De siempre hemos visto, independientemente de donde viviésemos, hechos, acciones u omisiones que, desde el poder, han ido atentando sistemáticamente contra los intereses y el bienestar de los gobernados.En realidad rara vez no ha sido así, pues es la tendencia natural cuando el poder está en manos de la Oligarquía.Incluso en una Democracia se pueden cometer atropellos pero cuando existen se puede corregir el rumbo de inmediato.En España, que carece de Democracia, no hay la posibilidad de enderezar lo que viene torcido o retorcido.Mayormente estos ataques suelen dirigirse a la economía de los ciudadanos o súbditos mermándola permanentemente.
De igual modo van mermándose los derechos otorgados con el incesante endurecimiento de los códigos civil y penal entre otros. El ya de por si estrecho margen de libertades no deja de estrecharse de día en día ante un pueblo que va despertando. Aquello que ayer era legal hoy no lo es, aquello que ayer era leve hoy es grave… todo con el fin de sustraer o extraer tanto el dinero como las libertades concedidas, en su día, a los gobernados.En muchas ocasiones puede ser un ataque al arte, a los topónimos geográficos, al idioma o a la religión. Muy común es la agresión de tipo urbanístico que puede venir en forma de monstruosas edificaciones situadas al lado de edificios seculares cuando no milenarios. Por ejemplo, para un socialdemócrata no resulta aberrante situar un moderno rascacielos en un casco antiguo o autorizar una discoteca a 10 metros de una iglesia, quizá con la idea de que un domingo por la mañana haya concordia entre los que salen de sus casas y los que regresan a la suyas.
Otras veces, las más, los atropellos van dirigidos al medio ambiente, verdadero receptor de toda clase de degradación. De poco sirve la concienciación y lo que de ella se deriva, es decir, la voluntad contenida de un pueblo, cuando esta es secuestrada por el poder establecido, por el Estado dueño y propietario de todos los partidos a los que tiene en nómina desde su origen mismo, así como al resto de los llamados agentes patógenos sociales, obedientes pastores guardianes del rebaño como son los sindicatos estatales, si, esos que ponen el grito en el cielo para lo insignificante callándose en lo importante como UGT o CCOO; tampoco las organizaciones empresariales son ajenas a esa servidumbre.
El desconocimiento de los gobernados, que ven normal que los partidos sean estatales, es fomentado y aprovechado por estos, a los que les basta poner un cartel con una sonrisa y un eslogan del tipo “! Adelante¡” o “ ¡por el cambio¡” para comenzar otro ciclo renovado de miserias y ruindades con la más completa impunidad. A tal fin, al de triunfar, resulta muy útil a los políticos retratarse con una celebridad del deporte o del “Arte” .
En Asturias existe un municipio, el de Corvera, que ilustra ese secuestro, ese atropello que cada día, y en diferentes lugares de España, se pone de manifiesto la ausencia de la Democracia, algo que la sociedad confunde con libertades. En ese municipio el gobierno del Principado ha intentado e intenta, por todos los medios, meter con calzador una macro incineradora a tan solo 1000 metros de poblaciones de varios miles de habitantes como Cancienes o Solís en las cuales los vecinos se quejan de días en que el aire ya resulta irrespirable. (Puede apreciarse la distancia observando una vista aérea usando el googlemaps). Una incineradora inmensa planeada por COGERSA (Consejería de Medio Ambiente y el Consorcio de gestión de residuos) que envenenaría para siempre aire y tierra en el centro de Asturias y que ya fue “tumbada” judicialmente en tres ocasiones por motivos medioambientales, la última, hace unos días en un auto del Tribunal Superior de Justicia de Asturias de Julio de 2015.
La reacción de dicha consejería no se hizo esperar alegando que ¡URGE! Y ¡SE CONSTRUIRÁ A COMO DÉ LUGAR ¡
¿Quién duda de que haya que tratar los residuos? ¿Pero ha de hacerse enterrando con ellos la voluntad de un pueblo que rechaza esa decisión impuesta? Ahí se ve claramente el engaño y la consecuencia de la falta de representatividad. Muchos se preguntan de dónde viene esa obstinación, a qué intereses obedece ese afán por algo que nadie quiere. Desde luego no de los habitantes, ni asociaciones de vecinos, ni ornitológicas… ni de nadie que haya nacido en ese lugar en el que la falta de representatividad da pie a estas situaciones, verdaderos atentados contra la salud colectiva.
No deja de ser curioso y triste que estos mismos damnificados acudan a las urnas legitimando su propia ruina, votando a partidos sin tener en cuenta su naturaleza estatal y no civil, y que son compañeros de juego y a veces de jugada. Jugadas que se suelen derivar en jugarretas, lo propio de la corrupción.
Algo que en una República constitucional no tendría lugar dado que la Democracia es la voz además del voto. Quizá, el vertedero primero y la incineradora después, sean la culminación, la gran aportación de un gobierno hacia aquellos a los que gobierna, todo un símbolo material de la falta de moral de unos por destruir y de otros por consentir. Así son los inexistentes valores de la social democracia, puro humo, pero capaces de convertir la voz de los gobernados en ceniza.