Paco Corraliza

PACO CORRALIZA:

 

Recordemos hoy, al comenzar, la síntesis nuclear de lo escrito por Daniel C. Dennett, en 1984 (frase transcrita en el artículo anterior), respecto al origen de «la razón»: “¿Cómo logró «la razón» hacerse un sitio en un Universo mecánico y material? […] La explicación es sencilla: no había nada que tuviera «intereses». Pero, después de milenios, aparecieron los simples replicantes y, […] desde nuestro punto de vista «divino», podemos atribuirles, sin arbitrariedad, ciertos intereses originados a partir de su «interés» en la autorréplica.” (1)

 

Y ahora, sin solución de continuidad, y a pesar de los aproximadamente 4.000 millones de años transcurridos desde esos primeros «auto-replicantes», traemos aquí, de nuevo [«XIV»], al “maestro de la Humanidad”(2a) Immanuel Kant (a quien, con atinada y fina ironía, Nietzsche -1888- asoció con “«el cant» [en inglés «la hipocresía»] como carácter inteligente” (3a)). Un «roussoniano» y voluntarista Kant «el cant» a quien consideramos, creo que «sin arbitrariedad», como el involuntario «filósofo-padre» iniciático, moldeador e inductor “de todas las modernas psico-ideologías del Poder”, como apuntábamos en un artículo anterior [«XLVIII»]. En 1781, ocho años antes del estallido de la «Revolución-Reacción» francesa (esa gran farsa venenosa de la que trae principio constitutivo y pervertido origen fundador la ausencia de Democracia política en la actual «€uropa») la Psique del “gran Kant”(3b) «el cant» (lo de «gran»(3b) es también de Nietzsche –1888) escribió esto [«XXXVII»]:

 

“Todo el interés de la razón (el especulativo lo mismo que el práctico) se concentra en las tres siguientes preguntas:

1ª. ¿Qué puedo saber?

2ª. ¿Qué debo hacer?

3ª. ¿Qué puedo esperar?” (4)

 

Frente a este egotista «auto-desafío total» kantiano, nosotros preguntamos: ¿qué se oculta, sin aparecer, en la rebotica de esas tres preguntas? Completémoslas haciendo aflorar el fugitivo sujeto elíptico que esconden: ¿Qué puedo «yo» saber?; ¿Qué debo «yo» hacer?; ¿Qué puedo «yo» esperar? Es el mismísimo «Yo» que, en su presuntuoso pensar, parece bastarse con presuponerse a sí mismo para, «ipso-facto», «auto-creyéndose» y «auto-creándose», «auto-hacerse racionalmente universal»; y convertirse en portavoz de una igualmente universal y mayúscula «Razón» que, asímismo, se presupone también. Es el «Yo» que se «auto-convierte» en el «Uno».

 

Si decíamos en un anterior artículo [«IV»] que, tras el “pienso luego existo” (5) de Descartes en realidad se ocultaba un autosuficiente «Yo soy Yo»; si Descartes dedujo, a raíz de aquella falaz redundancia y creyéndose «ipso-facto» «cuasi-perfecto», que “era necesario que existiera un ser más perfecto que mi ser” (5) XLVII -1-»], pues Kant «el cant» va aún más allá (del más acá) y, respondiendo a sus propias preguntas, dándose a «sí-mismo» el turno de réplica (como imbatible «replicante» de «sí-mismo»), pone finalmente al Universo entero bajo su jurisdicción y levanta la voz para decirnos: «Yo soy la Razón -pura-». El «gran» Kant «el cant» reinventó un nuevo juego (¡ya entonces tan viejo!): el platónico «psico-ideo-juego» de jugar al ajedrez «con/contra» «sí-mismo»; el dialéctico juego del «auto-ajedrez» (un juego sobre un tablero a la vez recurrente, redundante, giratorio, cansino, elíptico, espiral, arácnido y circular al que apodamos «yoyó» en otro lugar; un juego en el que siempre se gana «por la mano», por ser siempre una sola mano la que juega; la mano de un «Único Jugador»).

 

Sometamos a «crítica» las principales de las anteriores palabras escritas en la “Crítica de la razón pura” (1781; obra que, en propiedad, debería titularse “Crítica de Kant”) por Immanuel. Veamos con cuántas «gratuidades» se «auto-gratifica» gratuitamente la «auto-generosa» y astuta Psique del «gran» Kant «el cant»:

a). “Todo el interés…”: es decir, por más que se afanen o se hayan afanado los seres humanos que en el mundo han sido, estén siendo o serán, ni ha existido, ni existe, ni existirá jamás, ni un solo «interés» que no esté encerrado en la virtual zorrera prefabricada que conforman las tres preguntas kantianas. Ese «interés», por tanto, no es un simple interés, sino que es el mismísimo y mayúsculo «Interés».

b). “Todo el interés de la razón…”: o sea, no sólo «el Interés» es único, nos dice Kant «el Uno», sino que la «razón» es «la Razón Única». Y este sueño de «la Razón Única» es soñado y perfectamente recordado por la mente enclaustrada en el cráneo de Kant, el «auto-vidente» amanuense racional.

c). “Todo el interés de la razón (el especulativo lo mismo que el práctico)…”: ¡vaya!, tras dos megalómanas falsedades (tras dos gratuitas arbitrariedades), aparece el fantasma de la primera contradicción. Ante «el Interés Único de la Razón Única» que acababa de saborear, el hechizado lector se encuentra ahora con que hay dos, pero que ese «dos» sigue siendo «uno». Al menos, eso parece querer decirnos la Psique de Kant «el Uno», jugando a su ajedrecístico «yo-yó».

 

En fin… ¿No habría sido más sincero escribir “Todo el interés de Kant, Immanuel…”; o, poniéndonos en su aleccionador y doctrinario lugar: “Todo mi interés…”? Creo que sí; habría sido más sincero; y, además, habría sido veraz. Pero, entonces, la veracidad habría ocupado el lugar de la astucia autocomplaciente (astucia de «carácter inteligente» si hiciéramos caso a Nietzsche); y todo el edificio kantiano, removido en sus propios cimientos, se habría derrumbado ante los ojos del lector («¡eso sí que no!», gritaría indignada la Psique «auto-contrariada» de Kant).

 

Y ahora me pregunto «yo», amigable lector: después de tanto «Todo»; tanto «Interés Total»; tanto «Uno»; tanta «Razón Única» e impersonal…, en total: ¿no se nota ya un cierto tufo a totalitarismo totalmente racional? En su magnífico libro “Los orígenes del totalitarismo”, escribió Hannah Arendt (1951): “Los ideólogos que pretenden poseer la clave de la realidad se ven obligados a cambiar y retorcer sus opiniones sobre cuestiones específicas conforme a los últimos acontecimientos; y no pueden permitirse jamás hallarse en conflicto con su siempre cambiante deidad: la realidad. Sería absurdo pedir que se mostraran firmes quienes han de justificar cualquier determinada situación con sus propias convicciones. (6)

 

Esa incoherencia, esa inconsistencia, ese retorcerse, ese contradictorio zigzaguear, amiga Hannah, empieza, en realidad, mucho antes: empieza en la mismísima concepción, supuestamente desinteresada y virginal, de la sistemática «psico-ideología» de que se trate; y no cesa durante todo el desarrollo de su escritura material. Pues, tal como hace casi 200 años escribió la Psique de otro autocomplaciente «semi-calumniador», el misógino Arthur Schopenhauer (1819): “La razón es de naturaleza femenina, no puede producir sino después de haber concebido. En sí misma no contiene nada, a no ser los procedimientos del raciocinio, sin sustancia alguna.” (7)  No, Arthur, «la Razón», sea cual fuera el «concepto» que tuviera tu Psique de «Ella», es de «naturaleza psíquica» y su problema es que, sin ser femenina, se cree virginal; pero nunca lo es: siempre «produce» atraída y penetrada por algún tipo de «interés» (un natural, normal e irresistible interés de dominio: eso es lo que se oculta tras toda clase «magistral» de «psico-ideológico raciocinio universal»).

 

(1) DENNETT, Daniel C. “La libertad de acción” . Editorial Gedisa, S.A. 2000. [Ed. original 1984].

(2) KANT, Immanuel. “Idea para una historia universal en clave cosmopolita”. En libro “¿Qué es la Ilustración?”. Alianza Editoral, S.A. 2011. [Ed. original: 1784].

(2a) Cita de Roberto R. Aramayo en “Estudio preliminar”, tomada de Herder, “Cartas relativas al fomento de la humanidad.”

(3) NIETZSCHE, Friedrich. Obras Selectas. “El ocaso de los ídolos”. Edimat Libros, S.A. 2000. [escrito 1888].

(3a) Nietzsche califica así a Kant en el capítulo “Incursiones de un intempestivo”, Párrafo 1: “Autores a los que no puedo soportar.” En verdad, la grafía original del apellido paterno, de origen escocés, era «Cant». Kant la modificó para que no sonara «zant», según escribe Kuno Fischer en “Vida de Kant”, recogida en la edición de la “Crítica de la razón pura” (4) citada.

(3b) La frase de Nietzsche, en el Párrafo 8 del capítulo “Lo que los alemanes están perdiendo”, es: “El solo hecho de que los alemanes hayan podido soportar a sus filósofos, empezando por ese lisiado conceptual y extraordinariamente deforme que es el «gran» Kant, nos da una idea adecuada de lo que es el donaire alemán.”

(4) KANT, Immanuel. “Crítica de la razón pura” (I y II). Ediciones Folio, S.A. 2002. [edic. original 1781].

(5) DESCARTES, René.. “El discurso del método”. Alianza Editorial, S.A. 1984. [edic. original 1637].

(6) ARENDT, Hannah. “Los orígenes del Totalitarismo”. Aguilar, Altea, Taurus, Algaguara, S.A. 2004. [Ed. original: 1951].

(7) SCHOPENHAUER, Arthur. “El mundo como voluntad y representación”. Ediciones Folio, S.A. 2002. [edic. original 1819].

 

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