JOSE MARÍA ALONSO.
Hace no mucho tiempo me convocó un amigo polaco, abogado de profesión, que necesitaba información de primera mano sobre la organización política de España. Quería despejar unas dudas al respecto del sistema político que rige en nuestro país, así que comenzamos hablando de ello con una cerveza en la mano.
Mi amigo, aficionado al béisbol, y que se dice demócrata de toda la vida, entiende y da por supuesto que nuestro sistema es democrático, puesto que se vota cada cuatro años igual que en su país, del cual también entiende que es una democracia avanzada, similar a la nuestra, salida al igual que la española de un régimen totalitario estatalista filocomunista el suyo ( que se llamó República Popular de Polonia) y estatalista filofascista de derechas el nuestro (que se llama Reino de España).
Ahí empieza un breve viaje a la realidad, durante el cual tengo el atrevimiento de asegurarle que ni en su país ni en el mío existe un sistema político y mucho menos democrático. Ante la sorpresa de mi afirmación y algo nervioso aunque conocedor de mi gusto por la polémica, me pide que se lo demuestre, y le propongo que, a modo de bateador de béisbol me conteste a dos preguntas que le lanzo como un pitcher:
¿Es posible en su país elegir a representantes (diputados) que no vayan en una lista de un partido y que sean capaces de defender los intereses de los votantes de un pequeño distrito electoral como personas individuales y apartarlos de sus escaños si no cumplen sus promesas antes del término de los cuatro años de duración de una legislatura? Mi amigo responde que por supuesto que no, que los diputados en su país forman parte de una lista propuesta por la dirección de cada partido político y que si no le gusta al votante su gestión, ha de esperar a las siguientes elecciones para votar por otra lista de otro partido. Yo le respondo que en el mío también y que por eso no existe una verdadera y sincera representación de los electores, sino que quien está representado es quien hace la lista. Como dicen en el béisbol: Strike one.
Mi segunda pregunta: ¿Es posible en su país elegir al gobierno (Estado) en elecciones separadas del legislativo (Nación)? Su respuesta es que en su país se elige al Presidente de la República, pero que efectivamente ese Presidente sólo puede designar a un Primer Ministro y a su gabinete extraídos por cooptación de una Asamblea Legislativa, luego realmente no hay unas elecciones separadas en puridad para el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo. Yo le explico que en mi país no sólo no se elige un Presidente de la República, sino que además el Jefe del Estado es un monarca al que nadie ha elegido y que fue nombrado por un dictador militar que provocó una guerra tras un golpe de estado en los años treinta del siglo XX, y que desde entonces no hemos podido decidir cuál es nuestra forma de Estado. Nunca se nos ha preguntado si República o Monarquía. Y además que nuestro gobierno sale directamente por cooptación de un colegio de miembros del poder legislativo, con lo cual no hay ni tan siquiera una simulación de separación de poderes como en su país. Strike two.
Ante estas dos circunstancias, falta de representación y falta de separación de poderes en nuestros respectivos países, le pregunto a mi amigo si cree que eso merece el nombre no ya de democracia, sino incluso de sistema político. Él mismo acepta ya convencido que no, ante lo cual no me queda más que desvelarle el nombre de los regímenes de poder bajo los que vivimos, que no merecen llamarse siquiera sistemas políticos: oligarquías de partidos o simplemente partidocracias.
En un último esfuerzo mi amigo intenta romper una lanza en favor de su sistema de creencias políticas y quemándo un último cartucho me espeta: ¨Bueno, pero aún así, ¿no es mejor aunque no haya una representación directa y que los poderes no estén separados, que ante los conflictos que ocurren en nuestros países se establezca un consenso entre los partidos en virtud del interés general?¨
Acabáramos. Qué mejor que citarle las palabras de Antonio García-Trevijano que lo define de la siguiente manera: ¨El consenso político es un pacto consciente y voluntario de la clase gobernante sobre materias sustraídas al conocimiento y la decisión de los gobernados o de sus representantes. El consenso político, un mero eufemismo para evitar la idea de transacción que encierra la palabra pacto, contradice la esencia misma de la democracia formal, basada en decisiones por la regla de mayoría.¨
De esta manera, un amigo que se creía demócrata de toda la vida, volvió a su casa habiendo descubierto que era ¨algo¨ de toda la vida, pero no demócrata. Y que como bateador no tenía futuro. Strike three. Out!