PACO CORRALIZA
Tras haberse publicado la pasada semana el quincuagésimo artículo [«L»; 50o] de la serie «Liberación de la Libertad» (aunque en verdad son 52 artículos los ya publicados, pues dos de ellos se desdoblaron [«XXXIX» y «XLVII»]); tras haberse alcanzado, con aquel número romano, una cifra que invita a pensar en la mitad porcentual de una travesía cuyo término fuera el centenar; tras haber hecho referencia en el citado artículo «L» al origen temporal de la vida y de la «Psique» humana; y estando como estábamos en medio de una reflexión sobre el fárrago del «moderno» pensamiento político «€uro-occidental» y su «social-€-burocrático» ocaso abismal; y, finalmente, encontrándonos en amable esperanza del amanecer en España (tal como persigue el MCRC) de esa «Gran Dama» llamada «Libertad» y apellidada «Constituyente» [Trevijano (2010): “Sólo hay una clase de Libertad política. La colectiva. La constituyente del sistema político. La que tiene el poder de reformarlo.[…] La Libertad Constituyente es la matriz guardadora de las demás libertades” (1); «XLI»]… Digo que, tras todo eso y, al menos, también por todo eso, conviene ahora detenerse a distinguir entre el «interés», específicamente vital, y el «Inter-esse», específicamente humano, por ser éste último, a diferencia del impersonal aquél, sola y exclusivamente, tan «personificante» como «Inter-personal».
En ese «ecuador» numérico de la serie «Liberación de la Libertad», en esa imaginaria bipartición de la redonda cifra centenaria, nos detenemos a profundizar, ligeramente, en el discernimiento bipartito entre «interés» e «Inter-esse». Discernirlos entre sí nos ayudará, creo, a mentar la Libertad sin la mentir. Estimo esta distinción tan fundamental por considerar que, sin «interés», resulta intratable cualquier forma estable de vida individual; y, sin «Inter-esse», no se comprenderá la Libertad como única forma digna de armonía vital en la experiencia interpersonal.
Se tendrá en cuenta, muy en cuenta, que, en nuestro mundo y «en/entre» cada persona presente, «interés» e «Inter-esse» resultan ser discernibles siendo inseparables; pueden disociarse sin poderse divorciar. Pero, distinguiéndolos y, al tiempo, respetando su compenetrada conjunción, mejor comprenderemos, según creo, a la «Gran Dama» [«I»] cuyo nombre es «Libertad»; madre e hija de la «Política», en tanto fenómenos (ambos) que sólo aparecen en el «estar-siendo» interpersonal (Hannah Arendt: “la Política nace en el «Entre-los-hombres», por tanto, completamente «fuera-de» «el-Hombre» […]. Sólo hay Libertad en el particular ámbito del «entre» de la Política” (2a) -en 1950-; “la «raison d’être» [«razón de ser»] de la Política es la Libertad y el campo en que se aplica es la acción” (3) -en 1954-; y, entre 1956 y 1959: “Ante la pregunta por el sentido de la Política hay una respuesta tan sencilla y tan concluyente en sí misma que se diría que todo lo demás está de sobra. La respuesta es: el sentido de la Política es la Libertad. Lo curioso de esta respuesta es que resulta obvia y convence, aunque entra en contradicción con las definiciones que las ciencias políticas dan en la Edad Moderna a lo político; y tampoco coincide con la diversidad de teorías que, desde Platón, los filósofos de lo político suelen aportar. Pues estas definiciones y teorías parten de que la política es una necesidad ineludible para la vida del hombre: provee la subsistencia de la sociedad y asegura la vida del individuo. […] Pero la frase «el sentido de la Política es la Libertad» alude a algo completamente distinto, a saber: a que la Libertad o el «ser-libre» [«Frei-sein»] están incluidos en lo político y sus actividades“ .(2b) [«XXXIX -2-»].
La «contra-distinción» entre «interés» e «Inter-esse» nos convoca y lleva de la mano hasta habilitarnos para discernir entre múltiples parejas de realidades virtualmente disjuntas, pero realmente conjuntadas: «cuerpo material<>esencia espiritual»; «cuerpo animal<>espíritu personal» «psique<>espíritu»; «estar<>ser»; «esponteneidad<>voluntad»; «razón impersonal<>inteligencia inter-personal»; «sustancia racional<>esencia intelectual»; «qué<>quién»; «cómo<>por qué»; «moral racional<>meta-moral espiritual»; «inconsciencia<>consciencia»; «hábito<>acto»; «acierto<>verdad»; «querer acertar<>querer de Verdad; «voluntad de Poder<>Voluntad de Amar» ¡Justicia!<>¡Amor!»; «supervivencia<>vida»; «armonía<>sinfonía»; «estabilidad conservadora<>evolución innovadora»; «Dominación<>Libertad»; «Poder<>Política»; «ideología prescriptiva<>comprensiva intelección»; «amor al saber<>saber del Amor»; «hacer<>actuar»; «estar haciendo<>estar siendo»; «sí-mismo<>Entre-Sí»; «existencia<>presencia; «ciencia determinante<>paciencia expectante»; «intuición<>inspiración»; «pronóstico<>precognición»; «pasión<>emoción»; «belleza por azar<>perfume de azahar»;… Y tantas y tantas otras como al lector y al escritor les sugiera la personalísima estructura de su inspiración. Los citados son sólo ejemplos acertantes, metáforas insinuantes…
Y esas relaciones no sólo son binarias; también terciarias, cuaternarias,…, según origen, grado, sentido, intensidad, pasión, emoción, voluntad, intención… Es el caso del amor pasional (verbo «erao»(4) de los griegos), amor familiar («storge»(4) entre los griegos), amor de amistad (verbo «phileo»(4) griego). Esos «amores», citados en decreciente gradación instintiva, son «contradistintos» del «Amor» que en otro artículo definíamos como «verso del verbo universal». Amor como sustento y vehículo de confirmación y comprensión entre todas las verdades personales; entre cada persona como «ser-de-Verdad». Amor como acto de consciente «voluntad de Verdad» [«XLIX»]. Se corresponde con el verbo «agapao»(4) griego (“es recibir o tratar con amor […], el amor que se da sin mirar otra condición que la del prójimo humano”(4)).
Bien. Tras esas aproximaciones mediante circunloquios de contraste, y siendo este artículo el inicial, vayamos sin rodeos al origen, que es lo que «interesa» en este comenzar. ¿Qué surgió primero: el «interés» o el «Inter-esse»? Y, si algo «se interesa», ¿por qué «se interesa»?
Decíamos en [«L»] que “la Tierra tiene 4.500 millones de años” (5) y que “la primera forma conocida de vida emergió unos 400-500 millones de años después”.(5) Y ahora, por otra parte, veamos qué nos dice el Catedrático de Artes y Ciencias y director del Centro de Ciencias Cognitivas de la Universidad de Massachusetts, Daniel C. Dennett (1984):
“¿Cómo logró «la razón» hacerse un sitio en un Universo mecánico y material? En el principio no había razones, sólo causas. Nada tenía un propósito o una función; no existía teleología en el mundo. La explicación es sencilla: no había nada que tuviera «intereses». Pero, después de milenios, aparecieron los simples replicantes (*) y, aunque ellos no tenían la menor idea de sus intereses (o mejor, no tenían ningún interés), nosotros, mirándolos retrospectivamente desde nuestro punto de vista «divino», podemos atribuirles, sin arbitrariedad, ciertos intereses originados a partir de su «interés» en la autorréplica.” (6)
En el punto señalado con (*) Daniel C. Dennet alude, para una más amplia explicación, a la obra “El gen egoísta”, de Richard Dawkins. Dawkins (1976) nos dice: “La «supervivencia de los más aptos» de Darwin es realmente un caso de una ley más general relativa a la «supervivencia de lo estable». El Universo está poblado de cosas estables. Una cosa estable es una colección de átomos lo bastante permanente o común para merecer un nombre.[…] Nosotros mismos somos máquinas de supervivencia, pero «nosotros» no implica solamente a las personas. Abarca a todos los animales, plantas, bacterias y virus.”(7) ¿«Nosotros» como «personas», señor Dawkins? No, Richard, más bien nuestras «auto-interesadas» Psiques; pues, para que haya un «Nosotros personal» ha de intervenir algo más: el «Inter-esse» entre ellas (es nuestro «entre-Sí»; es el «fuera-de» o «entre» arendtianos respecto a cada una de ellas).
En fin: ya sabemos que el «interés» fue primero. El «interés» de estructuras genéticas vivas elementales que se formaron por azar en el “caldo primario que los biólogos y químicos creen que constituyó los mares hace tres o cuatro mil millones de años” (7). En el propio «génesis» de la vida surgió la «génesis» del «interés». Desde el principio aparecieron los acuciantes intereses de los «replicantes» príncipes para «auto-conservarse» como tales; automáticamente se empeñaban en seguir siendo principales.
(1) GARCÍA-TREVIJANO, Antonio. “Teoría pura de la República”. El Buey Mudo. 2010.
(2) ARENDT, Hannah. “¿Qué es la política?”. Ediciones Paidós Ibérica, S.A. 2001.
(2a) Fragmento I, titulado “¿Qué es la política?”. Escrito en Agosto de 1950.
(2b) Fragmento 3A de “Introducción a la política” (textos escritos entre 1956 y 1959), titulado “Presentación: ¿tiene la política todavía algún sentido?”.
(3) ARENDT, Hannah. “Entre el pasado y el futuro”. Ediciones Península, S.A. 2003. [Ed. original: 1954].
(4) BORDELOIS, Ivonne. “Etimología de las pasiones” . Libros del Zorzal. 2006.
(5) LLINÁS, Rodolfo. “El cerebro y el mito del yo” . Editorial Norma, S.A. 2003. [Ed. original 2001].
(6) DENNETT, Daniel C. “La libertad de acción” . Editorial Gedisa, S.A. 2000. [Ed. original 1984].
(7) DAWKINS, Richard. “El gen egoísta”. Salvat Editores, S.A. 1990. [Ed. orig.: 1976; 2ª ed. 1989].