Jose María de la Red Mantilla

JOSÉ MARÍA DE LA RED MANTILLA.

Algunos comentaristas, cronistas y tertulianos han puesto el grito en el cielo tras la renovación de cargos en el Consejo General del Poder Judicial. Al parecer el consenso habría puesto fin a su esperanza de que los partidos políticos no metieran sus sucias manos en el Poder Judicial, tal como había prometido Galardón.

La cosa tendría su gracia si no fuera porque la Justicia, según prevé la vigente Constitución, es un mero servicio público y no uno de los tres poderes del Estado descritos en la teoría clásica del Estado.

Si nadie se asombra de que las Cortes, en sesión de investidura, designe al Presidente del Gobierno, que a mayor abundamiento tiene que ser senador o diputado ¿Por qué se asombran de que sean las Cortes y el Gobierno quienes designen a los miembros del llamado Consejo General del Poder Judicial?

Tales comentarios solo se explican bajo dos premisas: la ignorancia y la confusión.

Ignorancia por cuanto quienes así opinan desconocen que en el régimen parlamentario el poder es sólo uno y está en el Parlamento. Confusión, pues parten del error de considerar al régimen político vigente en España como una Democracia cuando es, simplemente, una Monarquía parlamentaria. Monarquía como forma de Estado y parlamentarismo como forma de Gobierno.

En España no existe un poder legislativo, un poder ejecutivo y un poder judicial separados entre sí, sino un poder único, el parlamentario, con separación de funciones, legislativas, ejecutivas y judiciales.  Separación de funciones y no de poderes; pues la unidad no puede separarse de sí misma.

El analfabetismo político reinante en la España actual se delata asimismo cuando es el propio Monarca quien habla y se jacta de la democracia en España, sin que nadie prevenga a S. M. de que si, efectivamente, en España existiera un sistema democrático él no sería el Rey, sino, como mucho, el máximo representante de su dinastía en el exilio, pues no hay rey sin reino.

Ignorancia y confusión son, sin duda, los mejores parapetos de quienes detentan el poder en la España actual. Ignorancia y confusión que están en el origen y son la causa de la creciente paranoia política que cunde entre los ciudadanos, marcando crecientes distancias con la clase política, los partidos y las instituciones públicas, pues no entienden que, si somos una Democracia, la clase política, el poder político, no proceda como en una Democracia.

Quizás ayudaríamos a todos esos ignorantes y confundidos comentaristas, cronistas y tertulianos si les dijéramos que la separación o división de poderes de la teoría de Montesquieu fue precisada, a los efectos democráticos, por  J.J. Rousseau al establecer que el único origen de legitimidad del poder era la voluntad política de los ciudadanos que, como todos sabemos, ha de expresarse mediante el voto libre, igual, directo, mayoritario. Y que la división o separación de poderes se establece, precisa y únicamente, desde el origen del  poder, desde la voluntad política de los gobernados.

Ocurre, sin embargo, que como en muchas otras cosas, el régimen político vigente quiere parecer lo que no es, quiere parecer una democracia, pero solo es una monarquía parlamentaria. Que lo vamos a hacer. Quizás sería mejor que a los niños en las escuelas se les contasen la verdad para que después no tuvieran que salir a la calle a gritar lo evidente: Lo llaman democracia y no lo es, aunque resulte que los así gritan tampoco sepan que es la Democracia ni los derechos políticos democráticos.

Asumimos que para muchos de esos comunicadores descubrir la libertad política puede causarles un cierto empacho intelectual, incluso moral;  pero no cejaremos en nuestro empeño de ayudarles a salir de su ignorancia y confusión para que puedan corregir sus errores y los de muchas personas que se fían de ellos por créeles sabios o, al menos, enterados.

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