PACO BONO SANZ.

José Manuel Lara ha declarado su “miedo horroroso” a la radicalización del voto en las próximas votaciones a partidos en Cataluña. Un poco tarde, ¿no? Han transcurrido ya casi treinta y cuatro años desde que se produjo la conocida traición a la Platajunta, que significó también una traición a la propia Nación española, y que dio cerrojazo a las aspiraciones de libertad política. Tras la república de partidos, llegó la guerra, y tras la guerra, la monarquía de partidos, tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando. Así nos toca revivir la historia.

Sr. Lara, ¿se asemeja su miedo horroroso al terror que llevan padeciendo en España cientos de miles de siervos cuyas libertad se ve cada día coartada por los radicales afincados en el poder con la connivencia de los hipócritas presuntos contrarios? Podría haberse percatado usted mucho antes de lo que implica un régimen de partidos dividido además en feudos. Mientras las cosas iban bien, unos robaban, otros callaban, y todos tan felices. Pero al perro flaco, todo son pulgas, y el tiempo ha dejado a la vista las entrañas de la verdad de este régimen tan parecido al que sirvió a los nazis para su llegada al poder en Alemania.

Sí señor, Don José Manuel, que usted ha leído, seguro, mucho más que yo, por edad y por mecenas. El nacionalismo no existe en sí mismo, el nacionalismo es la consecuencia, es la metástasis de una enfermedad llamada partidocracia o régimen de partidos. La partidocracia consiste en el reparto de poder público a través de los partidos, a los que la constitución de 1978 se refiere de la siguiente forma: “Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”. ¡Menuda magna mentira!

Si todos concurren en el mismo juego pactado, ¿se puede establecer una distinción en lo que se refiere al grado de responsabilidad entre partidos nacionalistas y no nacionalistas con respecto a la deriva política de España? No. Porque la existencia de los grupos políticos “nacionalistas” es inherente al régimen de partidos acordado con los “no nacionalistas”, el cual les garantiza la supervivencia y su multiplicación, como una célula para un virus, utilizando el propio Estado como herramienta para encauzar su fanatismo y articular su proyecto doctrinario con impunidad, inspirado en una legitimidad democrática inexistente, puesto que al no haber libertad política, es decir, al no producirse separación de poderes, representación en mónadas, al no permitirse la total autonomía del estamento judicial, al financiar al poder político y sindical, los ciudadanos son incapacitados para la participación y la decisión en lo público, se les niega la posibilidad por principio de ley, por lo que no hay freno ante la corrupción del sistema que vive de este presidio civil supeditado al mercadeo de la acción política.

¿Acaso me he vuelto loco, Don José Manuel? ¿Es posible que usted no se haya dado cuenta todavía de que el nacionalismo es la madre fundadora de este régimen de frustración, fraude y traición constantes? ¿No es acaso el nacionalismo hijo en España del consenso? Hubo un tiempo en que yo pensaba que sólo había un “nacionalismo”, el de los secesionistas, el periférico, creía que lo que defendían los paridos “nacionales”, lo español, era patriotismo. Ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba. Para ser patriota hay que poder ser ciudadano, y para ser ciudadano hay que habitar un país en el que se haya conquistado la libertad política, algo que todavía no se ha conseguido en el nuestro, España, donde la mayoría de habitantes somos todavía siervos en pleno siglo XXI. ¡Y esto sí que produce un miedo horroroso!

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