Roberto Centeno

ROBERTO CENTENO

Alemania es el socio económico más importante para España y, en consecuencia, para Cataluña. Es justamente por esto que los empresarios germanos ahora están muy preocupados sobre la intención del Gobierno catalán de separar la región del resto de España. Algunos de los miembros del círculo de ejecutivos alemanes en Barcelona (KdF) han salido del silencio que caracteriza a muchos círculos económicos y políticos en relación con la política de Artur Mas.

Han publicado una declaración como personas privadas en la cual expresan su enorme preocupación sobre esta evolución en Cataluña, que ellos ven no solamente económicamente peligrosa por la salida de Cataluña de la Unión Europea, sino también porque es anacrónica y potencialmente desastrosa. Textualmente dicen: “Alertamos de los peligros de un fervor nacionalista, que en el último siglo ha traído sufrimientos inmensurables sobre Europa y que tampoco traerá nada bueno para Cataluña.

Los empresarios españoles deberían posicionarse contra el independentismo

Esta declaración valiente, promovida, entre otros, por el abogadoCarlos Wienberg en Barcelona refleja lo que muchas empresas foráneas y políticos extranjeros piensan pero no quieren expresar. Y la élite empresarial española, en una dejación suicida, tampoco se ha querido pronunciar ni contra el independentismo ni contra la inaudita cobardía del Gobierno y del Rey.

Pero es esencial frenar este movimiento que lleva a una situación absurda en la que se manda a corresponsales extranjeros notas de prensa en catalán o soflamas sobre la independencia en inglés, en las que se les invita a ir a Cataluña para hablar con los líderes proindependencia para dejarse convencer de algo que es para todos los economistas y también politólogos una auténtica locura, y que no corresponde ni a una lógica histórica –Cataluña jamás ha sido independiente y menos aún una nación– ni a una necesidad del pueblo catalán que no vive bajo ningún tipo de presión. En Alemania, como en el resto del mundo civilizado, pagan más impuestos al Estado los estados o ländermás ricos como Bayern y Baden-Württenberg, porque tienen la suerte de tener en su territorio las mejores empresas del país.

Se ha publicado ya en muchos medios importantes en Alemania. Wienberg quería sobre todo dejar claro que Cataluña tiene que salir de la UE en un caso de independencia: “Van Rompuy, Barroso, Redding y Junckers lo han confirmado varias veces”, dice el abogado. Y en este sentido resulta tan falsa como patética la propaganda por parte del Círculo Catalán de Negocios que dice en un comunicado a la prensa extranjera que no está claro que Cataluña tenga que salir de la UE, que no hay nada escrito de que esto será así. Este círculo de empresarios catalanes tramposos que están engañando miserablemente al pueblo catalán recuerdan a los eclesiásticos de Constantinopla discutiendo sobre el sexo de los ángeles cuando los turcos estaban escalando sus murallas.

Se trata de una ceguera suicida. Y no solamente una Cataluña separada tendría que abandonar la Unión Europea, es que todas la empresas y bancos con sede social en Cataluña tendrían que abandonar España, donde realizan los dos tercios de su negocio, lo que, unido a la desbandada de las multinacionales de alimentación y farmacia en la región ya que sus principales clientes están en el resto de España, hundiría el PIB per cápita a poco más de la mitad en el mejor de los casos. Y algo que preocupa extraordinariamente en los mercados de capitales: Cataluña tendría que hacerse cargo de su cuota parte –como ha sucedido en todos los procesos de escisión– de la deuda española, que es del 20%. Como la deuda total de España (pasivos en circulación) es de 1,36 billones de euros, no sólo la computable, Cataluña debería abonar 272.000 millones de euros, a lo que se añaden los 50.000 que adeuda en forma directa;un total de 322.000 millones de euros, lo que es imposible de asumir por Cataluña y que la conduciría a la suspensión de pagos al día siguiente de declarar la independencia.

Aquellos descerebrados que afirmen que no se harían cargo, el Gobierno de España tiene los medios para cobrarla embargando los activos de empresas catalanas en España para luego subastarlos, exactamente igual que hace hoy Hacienda para cobrarse los impagados de los contribuyentes.

La Reichskristallnacht del nacionalismo radical catalán

Dejando estos temas aparte, con la llamada “declaración de Barcelona” de los economistas alemanes, se ha sensibilizado a la opinión pública alemana sobre problema real que los catalanes, muchos de ellos, no quieren ver. La independencia no aporta nada a Cataluña, solamente problemas. Y no sólo es una cuestión económica, lo que es bastante de sentido común (rotura de un mercado común), sino que acarrearía consecuencias políticas para los catalanes que, o no consideran, o ni se las pueden imaginar.

Muchos de los extranjeros que viven en Barcelona, una ciudad maravillosa y siempre muy cosmopolita, están literalmente hartos de las conversaciones independistas y el catalanismo. Ellos han venido a España para aprovechar la movilidad de la UE e intentar su suerte en otro país. Ahora tienen que luchar contra el extremismo con que se enseña la lengua catalana y se impone una cultura que debe ser de libre elección, y que sólo la inaudita pasividad del Gobierno está permitiendo que se vulnere la Ley y los derechos humanos más elementales. Mas critica al Gobierno central de ser “imperial y intolerante”, pero es eso, exactamente, en lo se convierte Cataluña, que siempre fue una fuente de muchas culturas.

Las inversiones en curso no se han detenido porque consideran el tema erróneamente cerrado, al ser declarada ilegal la consulta por el Tribunal Constitucional. Y no es extraño que en Alemania consideren eficaz e irreversible la decisión del Tribunal Constitucional que anula la convocatoria de un referéndum para la autodeterminación de Cataluña. No podemos olvidar que para los alemanes, igual que el resto de las naciones democráticas, la noción de Estado de Derecho, creada por el gran jurista Robert von Mohl, es algo muy serio. Jamás puede entenderse ni allí ni en ninguna otra parte, como en España, que se emplee continuamente la expresión “Estado de Derecho” para indicar que aquí la vida política y económica está regida por leyes, y luego estas no se cumplen en función de los intereses cortoplacistas o no de las oligarquías política y económica.

Debe recordarse ahora, para que a ningún extranjero le extrañe, la poca importancia que tienen en España las leyes políticas y económicas. Por ello, y aunque el Tribunal Constitucional haya anulado la validez del referéndum convocado por el actual Gobierno catalán, eso no quiere decir en absoluto que las autoridades políticas separatistas vayan a respetar esa decisión constitucional. Si el presidente de la Generalitat no llega a convocar ese referéndum no será porque una entelequia jurídica como la del Tribunal Constitucional se lo prohíba, sino porque teman la intervención de la policía estatal para impedir de hecho que se celebre.

Se pensará que aquí lo único que cuenta es la política de hechos consumados. Y tienen razón los que así opinan, porque esta situación se habría cortado de raíz si el Jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, o el rey Don Juan Carlos de Borbón no hubieran permitido a ninguna autoridad sometida a la soberanía del Estado Español que el presidente de la Generalitat hubiera llegado tan lejos; no sólo en sus palabras, sino también con actos políticos claramente delictivos tipificados en el Código Penal español como “provocación para la sedición”, penado con una codena de hasta 20 años. Y un lugar de meter en la cárcel a Artur Mas, le abrazan y saludan afectuosamente.

Esta deriva independentista daña extraordinariamente la imagen de la economía alemana, que es muy importante en esta región de España, donde tienen sede Seat, la filial de Volkswagen, o Lidl y Allianz.  “A los alemanes nos gusta tener seguridad en nuestras planificaciones. Este proceso de independencia genera mucha inseguridad”, explica Georg Abbeg del despacho Roedl & Partner en Madrid.

La consulta catalana está prevista para el 9 de noviembre de este año. Fecha clave para los alemanes y también en Europa: el 9 de noviembre de 1938  fue la noche Reichskristallnacht, en la cual el nacionalismo feroz de los nazis enseñó su cara más fea al resto de Europa. El 9 de noviembre de 1989 fue la caída del muro en Berlín, un día de mucha alegría que ponía fin a una Alemania separada. Pero los alemanes sabían también en su mayoría que a partir de este momento nunca jamás podrían dejarse llevar por el nacionalismo y tampoco debería dejarse arrastrar España, que ha vivido una terrible guerra. Ni el nacionalismo español ni el nacionalismo regional deberían dirigir la política española: nos tiene que dirigir un sentido europeo que nos ha salvado hasta ahora a todos de un futuro oscuro.

Los separatistas no pagan a los traidores

La provocación del nacionalismo radical amenazando con violencia a Montoro, que es precisamente quien saquea a los españoles para regalarles el dinero a los separatistas catalanes, demuestra una vez más que la debilidad ante el chantaje independentista favorece el aumento y la extensión de las fuerzas separatistas, que no pagan a traidores. Un ejemplo más del suicida error de D. Juan Carlos diciendo a los separatistas que hablando se entiende la gente, y de Margallo, felicitando a la Generalitat por el éxito de la Diada encadenada. Es difícil encontrar en la historia europea personajes de tan peligroso e irresponsable histrionismo.

Pero el tema es infinitamente peor. El Rey y Rajoy están negociando, con la oligarquía catalana, a espaldas de los españoles, un pacto fiscal que supondría no sólo la ruina de las demás regiones, sino, sobre todo, la destrucción de la unidad nacional y moral de España. Esta forma felona de gobernar estaría regalando a Cataluña lo que los catalanes no han podido durante toda su historia: una nación propia. Esta inaudita gesta de cobardía ante un separatismo aldeano que no resistiría ni a una compañía de la Guardia Civil ejecutando la orden de un Boletín Oficial del Estado, que se paralizó de miedo ante Franco, quiere obtener ahora, ante una Monarquía nula y un Gobierno amedrantado, lo que Cataluña nunca fue. Al Rey y al Gobierno no les impresiona lo más mínimo el hecho de estar rompiendo 500 años de historia de España. ¿A cambio de qué?

(1) Stefanie Müller es una periodista alemana.

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