voto nulo (estas tres fórmulas fortalecen y legitiman lo existente). La segunda opción -la que defiende el Movimiento Ciudadano por la República Constitucional- es la abstención activa: negarse a votar hasta que pueda usted elegir directamente a su representante en una votación uninominal, en la que cada 100.000 habitantes elijan por mayoría absoluta a una persona como diputado; a una persona, no a un partido.
El voto sencillo no es otro que aquel que cuenta como uno y que no necesita de ninguna ecuación ni de ninguna otra artimaña que puedan idear los enemigos de la libertad para impedir la democracia. El voto sencillo es el que dirime las contiendas electorales por mayoría absoluta, a doble vuelta si fuera necesario. El voto sencillo es el que, separadamente, elige un diputado por su nombre por cada 100.000 habitantes. El voto sencillo es el que, en otras elecciones separadas y en circunscripción única, elige quién gobierna.
¿Es usted un hombre? ¿Es usted una mujer? ¿O es usted una ecuación? Usted decide.