LORENZO ALONSO.
Esta pequeña colección de propuestas ha sido un primer esbozo de una reforma profunda del Sector Público Español. Ha pretendido mostrar que el diseño y el funcionamiento de los mecanismos políticos pueden afectar a las decisiones económicas y financieras no solo del propio poder político sino de toda la sociedad; y que los costes de las decisiones políticas influyen decididamente en su eficiencia y en sus efectos (James Buchanan [1] y los seguidores de la teoría de la elección pública, “public choise theory”).
En esa reforma profunda se vería la esencia (por qué) y la verdadera eficiencia de cada uno de los programas de gasto (para qué) que realizan los Entes que forman el Sector Público español (quién). Ese análisis diseccionaría cada una de las elecciones tomadas fuera del mercado como consecuencia de las decisiones colectivas y políticas (bienes públicos, pensiones, sanidad, educación, urbanismo, vivienda, investigación,….).
Y sobre todo se ha pretendido demostrar que existe otro diseño constitucional que minimiza los costes de la convivencia (Juan Ramón Rallo, parafraseando a James Buchanan) y otra forma de gestionar nuestros recursos públicos, a todos los niveles. Se ha podido constatar que, con un poquito de decencia, rigor y eficiencia, se podría ahorrar una cantidad equivalente al 12% del PIB (el 2% en el Estado, el 8% en las Comunidades Autónomas y 2% de promedio en las Entidades Locales). Una cifra muy respetable en la situación actual de nuestra economía.
En octubre del año pasado, con el grado de voluntarismo que suelen exhibir algunos políticos ungidos por el poder, el Gobierno creó una Comisión para la Reforma de las Administraciones Públicas con el gran propósito de poner orden en todo este entramado que hemos puesto de manifiesto. Como parece que no tiene gente suficiente a su alrededor, hace unos pocos días la Secretaría de Estado de Administraciones Públicas ha abierto un buzón para recibir propuestas de todos los ciudadanos e instituciones que lo deseen hacer (http://run.gob.es/cora), como si se tratara de una encuesta universal. Es un síntoma claro de desprecio [2]: a los técnicos que hay en cada una de las plantillas de estos niveles administrativos, a los departamentos universitarios especializados y los muchos profesionales que conocen del tema. Dan a entender que están perdidos. Podían aprender un poco de James Buchanan y de sus seguidores y no decir tantas tonterías.
No obstante estaremos atentos a las conclusiones (ojalá que sean muy positivas) de aquella Comisión, para no tener que recordar lo que hace muchos años dijo Napoleón a este respecto: “si quieres solucionar un problema, nombra un responsable, si quieres que el problema perdure, nombra una comisión”.
[1] Hacemos varias referencias a este insigne economista para recordarle, pues hace unos pocos días ha muerto. Este hombre ha sido calificado como uno de los grandes intelectuales y economistas del siglo XX. Dedicó gran parte de su vida a estudiar la hacienda pública (la tributación, la inflación como un impuesto, las cuentas y el gasto públicos) y los fundamentos de la deuda pública como respuesta a la nueva ortodoxia de corte keynesiano; a exponer la teoría de la elección pública y a realizar un análisis económico del funcionamiento del Estado; a poner controles que eviten el crecimiento desmesurado del Sector público como el anclaje constitucional del déficit público en los Estados (muy actual hoy en Europa y en nuestro país) y otros muchos. Recibió el premio Nobel de Economía en 1986 por una parte de estos estudios.
[2] Me recuerdan el poema “A orillas del Duero” de Antonio Machado cuando cantaba: “…Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora…”