La palabra Educar procede del verbo latino educare (criar, nutrir) y se formó mediante el prefijo ex (fuera) y el verbo ducere (guiar, conducir), educere (extraer). El término Educar no se incorpora al idioma español hasta el S. XVII, circunscrito al sentido de crianza.
La educación se inicia en la esfera privada, es responsabilidad primordial de la familia y su entorno, que a través del vínculo afectivo, la coherencia, la conducta, el diálogo y el ejemplo, encaminan al infante en el habla, en los hábitos saludables, en los principios y valores morales, en las normas sociales y en la autoconciencia sentimental. De la mano de sus padres el niño aprende a caminar.
La educación se inspira en el patrimonio social, arraigado y transmitido por una larga tradición cultural, de la cual emanan los modelos, los criterios, el sentido de la vida en convivencia y el respeto a los demás. Normas legadas por muchas inteligencias anónimas de la historia, eslabón de unión entre generaciones. Urbanidad, cortesía, buenos modales… donde las formas dominan a las pasiones hay educación. Organización de rutinas capaces de adaptar y prevenir al niño de su medio ambiente y social. La educación digerida, cuida, guía y conduce por los límites de los caminos.
Como proceso de relación y comunicación que es, también educa la vida, la calle. Amistades y sociedad influyen. La pertenencia al grupo, la imitación, la comparación, atraen. Las formas de ocio y diversión del momento son amenazas gregarias que empujan con una fuerza irresistible hacia la homogeneización cultural. Estado y medios de comunicación se entrometen con su propaganda, sus mentiras sistemáticas, su relativismo moral y su determinante tiranía de la tolerancia. El imponente poder del mercado y su ineludible publicidad, manipulan la maleable avidez de la infancia.
La buena o mala educación no depende de ninguna asignatura o sistema de enseñanza, atañe a la autenticidad de vida y a las costumbres de la familia educadora. Una vida auténtica es la que es coherente entre la conciencia y la conducta, entre lo que se piensa y lo que se hace. La falsedad de los comportamientos familiares afecta al niño, porque no tiene el ejemplo de sus padres. Éstos, si están sujetos a los disvalores socialdemócratas de tranquilidad y quietud, devastan la vida moral de sus hijos.
En España, la socialdemocracia domina toda la vida moral y política, es la adaptación de todos a todo, la ausencia de valores, la renuncia a todo tipo de ideal humano, no creer en nada que requiera sacrificar la comodidad del sillón del político, ni la del sofá de los papás que lo votan. En la socialdemocracia todo es una mentira, hipocresía, apariencia, lo opuesto a la autenticidad. No hay democracia, ni libertad política, toda la hegemonía cultural y todos los medios de comunicación reproducen y visten frívolamente la permanente falsedad. La inmoralidad social de los dominados es consecuencia de su silencio, de su indiferencia, de su pasividad ante la injusticia, el robo y la corrupción del Estado, que está destruyendo impunemente el patrimonio común que es la Nación.
Los niños no esperan ser educados, aprenden lo que en su ambiente se valora y se aspira, siguen la conducta de quien les educa, son los padres los que han de inquietarse y transfigurar radicalmente su comportamiento, dejando de apoyar y sostener a la fuente de la degeneración, una corrupta oligarquía estatal sin moralidad alguna. Ese es el ejemplo que necesitan nuestros hijos, vencer el miedo y la falta de confianza en el porvenir, sustituyendo la falsedad de las instituciones políticas por la veracidad en todo lo público, creyendo en la libertad política colectiva que podemos y debemos conquistar, para su futuro.
La palabra Enseñar procede del latín insignare (colocar un signo). Compuesta por in (en) y signare (señalar). Signare proviene de signum (señal) y éste del indoeuropeo sekw (seguir). De ahí vienen las palabras: significado, asignatura, insignia… La evolución del español de la gn en ñ nos trae las palabras: seña, señal, enseña… Enseñas e insignias para todo y para todos. Signum, el formante principal de insignare, remite a la señal que es preciso seguir para alcanzar algo. Signo es lo que se sigue. Enseñar es mostrar señales para que otros puedan orientarse. Enseñarse es habituarse.
Enseñar es el proceso de mostrar y orientar al niño para que logre desarrollar sus capacidades esenciales, la maduración cualitativa de sus facultades intelectuales y la adaptación progresiva del aprendizaje valorizado, que determina la armonización de la sociabilidad, la personalidad y el carácter. Voluntad, respeto, atención y responsabilidad son claves para sentir la emoción de la inteligencia y la pasión por el saber que nos hace libres. Enseñar es despertar algo transcendental, para crecer, pensar, vivir y valerse por sí mismos, con criterio propio.
En el cruce de caminos entre la educación y la enseñanza surge la figura del maestro (magister, el mejor, el que más sabe). Sólo el que ama y conoce lo que enseña puede llegar a transmitir, persuadir y compartir con confianza ese amor. La antigua relación del que enseña, el maestro, con el que aprende, el discípulo, genera amistad. Una interrelación que se torna recíproca, el maestro despliega verdades afuera y el discípulo las pliega dentro.
Los Maestros deben preservar y asignar la memoria. La voz del maestro es mucho más decisiva que cualquier libro. El ideal de la verdad es la palabra hablada cara a cara. La memoria que madura y se desarrolla es el don humano que hace posible todo aprendizaje. La donación despierta un don que posee el donatario. La vocación, la excelencia, el rigor, la exigencia, el riesgo y lo impredecible, son energías necesarias para asimilar, desarrollar y volver a entregar el don a otras generaciones.
Un sistema de enseñanza tiene que ser capaz de entusiasmar y armonizar el pensamiento y el juicio independiente. En la escuela se proyecta la conciencia lingüística, histórica y moral. La gramática es la base para hablar y escribir correctamente, la retórica hace de la lengua la danza del ingenio, la dialéctica ayuda a buscar la verdad entre las lenguas de madera. Piedra a piedra se construye un puente de conocimientos, sostenido por el arco de la memoria que las piedras forman.
Instruir viene del latín instruere. Compuesto de in (dentro) y struere (estructura, construir por dentro). A partir de estas acepciones se configura en español el verbo Instruir, que significa proporcionar conocimientos. El conocimiento es transmisión. La instrucción es el proceso de transmisión y el caudal de conocimientos adquiridos. Alimento de la mente que requiere método y esfuerzo para poder asimilarlo, un perpetuo impulso por descubrir, una emoción sin fin.
La instrucción debe desvincularse de la actualidad y las costumbres, sin ese exilio iniciático no puede aparecer la inquietud, el sentido crítico, ni la transgresión. Los cánones clásicos y el diálogo con las obras maestras dan acceso a un lugar sin fronteras que nos rescata de los espejos de la inmediatez y nos recuerdan cosas olvidadas.
La enseñanza fue monopolio de la Iglesia desde la Edad Media. La Ilustración y la intermitente centralización liberal favoreció el control estatal de la enseñanza. Los orígenes de la denominación Instrucción Pública en España se remontan a las Cortes de Cádiz de 1812. La primera ley reguladora de la enseñanza fue la Ley de Instrucción Pública de 1857, conocida como Ley Moyano. Esta ley ha sido el fundamento del sistema de enseñanza español durante más de cien años. Un largo peregrinaje de reglamentos entre los Ministerios de Gobernación, Gracia, Justicia y Fomento, llevaron en 1900 a la creación del Ministerio de Instrucción Pública.
Los cambios de nomenclatura nunca son inocentes. Mudar el nombre de Ministerio de Instrucción Pública … (1900-1939) por el de Ministerio de Educación … (1938-2017) abrió las puertas a las doctrinas, artimañas y remiendos que nos han conducido de la mano de la corrupción moral y política, a estar en los niveles académicos más bajos de Europa. Educar es guiar, conducir. Instruir es la transmisión de conocimientos heredados. La familia educa, las escuelas instruyen. La educación, la enseñanza o la instrucción conducida por una ideología es Adoctrinar.
Adoctrinar es inculcar ideas de una determinada creencia. Compuesto del vocablo latino doctrina. La doctrina implica un dogma, un creencia fundamental incuestionable. De la misma raíz griega es dóxa (opinión, creencia) en oposición a episteme (conocimiento científico).
Cuando las palabras dilatan su significado esencial, enturbian su distinción o son deformadas conscientemente por el poder político es por causas ideológicas. Toda ideología enmascara y falsea la realidad social con una idea parcial para conducir el mundo. España está dominada por la ideología socialdemócrata, la socialdemocracia es una ideología estatal de derechas con lenguaje de izquierdas, las diferencias quedan igualadas en el Estado. Mediante el lenguaje igualitarista propio de la izquierda se ha dado más poder que nunca a los elementos propios de la derecha, que son la banca y los medios de comunicación.
La ideología estatal franquista configuró un Estado de partidos estatales, una oligarquía estatal que no pretende representar a la Sociedad sino integrar a ésta en el Estado. Cualquier partido del Estado es un órgano del Estado, que pide el voto para el Estado a la enmudecida Sociedad. Esta irrefutable evidencia es la causa principal de la corrupción moral, política y económica.
La Transición y el complejo a parecer reaccionario o franquista repartió el control ideológico de la Enseñanza y la Cultura, a una clase parásita sin más mérito que la fidelidad al partido estatal gobernante. Leyes, normas, planes, cursillos y programas se diseñan en función de conservar el puesto y colocar a los que puedan garantizar votos. Una red de intereses de la que vive una extensa clientela sociopolítica tan rapaz como mediocre. Mediadores, orientadores, pedagogos y comisarios político-sindicales. Son la secta estatal laica, sucesora de curas, exorcistas e inquisidores. Arribistas burócratas de un modelo docente lúdico-festivo que impone la mediocridad preceptiva, con fatuas asignaturas divulgativas sin valor como disciplinas de la inteligencia, ante la impotencia de un profesorado marginado de la transmisión de conocimientos y obligado a adaptarse a los planes de una misión ideológica. Venenos lentos para una sociedad tutelada, fabrica de perpetuos adolescentes, gregarios, apáticos y sumisos, perdidos en el vertiginoso vacío del exceso.
Las Humanidades son relegadas por los enemigos de la libertad, no soportan ni la dignidad y la potencia que su conocimiento aporta, ni el compromiso y esfuerzo intelectual que exige. Filosofía, Historia, Geografía, Literatura, Arte, Lenguas Clásicas… son bienes intemporales de la excelencia del espíritu y saber humano, ventanas de conocimiento a todos los horizontes.
La iglesia estatal laica ha suplantado la tradicional moral religiosa por yermas consignas ideológicas, que pretenden destruir toda referencia cultural cristiana y católica. La herencia material y espiritual del cristianismo y su labor asistencial aportan un cúmulo de conocimientos indispensables para entender las bases de la cultura occidental y concretamente de la española. El que ignora la Biblia en Europa es incapaz de descifrar y apreciar el arte, la filosofía y la literatura europea.
Los insolubles problemas de la Instrucción Pública en España se multiplican con el reparto de competencias transferidas a las diversos feudos autonómicos. Habilita al nacionalismo para utilizar los contenidos de asignaturas, como excluyente arma política, para renegar de España. Construye icónicas identidades cerradas, enfrentadas al malvado y opresor español. Maquina un panorama sentimental de víctimas y culpables, por cuya depuración los acomplejados hijos de la inmigración se traducen hasta el nombre. Conversos e integrados justifican mezquinos rencores, destructores de los lazos afectivos con España, palabra tabú ligada irremisiblemente al imperio o al franquismo.
La Historia es objeto de particular atención para los que viven del cultivo del hecho diferencial y sus mitos. Diecisiete filtros autonómicos han reducido la historia de España a una amalgama confusa de clanes, tribus y dependencias multiculturales, sin tradición Occidental, ni señas de identidad europeas. En Cataluña, la obsesión por creerse una sociedad homogénea ignora y borra la historia compartida, con ficciones locales, deshonestas manipulaciones y singulares falsificaciones.
Estigmatizar el español y restituirlo castellano, desautoriza su condición integradora y lo convierte en lengua impropia. España es el único país del mundo que impide en las escuelas de partes de su territorio, instruirse en su propio idioma. El español no es una lengua regional, es la lengua mayoritaria de 25 naciones. Para 472 millones de personas es su lengua materna. Para 567 millones es su lengua de relación. Actualmente, el 7,8% de la población mundial habla español. Es el segundo idioma de comunicación internacional. La lengua más estudiada después del inglés. El español es un idioma plurinacional, de intercambio multicultural, de mestizaje, común a todos. Una cosa son las lenguas de España y otra la lengua española, el español.
Sutiles consignas, acoso moral, leyes, decretos, normas, multas y desfachatez han desterrado la lengua española de la vida oficial catalana, cuya lengua convierte en pasaporte y franquicia cultural para todo. La función de la lengua es la comunicación con los demás y la expresión del pensamiento propio, no la recreación de identidad, ni la señal discriminatoria.
La perversa dinámica de convertir los medios en fines, impuso la inmersión lingüística. Inmersión significa introducir un cuerpo en un líquido, sumergirte, ahogarte dentro, para que no respires te ahogan en una lengua. Nada se puede entender si se está dentro de una inmersión política, una inmersión ideológica, una inmersión estatal, una inmersión de partidos estatales, una inmersión de corrupción, una inmersión de falsedad mil veces repetida por sus medios de alienación de masas.