FERNANDO GÓMEZ
Lo más perverso de la corrupción de los famosos es la complicidad de los infames. Cuando el poder logra contagiar a la mayoría, la epidemia se propaga por todos los rincones. Una nueva plaga procesionaria los legitima y premia, como satisfecha muchedumbre ignorante, en el aquelarre que convocan los más corruptos.
La ausencia de espíritu crítico y de creatividad conduce a husmear, calumniar y condenar a los otros. La cohorte de demagogos y usureros dictaminan, desde sus instituciones, sus intereses. El mantenimiento de prebendas y privilegios se sirve con la ceguera de una masa entre grotesca y patética, que deposita sus esperanzas, una y tantas veces, en nuevos nefastos deseados.
Mientras tanto, la apatía creciente crea una necesidad angustiosa de consumo, entretenimiento y diversión. Nuestras calles se atiborran de gentío enfervorizado adorando al Gran Cabrón y en el altar de nuestras casas brillan los colores de los astros de la nueva religión mundial, destino de nuestras pasiones, valores y sueños, jugando con los pies alrededor de una pelota.
Si todo gira y se mueve en el espacio y el tiempo, si somos árboles de un bosque encantado, o si somos algas de un mar furioso; si todo se rompe y desbarata, rompamos juntos las patas que sostienen a esta corrupta oligarquía de partidos del Estado.
No podemos someternos a más sucesiones y reformas. No podemos, no debemos aceptar que no hay solución. No podemos, no debemos, no queremos dejar de vivir nuestra historia.
¡No podemos! ¡No debemos! ¡No queremos!
Todo se puede romper y desbaratar.
La ruptura democrática pasa irremisiblemente por la abstención electoral activa y por la libertad constituyente.
Fernando, 5 de Agosto de 2014