PACO BONO.
Tras la experiencia del colectivista y genocida Goebbels, y una vez derrumbado el totalitarismo en la Europa del Oeste, los nuevos Estados de partidos desestimaron la fórmula de la prohibición de los medios de comunicación no afines y optaron por una forma de censura radicada en un falso pluralismo bajo la tutela del Estado y la trampa de la subvención. Con esta medida, los nuevos medios de comunicación se convirtieron en herramientas de canalización de la opinión al servicio del poder. La libertad de expresión se soterró bajo el consenso (el pensamiento único) en todos aquellos países donde jamás se hubo conquistado la libertad política.
Hoy, esos medios publican encuestas, emprenden campañas, destacan temas de actualidad, ensalzan unas figuras, hunden otras y suplantan la palabra ausente de un pueblo atrapado en su servidumbre a cambio del consumo, cuando no de su supervivencia. En el tiempo en que hay más facilidades para la difusión de la opinión y de la palabra, el pensamiento es apresado con el arma más terrible que el hombre ha inventado jamás, la mentira colectiva, un circulo vicioso y aparentemente irreversible en el que las mentes despiertas se enfrentan a enemigos que para otros son sólo fantasmas; lo que parece que es y no es lo que parece. Parece que somos libres pero en verdad no lo somos; y lo que es peor, nos hemos creído la falacia de que no podemos serlo.
La complicidad entre el Estado y sus medios afines, transformada con el tiempo en una relación de dependencia mutua, otorga a los Estados de partidos un poder enmascarado sin precedentes. Mientras la prensa tutelada filtra y maneja la información al antojo del régimen consensuado, el Estado garantiza su sustento, ya sea directa o indirectamente, promoviendo la creación de dos o tres grandes grupos de comunicación que posean la mayoría de canales en abierto. El poder incontrolado se acoraza tras sus medios hegemónicos, distrayendo la atención del pueblo para que jamás ponga en duda la forma de Estado, y se centre, en cambio, en la controversia sobre las decisiones del gobierno y sus tristes consecuencias. Quienes, en un régimen donde no se da separación de poderes ni la representación ciudadana, afirman que hay libertad porque hay libertad de prensa, mienten, porque sin libertad política no cabe ninguna libertad, sino meras concesiones oportunistas (que se pueden dar hoy y pueden recortarse mañana). Es imposible un cuarto poder bajo la mano de un sólo poder omnipotente. Y a los súbditos nos se nos dice que somos libres porque se nos permite patalear…