EMILIA LANDALUCE.
El viernes nos encontramos a un ex novio que estaba a punto de casarse con otra. Chuleaba porque su padre constructor se llevaba bien con el PP pero también era amigo del marido (o del hijo) Carmena. «Nos va a seguir yendo igual de bien». Una amiga rememoró nuestros años mozos.
-¡Cómo puede ir así de sobrado si tiene micropene!
Esa, precisamente, no era la tara de Jordi Pujol Ferrusola tal y como desveló la conversación entre Alicia Sánchez Camacho y María Victoria Álvarez que se grabó La Camarga.
Otra de las revelaciones de tan singular reunión fue que el primogénito del ‘ex president’ compró 5.000 silbatos para la pitada al himno de la final de Copa que se celebró en Mestalla en 2009. Entonces, también se enfrentaron Barcelona y Athletic Club de Bilbao. «¡Mort al Borbo!», gritaban. Y eso que en Valencia aún no había llegado Compromis ni el rey emérito se había despeñado por la rubia en Botsuana.
Ayer, la escena se repitió aunque sin, que sepamos, ayuda de los Pujol Ferrusola. Los jugadores miraban al frente mientras escuchaban la macropitada como si fueran el mono de ‘2001, Una odisea en el espacio’.
Mientras, en el palco de honor el rey Felipe trataba de ejercer de Príncipe de Girona y mantenía su gesto impertérrito. Lo natural en alguien «tan bien preparado» como nuestro monarca. Estoy segura de que tampoco hubiera mudado el rostro si se abriese el telón del Teatro Real y encontrara a la reina Letizia jugando a los médicos con Antonio García Trevijano [por decir algún republicano proverbial que no se dedique a regalar ‘Juego de Tronos’].
La macropitada de ayer se esperaba desde que Barça y Athletic pasaron a la final. El cerrilismo no entiende el respeto al himno español. O como dice Pablo Iglesias: «Esa pachanga fachosa». A veces pienso que si sustituyéramos la Marcha Real por ‘Suspiros de España’, mucho más emocionante, los independentistas [incluido Laporta rampante] pitarían menos y los patriotas lloraríamos más.
¿La solución? Villar debería haber regalado al público una decena de miles de matasuegras. Tururuuuuuu, hubieran pitado mientras se desenrollaba el papel como si se tratase de la virilidad de Jordi Pujol Ferrusola.
El nacionalismo en la Unión Europea es un poco como el micropene del constructror.
Y toda esta chulería por eso.
Via El Mundo.