PATRICIA SVERLO.
El 25 de agosto de 1948 Don Juan y Franco se reunieron en el yate del Caudillo, el Azor, cerca de San Sebastián. Juan acudió con su barco prestado, el Saltillo. En el camarote del Azor, a solas, el aspirante al trono y el dictador hablaron durante horas y acordaron que el príncipe se instalase en España para estudiar el bachillerato. Franco aceptó sin objeciones los profesores escogidos por Don Juan, y se comprometió a permitir propaganda monárquica en los diarios ABC y Diario de Barcelona.
A Don Juan no le gustó el texto que salió en los medios de comunicación españoles el 29 de agosto. Y de pronto, tras el verano, decidió nuevamente enviar a Juan Carlos a Friburgo. Sólo fue una estancia temporal, hasta que Don Juan consiguió que los diarios del Régimen publicaran un comunicado en el que se precisaba que nunca había tenido el proyecto de abdicar en favor de su hijo. Tras el periplo de Suiza a Estoril y de Estoril a Suiza, Juanito volvió de nuevo a Portugal para iniciar desde allí el viaje a Madrid. De tanto ir y volver, empezó el curso con un poco de retraso.
Su primer viaje a España convirtió a Juanito en Juan Carlos, para diferenciarlo de su padre y congraciarlo con los carlistas. El 8 de noviembre de 1948, el duque de Sotomayor, José Aguinaga, el conde de Orgaz, Mercedes Solano y el vizconde de Rocamora acompañaron a Juan Calas hasta Madrid en el Lusitania Express. Fue una salida discreta, siguiendo las instrucciones del embajador Nicolás Franco, sin despedidas, excepto las de la familia. Conducía el tren el conde de Alcubierre, vestido con la camisa azul y la gorra de ferroviario (entonces los ingenieros de caminos podían conducir trenes; en otros viajes posteriores, lo condujo el conde de Ruiseñada). Además del conductor aristócrata, Juanito contaba con un vagón especial, que Renfe envió desde España para la ocasión. El tren salió a las 8 de la tarde. Para darle la bienvenida, que no tuvo lugar en Madrid sino en la estación de Villaverde, estuvieron el conde de Fontanar, el marqués de Casa Oriol, el sacerdote Ventura Gutiérrez y Julio Dánvila, que fue su primer preceptor en España. Se trataba de un grupo de señores vestidos de negro, con la alegría del franquismo en el rostro. Cuando llegó, lo trasladaron directamente al Cerro de Los Angeles; y allí, misa, comunión y ofrenda al Sagrado Corazón.
Unas cuantas semanas después, el 24 de noviembre, lo llevaron al Pardo a visitar por primera vez a Franco, que lo recibió como quien recibe a un nieto, pero tratándole de alteza. Para el príncipe fue como ir a ver a un artista de cine. Le pareció “más bajito que en las fotografías, tenía barriga y me sonreía de una forma que me resultó poco natural”. Le preguntó cómo le iban los estudios y, para comprobarlo, le pidió la lista de los reyes godos. También si le gustaba cazar, y le invitó a acompañarlo a Aranjuez para practicar el tiro de faisanes, antes de que se fuera de vacaciones a Estoril. Le prometió que le regalaría una escopeta para la ocasión. El pequeño príncipe también saludó a “la señora”. Y Franco también recibió al médico encargado de hacer un seguimiento clínico del príncipe, Heliodoro Ruiz (hijo del profesor de gimnasia del mismo nombre).
No fue a un colegio convencional, sino que montaron uno especial para él, Las Jarrillas, una finca propiedad de Alfonso Urquijo situada a menos de 20 kilómetros de .Madrid, cerca de un cuartel militar, en Colmenar Viejo. Para que no estuviera solo, buscaron a unos cuantos niños de su edad, el mejor de cada casa de la alta burguesía y la aristocracia, que dejaron los colegios respectivos para residir y estudiar con el príncipe: Carlos de Borbón y Dos Sicilias (primo), Alfonso Álvarez de Toledo, Agustín Carvajal Fernández de Córdoba , Jaime Carvajal y Urquijo (marqués de Isasi), Fernando Falcó (marqués de Cubas), y Alfredo Gómez Torres, José Luis Leal y Juan José Macaya y Aguinaga. Y también se tuvo que constituir un equipo especial de profesores, dirigido por José Garrido, un hombre de la absoluta confianza de Don Juan.